Los últimos meses en la vida de Josíé Blanco discurren por la sombra de los focos, vagando a deshora por donde no pueda verle nadie. El PSOE se ha empeñado en que su exvicesecretario general, que llegó a ministro de Fomento durante el último Gobierno de Josíé Luis Rodríguez Zapatero y fue tambiíén su portavoz, parezca ahora un hereje del dogma socialista, enfrentado en su soledad a los caprichos del destino. El látigo de la corrupción va camino de sentarse en el banquillo por haber coqueteado con su antigua bestia. El entorno es lo que diferencia a un concejal de provincias de un ministro. Y en el entorno actual de Blanco apenas quedan vestigios del poder que ostentó hace poco más de un año.
Ascendió en el partido de la mano de Zapatero y se convirtió en su único valido cuando Jesús Caldera, el otro fiel escudero, fue repudiado por el líder supremo al tíérmino del primer mandato socialista. Con la confianza del PSOE intacta y al socaire de dos victorias electorales, aprovechó para imponer su equilibrio en el tradicionalmente agrietado mapa de la formación. Incluso cuando ascendió a vicesecretario general, un cargo vacante desde que lo ocupó Alfonso Guerra, siguió controlando hasta el último resorte del partido. A su sucesora en la Secretaría de Organización, Leire Pajín, no le sirvió su amistad con Zapatero para resistir la ambición incontrolada de Blanco.
Alcanzó el clímax de su carrera durante la crisis de los controladores aíéreos. Convirtió el conflicto en la plataforma que debía transformarle, a los ojos de los ciudadanos, en un gestor público capaz de asumir las máximas cotas de responsabilidad. Y, para lograrlo, no dudó en convencer a Rodríguez Zapatero de la necesidad de cerrar el tráfico aíéreo español y decretar por primera vez en la historia de la democracia el estado de alarma. La operación consolidó las expectativas de Blanco y, para cuando Zapatero anunció que no optaría a una tercera legislatura, su nombre ya sonaba como el mejor colocado para tomar las riendas del PSOE y liderar las listas del partido en las elecciones de 2011.
“No hay caso ni lo habráâ€
Si Blanco es hoy un político expulsado de la primera línea, es por las informaciones que comenzaron a implicarle en el caso Campeón a la vuelta del verano de 2011. “No hay caso ni lo habráâ€, llegó a decir el exportavoz del Gobierno desde la mesa del Consejo de Ministros. Y ahí empezó su declive, mucho antes de que el PSOE consiguiera su peor resultado en unas generales desde la Transición. Desde entonces, ha visto cómo un juez comenzaba a investigar su participación en la trama de favores políticos, el traslado del caso al Tribunal Supremo, su declaración en la causa y, finalmente, esta misma semana, la petición de la Fiscalía para que se le procese por tráfico de influencias. A estas alturas, Blanco se alegra de que el Ministerio Público no haya encontrado suficientes pruebas para imputarle un delito de cohecho.
Las elecciones gallegas: el último sueño
Por un tiempo, tuvo la esperanza de que su causa se archivara con rapidez para poder concurrir a las elecciones autonómicas gallegas, el último latigazo de sus sueños. Pero ni siquiera su propia federación tuvo un gesto de cariño con quien un día fue capaz de colocar y quitar de la dirección del partido en Galicia al expresidente de la Xunta Emilio Píérez Touriño. El PSdeG ha acabado con todos los vínculos que podrían permitirle seguir aspirando a retirarse por todo lo alto en su tierra.
El Congreso es ahora su guarida. Al menos hasta que se abra juicio oral y presente su renuncia, como íél mismo ha prometido. Mientras tanto, con la condición de aforado en su cartera, se refugia en el cómodo anonimato del hemiciclo. Año y medio despuíés del inicio de la legislatura, aún no ha presentado ninguna iniciativa ni tampoco ha protagonizado intervenciones. Ve el sillón azul del ministro de Fomento que un día ocupó desde la cuarta fila de la bancada socialista. Es el íngel Acebes que adornó la grada popular durante la anterior legislatura.
Su historia pende ahora del Tribunal Supremo. Blanco asegura que es inocente y que las declaraciones de los testigos y los informes policiales que le implican en la trama son falsos. Pero por el camino de la instrucción, ya ha tenido que admitir que se reunió con un empresario en una gasolinera para hablar de negocios y que utilizó 100.000 euros de fondos públicos destinados a la seguridad del PSOE en la reforma de su chalíé de lujo en Las Rozas.
Aunque el Tribunal Supremo rechace su procesamiento, el relato que ha ido desgranando el caso Campeón ya no se compadece con sus aspiraciones políticas. Lo que queda de Blanco en el partido son tres nombres, Antonio Hernando, í“scar López y Pedro Sánchez, quienes ahora pertenecen a Alfredo Píérez Rubalcaba. El pasado 5 de marzo, Blanco escribió la última entrada de su blog personal. Se titula “Un drama insoportable†y habla del paro. Pues eso.