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Foro de Metafísica y Esoterismo => Mentes Abiertas => Mensaje iniciado por: lauramsagra en Junio 25, 2009, 07:03:03 pm
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SE PUEDE HABLAR CON UNA PLANTA?
¿Es posible comunicarse con un geranio? ¿Las rosas dicen más de lo que pensamos? Realizamos aquí un reportaje sobre la investigación de los sentimientos vegetales y su historia. Despuíés de leerlo, piíénsenlo bien antes de deshojar una margarita...
La creencia de que podemos comunicarnos con las plantas, que reciben la información sensitiva que les enviamos y que por tanto pueden reaccionar ante ella, surge junto al invento del polígrafo, un aparato más conocido como "detector de mentiras".
Un ex-agente de la CIA llamado Cleve Backster, se encontraba en su casa intentando mejorar el famoso aparato. Se le ocurrió sin razón aparente conectar la máquina a una de sus plantas para observar cómo absorbía el agua de la maceta. Le conectó los electrodos y vio con sorpresa cómo el polígrafo empezó a detectar una disminución regular de la conductividad, algo que se traduciría en una sensación agradable y relajante... en un ser humano.
A partir de aquí Backster se interesó por la posibilidad de medir las reacciones de las plantas ante otro tipo de situaciones. Se le ocurrió quemar la planta, y en el mismo momento que lo pensó, la aguja dio un salto. Salió de la habitación para buscar cerillas y su regreso provocó otro movimiento brusco de la aguja que indicaría temor en la persona que estuviera siendo analizada. Acercó la llama, sin intención de quemar realmente la planta, y obtuvo una reacción mucho menor. Más tarde volvió a fingir quemarla y tampoco el polígrafo reaccionó.
Backster sólo podía deducir que aquella planta le estaba leyendo el pensamiento, puesto que sabía diferenciar entre las intenciones reales y las fingidas.
¿SE PUEDE HABLAR CON UNA PLANTA?
EMPIEZAN LAS INVESTIGACIONES
Backster descubrió que el fenómeno persistía aún cuando la hoja era separada de la planta, e incluso cuando se la partía en trozos más pequeños. Las plantas reaccionaban ante otras personas y sus pensamientos o en otros peligros potenciales, como por ejemplo que un gato entrara en la habitación. Como aníécdota tambiíén destaca la llegada de una colega científico canadiense que tenía la costumbre de cocer verdura en el horno, como parte de sus experimentos. Backster dijo al respecto: "Amenazadas por un peligro insuperable, las plantas se desmayaron"
Continuaron los experimentos y Backster recurrió a 6 estudiantes suyos. Les hizo extraer un papel de un sombrero. 5 papeles estaban en blanco y uno indicaba, al que lo hubiera cogido, sin decírselo a nadie, que tenía que matar a la planta cuando el laboratorio estuviera desierto. El "asesino" así lo hizo esa misma noche.
Al día siguiente, una planta que había sido "testigo" de la muerte de su compañera, fue conectada al polígrafo. Los seis estudiantes desfilaron por delante de ella. Cinco no provocaron ninguna reacción, pero el sexto hizo que la aguja oscilara. De esta manera, quedaba demostrado que, aparte de la posible "telepatía", las plantas pueden desarrollar cierto tipo de memoria.
SIN PRUEBAS CONCLUYENTES
Backster pese al rechazo de la comunidad científica, que se reía de sus investigaciones preparó un nuevo experimento con la intención de demostrar la reacción de las plantas ante la muerte de tejidos vivos. Diseñó un curioso e ingenioso aparato que tenía la función de dejar caer camarones vivos en una olla de agua hirviendo a intervalos regulares e irregulares. Para ello utilizó tres filodendros nuevos con los que jamás antes había experimentado y los conectó cada uno a una máquina independiente, usando una cuarta para controlar cualquier perturbación electromagníética en su zona de influencia.
Por fin el investigador pudo publicar en 1968 los resultados de un experimento suyo en una revista de prestigio (International Journal of Parapsichology), con la intención de divulgar sus conocimientos e intentar así interesar a otras comunidades científicas. La acogida fue muy buena y a Backster se le fue reconocido el míérito de inaugurar un campo nuevo de investigación sobre una base más que creíble de que las plantas reaccionan ante situaciones determinadas.
PEDRO PALAO PONS
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Las plantas reaccionan ante nuestra voz y estado de ánimo
Son muy sensibles a todo tipo de vibraciones y, por lo tanto, a la voz humana y la música
Hipócrates, considerado el padre de la medicina, en el siglo V antes de Cristo ya aconsejaba a sus discípulos el hablar con las plantas, que eran la base fundamental de su botiquín míédico.
Al igual que cuando llamamos o acariciamos a los animales de compañía, las plantas reaccionan ante nuestra voz y estímulos de maneras diferentes, salvo que no pueden expresarse de una manera tan clara y no podemos percibirlo tan claramente como cuando le sucede algo a nuestras mascotas caseras.
Sin embargo, las plantas juzgan constantemente los cuidados que les aportamos. Si la planta es silvestre agradecerá inmensamente no ser aplastada ni cortada. Si se trata de una planta domesticada a la que no incomoda nuestra vecindad nos considerará responsables de todo lo que le suceda, por ejemplo si el terreno sobre el que está plantada no es lo suficientemente fíértil o no posee los nutrientes necesarios para un correcto y completo desarrollo, o el que tenga un aporte escaso o excesivo de luz solar o abono.
En realidad, es el propietario de la planta el responsable de que se encuentre en un terreno de reducidas dimensiones y al que difícilmente llegarán los elementos necesarios para su correcto desarrollo, por lo que habrá de comprometerse a ofrecerle los cuidados necesarios por el capricho de tenerla siempre "prisionera".
Las plantas son muy sensibles a todo tipo de vibraciones y, por lo tanto, tambiíén lo son a las vibraciones sónicas como la voz humana y la música. Por ello, el botánico de origen alemán Nicolás Culpeper aseveró que "amar las plantas y cuidarlas no basta en absoluto. Es además necesario hablarles con voz suave y pausada, a corta distancia y con mucha persuasión".
No obstante no sólo es necesario hablar con nuestras plantas sino que tambiíén es preciso saber escucharlas a travíés de nuestra vista y comprender lo que quieren expresar con el objetivo de poder atenderlas con la mayor prontitud.
Las investigaciones realizadas por científicos soviíéticos, japoneses y estadounidenses confirman que las plantas pueden habituarse a la voz de su cuidador habitual y encontrar con ella unos niveles de armonía superiores a los que lograrían con cualquier otra. Según los expertos, la voz humana, junto con el zumbido de los insectos polinizadores, es el sonido más tolerado. Curiosamente la voz femenina de las jardineras sale mejor parada en estos estudios ya que tiene mayor capacidad de facilitar la curación de plantas enfermas al ser, generalmente, más melódica.