Por... FRANCESC PEIRí“N
Barack regresó de su fin de semana libre. El suyo porque el lunes pasado era festivo en el país, la celebración precisamente de su día, del President Day.
El Obama político e incluso el familiar se quedaron en Washington, y el ciudadano Barack se había dado un homenaje de tres días en Florida.
Allí voló el viernes, mientras que Michelle y las dos hijas se dedicaron a esquiar en Aspen (Colorado), un destino deportivo poco propicio para un presidente que nació en Hawái.
Liberado de la obligación de hacer campaña electoral, su viaje a un estado swing o bisagra no fue para hacer otra escala en la promoción de un mayor control de armas, o activar una reforma de la ley de inmigración, o insistir en su iniciativa de que todos los niños tengan acceso gratuito a la educación preescolar.
Pues no.
No se le ha oído ni visto, más allá de subiendo o bajando las escalerillas del Air Force One. Las tres jornadas se las ha pasado en una reunión masculina por los green del exclusivo Floridian National Golf Club de West Palm Beach. En apariencia, ha sido una dedicación exclusiva a lanzar bolas en compañía de sus amigos. entre estos, Tiger Woods, el tigre al que le han vuelto a crecer las uñas.
Woods cayó en desgracia en 2009 por una infidelidad conyugal, que destapó al depredador sexual que ocultaba dentro. Que el presidente lo eligiera para compartir un buen rato del domingo -36 hoyos- se asemeja a una bendición pública, a su rehabilitación en la esfera deportiva y social, a la vez que puede ayudar a Woods a recuperar los muchos contratos publicitarios perdidos.
"Día histórico en el golf", escribió en Twitter Tim Rosaforte, periodista especializado al que se le permitió el acceso. "Al presidente le encanta su golf" -el de Woods, se entiende-, afirmó el mismo Rosaforte en el canal Golf de televisión. Cuentan que Obama le confesó al que fuera número uno: "Es fantástico verte jugar bien de nuevo". Así que los reporteros que siguen al presidente han tenido que saber de sus andanzas por el citado canal en lugar de por el servicio de comunicación de la Casa Blanca.
Esta circunstancia provocó que la asociación de corresponsales que cubre la información presidencial difundiera por escrito una queja.
De esta manera se codificó el viaje del mandatario tras una semana en que, en abierto, estigmatizó reiteradamente a sus rivales políticos.
A los republicanos les achacó su amor hacía los ricos y su poca consideración, o ninguna, que muestran con los pobres. En su discurso del estado de la unión, el pasado martes, Obama remarcó que "ningún trabajador a tiempo completo debería vivir en la pobreza en la nación más rica del mundo".
A los tres días, desde Chicago, donde tiene su casa en propiedad, insistió en la cuestión. "Hoy, una familia con dos hijos que trabaja duro y depende del salario mínimo (14.500 dólares anuales), todavía vive por debajo de la pobreza".
De Chicago viajó a Florida, destino reiterado entre anteriores presidentes en búsqueda de temperaturas más agradables a las de Washington DC en pleno invierno.
Los críticos tal vez se alegren, sin embargo, de que el termómetro ha marcado unos registros muy bajos respecto a la calidez habitual en Florida.
En solo un par de horas de distancia, el presidente que abogó por los pobres, que insistió en la necesidad de ayudar a la clase media como espina dorsal del país, se entregó a placeres al alcance solo del 1 por ciento que tanto criticó.
El precio del lugar en el que ha estado es prohibitivo para la gran mayoría de esos estadounidenses.
"Su retiro está efectivamente fuera de los límites de los americanos de clase media o de los que aspiran a ella", sostuvo ayer The New York Times.
Los colaboradores de Obama replican que íél ha disfrutado de menos vacaciones que su predecesores.