Por... YOHIR AKERMAN
El escándalo de la comisionista más grande del país se ha ido difuminando. Sus noticias y cubrimiento se han reducido en tamaño, detalle y posición de importancia en los medios, aplastados por otras noticias.
En la esfera internacional la atención se la ha llevado el desconocido estado de salud del presidente Chávez y el error de El País de España en cuanto a ese tema.
En el plano nacional, los medios se han enfocado en los problemas del alcalde Gustavo Petro, las peleas entre el presidente Juan Manuel Santos y ílvaro Uribe, y el duro intercambio de palabras entre Humberto de la Calle y el presidente de Fedegán, Josíé Fíélix Lafaurie.
No es para menos. Son eventos importantes que han eclipsado la atención de la opinión pública. Y ha sido histórico que la atención de la prensa en Colombia ha saltado de escándalo en escándalo, de robo en robo, y así sucesivamente, pasando de una familia prestigiosa a otra que defrauda el erario.
La embolsillada de los recursos públicos de los Nule le quitaron la atención al escándalo de Agro Ingreso Seguro y los beneficios fraudulentos a favor de los Dávila. Ahora Interbolsa les quitó atención a todos esos, esperando que un nuevo escándalo, que no se debe demorar, entierre en el olvido los problemas de Rodrigo y Tomás Jaramillo, Juan Carlos Ortiz y Víctor Maldonado.
Así funciona.
Pero mientras tenemos la atención, cada vez menor, sobre el tema de Interbolsa, vale la pena preguntarse cómo la responsabilidad de este descalabro financiero, que compromete los activos y las inversiones de más de 50.000 personas, no ha salpicado, de alguna manera, el papel de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC), su presidente Juan Pablo Córdoba, y de la Superfinanciera.
Interbolsa era el rey indiscutido del mercado responsable del 27 por ciento de las operaciones en la bolsa de valores. Si la BVC no estaba mirando más de cerca las operaciones de esta firma estaba incumpliendo su labor por omisión.
Y aunque Córdoba, con el primer diagnóstico del problema, evitó que el pánico lesionara al resto del mercado, tambiíén erró por irrealista.
Hoy es claro que Interbolsa estaba actuando tiempo atrás de manera sospechosa, por decir lo menos, y no era sólo un tema de iliquidez.
Semanas antes de la debacle, la BVC y la Superfinanciera venían acompañando a Interbolsa en la búsqueda de solución al problema de liquidez, sin darse cuenta del hueco profundo que había, no sólo en la comisionista de bolsa, sino en su misma holding.
Hoy es claro que la firma armó un andamiaje desde hace mucho para concertar sus operaciones irregulares. Usaron compañías en Curazao, Panamá y Estados Unidos con el fin de dificultar su vigilancia y fuera de eso montaron empresas con similitud de nombres para confundir a las autoridades y, posiblemente, a los inversionistas.
¿Y quíé hicieron la BVC y la Superfinanciera? Parecería que no mucho. Estas entidades deben reconocer su responsabilidad en esta crisis. Y los entes de control deberán ser implacables para perseguir y sancionar a los responsables de la misma, antes que el próximo escándalo nos haga olvidarnos de este tema.