El grupo consensuará un comunicado que alerta contra los riesgos de la volatilidad ante la política agresiva de Japón. El yen está en su mínimo en tres años
Es la guerra de divisas que nunca llega, aunque en Wall Street siguen los acontecimientos con atención. Los tambores vuelven a sonar con fuerza. El primer golpe en la reciente escalada lo dio Shinzo Abe, primer ministro japoníés, quien la semana pasada pidió abiertamente a su banco central que adopte una política monetaria agresiva. El yen ha perdido un 13% de su valor respecto al dólar desde mediados de noviembre y está en su mínimo en tres años. Ahora, el grupo de las mayores economías industrializadas, el G-7, trata de lograr una tregua antes de que se desencadene la guerra. La fórmula que busca el grupo sería similar a la de pasadas ocasiones, es decir, poner en evidencia en un comunicado que los “movimientos desordenados†y el “exceso de volatilidad†tienen efectos adversos para la estabilidad económica y del sistema financiero global. Se comprometerán a cooperar y a consultarse entre sí, y repetirán aquello de que son los mercados los que definen el precio de las monedas. Y nada de usar estímulos artificiales.
Tambiíén hay preocupación en Europa. El presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, quitó hierro públicamente a la fortaleza del euro respecto al dólar, pero al mismo tiempo advirtió de que se iban a vigilar sus efectos en las exportaciones y la recuperación. Los bancos “se han aprovechado de la protección del BCE para saldar antes parte de sus provisiones de liquidez de emergencia. Esto ha llevado a que el euro haya subido más aún este añoâ€, señala John J. Hardy, estratega de divisas de Saxo Bank. Además, “la libra esterlina se hunde en el abismo ante la perspectiva de la llegada del nuevo gobernador del Banco de Inglaterra, Carney, y la posibilidad de un nuevo capítulo de caos monetario para este veranoâ€, añade el experto.
El comunicado del G-7 podría esta listo para antes de la reunión de ministros de Finanzas del G-20, a finales de esta semana en Moscú. La devaluación de las divisas se colocará en el centro de las discusiones de la cita. Es la manera diplomática de decir que se analizarán las tácticas que están siguiendo algunos países para rebajar el valor de sus monedas y así animar sus exportaciones haciíéndolas más competitivas.
La carga de la prueba está ahora sobre Japón. Pero el sospechoso habitual es Estados Unidos, por la política monetaria seguida desde la Reserva Federal. Ben Bernanke niega siempre la mayor y recuerda que la política de divisas es cosa del Tesoro. Pero los últimos datos de balanza comercial ponen el problema en evidencia. El díéficit cayó casi un 21% en diciembre, a 38.540 millones de dólares, en la mayor corrección en cuatro años.
La exportaciones estadounidenses crecieron un 2,1%, mientras que las importaciones cayeron un 2,7%. Ese mes, el billete verde perdió valor frente al euro. La moneda única europea pasó de los 1,29 dólares a los 1,32 dólares. La remontada del euro se mantuvo en enero, hasta rozar los 1,37 dólares. Ayer subió ligeramente, hasta 1,34. Pero en la última semana el dólar sufrió una notable corrección coincidiendo con un debilitamiento fuerte del yen. El equipo de Bernanke acordó en diciembre activar por tercera vez la máquina de hacer dinero para comprar deuda pública y así apoyar su economía. Este es el argumento que usa tambiíén Japón para defender una moneda más barata, aunque oficialmente, como Washington, diga que no quiere un yen díébil. A ambas orillas del Pacífico dicen que es algo que debe determinar el mercado.
Pero la declaración del primer ministro japoníés provocó que el miíércoles el índice Nikkei subiera un 3,8%. El yen se paga al precio más bajo en casi tres años y eso ayuda a empresas exportadoras como Totoya y Mitsubishi. Coincide además el hecho de que Masaaki Shirakawa dejará antes de lo esperado la presidencia del Banco de Japón y la previsión es que su sustituto apueste por una política monetaria más laxa.
Las divisas, tambiíén en el Eurogrupo
Los bandazos en el mercado de divisas tambiíén figuraban ayer en la agenda del Eurogrupo, los ministros de Finanzas de la eurozona. Alemania es uno de los países que se han expresado públicamente sobre la acción japonesa. Y volverá a salir a colación antes de la reunión del G-20, cuando Jack Lew pase por el Senado de EE UU este miíércoles para defender su candidatura al Tesoro.
En el mercado de divisas, la suma es cero. Si una moneda baja, otra sube. Por eso Francia utilizará la cita del G-20 de Moscú para denunciar que la fortaleza del euro frena la recuperación de Europa y, por extensión, de todo el mundo. Brasil, entretanto, anticipa que si Europa acaba entrando en el juego, la cosa se pondrá fea de verdad justo cuando parece que mejora. Ayer, el presidente del Bundesbank y miembro del BCE, Jens Weidmann, se pronunció contra una política de euro díébil. En su opinión, no solo no existen señales de que el euro estíé “gravemente sobrevaloradoâ€, sino que una depreciación forzada puede tener riesgos inflacionistas.
Una guerra de divisas podría llevar a una fuerte apreciación del oro. El metal se comporta mejor cuando actúa como puerto refugio. Lo que preocupa en este momento es si la verborrea de Japón lleva a otros socios a adoptar acciones recíprocas, como ya advierten Rusia y Brasil, con medidas proteccionistas o de controles al flujo de capital. La última vez que el G-7 se pronunció sobre el asunto fue en septiembre de 2011.