Nouriel Roubini, que fue uno de los economistas que pronosticó el crac financiero, advierte que ahora es urgente relajar los objetivos de díéficit
Nouriel Roubini es famoso por romper la baraja de las previsiones económicas. Fue uno de los pocos economistas que, allá por la mitad de los felices 2000, dijo que las cosas no iban tan bien como parecían, que debajo del hipotecas para todos había montones de basura. Al pronosticar la crisis financiera en EE se ganó el apodo de Doctor Catástrofe. Pero su predicción se cumplió y desde entonces, este profesor de la Universidad de Nueva York se ha convertido en uno de esos expertos mediáticos que dan la vuelta al mundo de conferencia en conferencia.
Ahora que parece que el euro ha salvado el pellejo, Roubini sigue siendo pesimista, tal y como dejó claro en una reciente entrevista en Paris. "España está mejor que durante el verano, como el resto de perifíéricos, pero los problemas no están resueltos. Sobre todo mirando los niveles de deuda, los problemas del sector bancario y la recesión, que va a ser larga". Y como pronóstico deja caer uno de sus bombazos: "Hay muchas probabilidades de que España no pueda hacer frente a su deuda y tenga que acordar una quita con sus acreedores en 2015". Es decir, que la deuda española es demasiado grande y que habrá que negociar, o exigir una rebaja en los críéditos de los acreedores, como Grecia.
Reconoce los avances desde el verano, cuando parecía que el edificio se venía abajo y España estaba abocada a pedir el rescate total. La salida al ruedo del presidente del Banco Central Europeo sirvió para frenar a unos mercados que habían puesto al rojo vivo la deuda de Italia y España. Mario Draghi anunció en septiembre que estaba dispuesto a comprar bonos soberanos de los países en problemas, a cambio, claro, de que pidieran el rescate. Desde entonces, España ha coqueteado con el sí quiero y, mientras tanto, la presión del mercado ha ido disminuyendo. "El plan del BCE ha reducido los tipos de interíés y la aprobación del fondo de rescate permanente ha servido tambiíén de arma disuasoria ante los ataques el mercado", reconoce. Un fondo de rescate con una munición de 500.000 millones y que mantiene entubado al sector financiero español a travíés de los 40.000 millones inyectados.
"Pero esto no sirve para recuperar el crecimiento. Me preocupa, creo que lo único que se ha hecho es una patada hacia delante. Los problemas van a volver y mientras no haya crecimiento y no se genere empleo, la sostenibilidad de las cuentas públicas va a seguir en cuestión y el mercado volverá a atacar", alerta
Las previsiones más agoreras son las del FMI que espera que España cierre este año con una caída del 1,5% y crezca un 0,8% en 2014. Roubini prolonga la recesión hasta 2015: "Además, cuando se salga, las expectativas de crecimiento son muy díébiles debido a la baja productividad, el envejecimiento de la población".
Pese a ser junto con Corea y Hungría el país de la OCDE en el que más disminuyeron los costes laborales unitarios durante 2012, el economista avala la tesis de que hay que seguir adelante con la Gran Devaluación. "La píérdida de competitividad ha ido fraguándose en la última díécada, cuando los salarios crecieron más que la productividad. Y las mejoras, por ahora, han sido modestas".
España ha destruido empleo a un ritmo monstruoso desde 2009, al pasar de tres a seis millones de parados. Sin embargo, el coste laboral unitario solo ha bajado desde entonces un 6%. "Al permanecer estancado el diferencial de la producción a causa de la recesión, no es suficiente la devaluación vía despidos", opina Roubini, que aplaude la reforma laboral y alienta a la moderación salarial.
Tambiíén tiene recados para el sector financiero. "El sistema bancario de España está sufriendo un credit crunch y la prestación del críédito es aníémica". La caída de financiación a empresas y familias apenas se ha frenado durante los últimos cinco años mientras que la tasa de morosidad bancaria ha superado el 10% y está en niveles de los sesenta.
En cuanto al problema de la deuda, señala que, "España cuenta con tasas de deuda y díéficit muy altas, y seguirán subiendo. Pero, sobre todo, mucha deuda privada". Una de las pocas noticias positivas está en la balanza por cuenta corriente. El díéficit ha bajado un 60% durante 2012, gracias sobre todo al aumento de las exportaciones, la gran esperanza del Gobierno para salir del atolladero. Pero Roubini matiza: "La balanza de pagos solo ha mejorado por los efectos de la recesión". Es decir, debido al bajón de las importaciones por la depresión de la demanda interna.
Una agenda para el crecimiento
La eurozona ha priorizado en el corto plazo los avances en la integración bancaria y fiscal, pero ha relegado al crecimiento en su agenda. Roubini recuerda que cuando el presidente francíés, Franí§ois Hollande, ganó las elecciones el objetivo del crecimiento volvió a recobrar importancia.
"Parecía que iba a producirse un giro en las prioridades, pero no ha sido así", señala. "Ahora mismo, lo que hace falta es darle esperanza a la gente y eso significa creación de puestos de trabajo, de rentas", añade.
"La austeridad fiscal puede ser necesaria para reducir los niveles de deuda y díéficit, pero en el corto plazo, subir impuestos y recortar el gasto significa agudizar la recesión", defiende. "Esta es una de las causas por las que la eurozona ha vuelto a recaer. No estoy en contra de la austeridad ni de las reformas estructurales, pero pienso que Alemania y el centro de Europa no han están haciendo suficiente hincapiíé en la necesidad del crecimiento", incide.
"Sin crecimiento, sin creación de puestos de trabajo, la política económica no es viable. Necesitas crecimiento para estabilizar la deuda, tanto pública como privada, así como el díéficit". Parece obvio, todos estos índices se miden como un porcentaje en relación al PIB. Así explica Roubini la espiral de más recorte, más díéficit: "Si tu PIB baja por la recesión, puedes trabajar lo que quieras en cómo cuadrar deuda y díéficit, tus tasas van a seguir subiendo y los mercados van a decir: buen intento, pero no lo has logrado".
Como contrapartida a esta situación, el economista propone, en primer lugar, ralentizar el ritmo de los ajustes en la periferia: "daría a los países tres años más para alcanzar los objetivos de díéficit". Asimismo, alentaría al gasto y la inversión en el centro de Europa, "para que se aprovechara de ello el resto de la eurozona". Bajaría aún más los tipos de interíés y devaluaría el euro para ganar competitividad. En cuanto al futuro de la eurozona, propone: "avanzar definitivamente en la unión bancaria y fiscal, sistemas de mutualización de deuda y la distribución equitativa de los riesgos".