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Autor Tema: Otro mundo es posible, otra economí­a es posible…  (Leído 200 veces)

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Otro mundo es posible, otra economí­a es posible…
« en: Febrero 23, 2013, 12:47:57 pm »
Por… Henry Mora Jimíénez


 
Indudablemente, “otro mundo es posible”, aunque cuando decimos “otro mundo” nos referimos en realidad a muchos otros mundos en este mundo: un mundo que contenga muchos mundos. “Otro mundo es posible” es el mundo en el cual quepan todos los seres humanos, por tanto, la naturaleza tambiíén, porque el ser humano es un ser natural, corporal. “Otro mundo es posible” es la sociedad en la cual cada uno pueda realizar su propio proyecto de vida, con la seguridad de una vida digna con base en su trabajo (no necesariamente, asalariado). Que el ser humano sea libre como sujeto en comunidad, y la comunidad es, en última instancia, la humanidad.

 Se trata, además, de la concepción de un mundo en el cual quepan diferentes culturas, naciones, razas, etnias, gíéneros, preferencias sexuales, etc. Esto complementa el lema del Foro Social Mundial: “Otro mundo es posible”, y expresa un humanismo concreto frente a las homogeneizaciones de los humanismos abstractos. Tanto el capitalismo como el socialismo histórico han prometido una solución homogíénea y universal para la totalidad de la humanidad. En un caso, el automatismo del mercado (la gran utopí­a de la sociedad burguesa), y en el otro el automatismo de su abolición (la gran utopí­a del comunismo en cuanto que sociedad finalista). No obstante, ambos vinculan su solución con la vigencia de un progreso tíécnico ilimitado e irrestricto y con la promesa de un futuro esplendoroso pero indefinido, derivado de su magia.

 La respuesta necesaria al mundo dominante en la actualidad, con su afirmación de que no existe alternativa, sólo puede ser la de que “otro mundo sí­ es posible”. No obstante tambiíén esta respuesta se puede vaciar, si no se dice quíé mundo es aquel del cual decimos que sí­ es posible. Porque cabe la posibilidad de mundos incluso peores que el mundo actual al cual nos enfrentamos. Por eso, cuando hablamos de un mundo en el cual quepamos todos hay que aclarar de quíé mundo se trata. En particular, esto no significa que “todo” quepa, pues precisamente para que quepamos todos y todas (seres humanos y naturaleza), hay mucho que no tiene cabida. En especial, no cabe la actual estrategia de acumulación de capital, llamada globalización, que los gobiernos de los paí­ses centrales imponen por medio del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio, y los propios gobiernos neoliberales. Para que todos quepamos, hace falta excluir esta estrategia.

 Una sociedad en la cual quepamos todos implica una íética universal, aun así­ no dicta pretendidos principios íéticos universalmente válidos; no prescribe normas universalistas generales ni determinadas relaciones de producción universalmente válidas. No pretende saber cuál forma de sociedad es la única acertada, ni sostiene saber cómo es factible hacer felices a los seres humanos a partir de cierto orden social. No se promete ningún paraí­so. Frente a los principios universalistas de sociedad, la exigencia de una sociedad en la cual quepan todos es más bien un criterio de validez universal sobre la pretendida validez de tales principios de sociedad. No es posible sustentar este criterio por principios abstractos, como la tasa de crecimiento del producto social o la tasa de ganancia del capital. Sin embargo se trata de un criterio universalista, es el universalismo del ser humano concreto.
 Ahora bien, un mundo en el cual quepan todos no es un proyecto y tampoco directamente una meta factible de la acción. Es, podrí­amos decir, una idea regulativa de la acción (un imperativo categórico de la razón práctica, de la acción concreta), una «utopí­a necesaria» que ha de penetrar la realidad de forma transversal. Como utopí­a no es en sí­ misma factible, es un principio orientador básico, aunque radical. Es una finalidad, no un fin. Tampoco es un axioma del cual se deduzcan los subsiguientes pasos a seguir, como si se tratara de una secuencia lógica (principalismo abstracto) o de una aplicación tecnológica (razón instrumental medio-fin). No es un modelo de sociedad, pero sí­, una dimensión, la más general, de la referencia a la crí­tica de la sociedad de hoy.
 
La especificidad de una economí­a para la vida
 
Una «economí­a para la vida», aunque parte del carácter multidimensional y complejo de la vida humana, la analiza en función de las condiciones de posibilidad de esta misma vida a partir de la reproducción y el desarrollo pleno de “las dos fuentes originarias de toda riqueza” (Marx): el ser humano en cuanto sujeto productor (creador) y la naturaleza externa (medio ambiente), “madre” de toda riqueza social (Petty).
 Y no se ocupa solamente del «contenido» de la riqueza social (los valores de uso en cuanto que satisfactores de necesidades humanas), ignorado por la teorí­a económica ortodoxa; sino sobre todo, de las condiciones que hacen posible la reproducción y el desarrollo de esta riqueza social y, por consiguiente, la reproducción y el desarrollo de sus “dos fuentes originarias”. Pero tambiíén analiza la «forma social» de esta riqueza (por ejemplo, la mercancí­a capitalista) y su impacto en la reproducción de las condiciones de posibilidad de la vida humana.
 Por ello, la corporalidad del sujeto concreto [hombre, mujer, negro(a), blanco(a), indio(a), mestizo(a), campesino(a), asalariado(a), anciano(a), niño(a), migrante, trabajador(a) por cuenta propia, desempleado(a), etc.]; resulta ser un concepto clave para una economí­a orientada hacia la reproducción de la vida; que no puede limitarse a la «cuestión social», por más importante que esto sea.

 Y no se trata únicamente de la corporalidad del individuo, sino de la corporalidad del sujeto en comunidad. La comunidad tiene siempre una base y una dimensión corporal. Se trata del nexo corporal entre los seres humanos y de estos con la naturaleza. Toda relación entre los seres humanos tiene necesariamente esta base corporal y material, en la cual diariamente se juega la vida o muerte de la gente: su sobrevivencia, su actuar en comunidad, sus condiciones de existencia. Podemos llamar a esta red de relaciones sociales o socio-naturales (entre los seres humanos y de estos con la naturaleza), Sistema de Coordinación del Trabajo Social; y en cuanto especificación de la actividad humana a partir del trabajo lo podemos comprender como integrado por dos subsistemas interdependientes y superpuestos:

 1. El subsistema de la división social del trabajo orientado a la producción de los valores de uso que hacen posible la vida de los sujetos productores, esto es, el sistema interdependiente de la división del trabajo que produce los bienes materiales de la sociedad. Es el «trabajo productivo», trabajo productor de la riqueza producida. Más que un subsistema, es el esqueleto, la columna vertebral de la coordinación del trabajo social.
 2. El subsistema de la reproducción de las condiciones materiales que hacen posible la vida humana: i) la reproducción de la propia base económica (“aparato productivo”), ii) la reproducción de la infraestructura ecológica y, iii) la reproducción de la propia vida humana y de las relaciones sociales y los modos de convivencia entre los seres humanos. Es el «trabajo reproductivo », trabajo de reproducción y regeneración de las fuentes originarias de toda riqueza humana: el propio ser humano y la naturaleza.
 A su vez, este segundo subsistema (que ontológicamente contiene al primero), lo podemos analizar desde una doble perspectiva:
 2.1 Como reproducción de la naturaleza externa al ser humano, en la medida en que íésta es asimilada, modificada y transformada por la actividad humana. Implica el conocimiento, la preservación, el cuido y el respeto de los ciclos y equilibrios de la naturaleza;
 2.2 Como reproducción de la propia vida humana: procreación, crianza, cuido, manutención, trabajo familiar domíéstico, educación, socialización, afectividad, convivencia (al interior de la tribu, el clan, la familia u otras instituciones más recientes como la escuela, el gremio, la comunidad, la empresa, etc.).

 Se trata en efecto de sistemas interdependientes y superpuestos. Así­ por ejemplo, muchas de las actividades del trabajo domíéstico y de cuido requieren valores de uso provenientes del sistema de división social del trabajo, al tiempo que íéste no puede subsistir sin el trabajo domíéstico y de cuido (reproducción de la fuerza de trabajo, entre otros aspectos). Igualmente, la preservación y cuido de la Naturaleza tambiíén necesita de valores de uso suministrados por el sistema de división social del trabajo y íéste, claro está, exige la continua reproducción de aquella. Tambiíén tenemos interacciones e imbricaciones entre los dos subsistemas que delimitan la reproducción de las condiciones materiales de la vida.

 Por eso, una «Economí­a para la Vida» es el análisis de la vida humana en la producción y reproducción de la vida real y sus condiciones de existencia, y la expresión “normativa” de la vida real es el derecho de vivir. Lo que es una Economí­a para la Vida (en cuanto disciplina teórica), puede por tanto resumirse así­: Es un míétodo que analiza la vida real de los seres humanos en función de esta misma vida y de la reproducción de sus condiciones materiales de existencia (económicas, ecológicas y culturales). Este criterio de discernimiento se refiere a la sociedad en su conjunto y rige asimismo para la economí­a.
 
Suerte en sus vidas…


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 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...