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Autor Tema: DEPORTE Y DINERO SUCIO...  (Leído 479 veces)

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DEPORTE Y DINERO SUCIO...
« en: Marzo 15, 2014, 10:43:52 am »
Por...   ADELA CORTINA *



El deporte es un fenómeno, propio de todas las íépocas y culturas, que no hace sino ganar en implantación social. Es tema recurrente en los medios de comunicación y en las redes, los estadios y las canchas se llenan sobre todo en deportes como el fútbol. Los paí­ses compiten a sangre y fuego por atraer juegos olí­mpicos y campeonatos.

¿Cuál es la clave del íéxito? Los crí­ticos repiten que es un instrumento del que se sirven los poderes fácticos para desviar la atención del público. Pero cuando una presunta manipulación tiene íéxito es porque viene a satisfacer aspiraciones que pueden ser legí­timas o espurias. En discernir entre unas y otras nos jugamos mucho, y nunca mejor dicho.

Convertir el deporte en un negocio, en mercancí­a pura y dura es inadmisible.

Sin duda tambiíén hace falta gestión económica para apoyar el trabajo de jugadores y entrenadores en un mundo tan complejo. Pero esa gestión tiene que seguir las normas del juego limpio y transparente, como tiene que hacerse en el mundo económico en su conjunto. No es de recibo que en el campo se exija el fair play, que se castigue a los jugadores con tarjetas amarillas o rojas, y en la trastienda reine el peor de los juegos sucios.

Es lo que ocurre con la compraventa de jugadores que alcanza precios astronómicos, con traspasos opacos, la administración desleal, el dudoso negocio de construir nuevos estadios y vender los antiguos, abriendo agujeros económicos sin fondo, a travíés de operaciones complejas y confusas.

Y cuando la mala gestión de todo este trasiego de jugadores, terrenos y construcciones lleva a los clubes a endeudarse hasta las cejas, se recurre para saldar la deuda al dinero público, apelando al sentido patriótico de la ciudadaní­a.

Que el deporte entusiasme a jóvenes y adultos no es razón para inmunizarlo frente a las exigencias de justicia. Menos aún cuando es una actividad que cobra su sentido de perseguir metas situadas en las antí­podas de la pura ganancia económica y del juego sucio.

Aquí­ empiezan las aspiraciones legí­timas. Disfrutar del buen juego, como participante o como espectador, vale la pena por sí­ mismo. Como intentar superarse fí­sica y mentalmente, tratar de batir los propios ríécords, aprender a triunfar y asumir la derrota justa, trabajar en equipo respetando al adversario. Eso es lo que significa tomar la vida con un sentido deportivo: entrenarse dí­a a dí­a para alcanzar metas, saber ganar y saber perder con elegancia, respetar las reglas, no aceptar chantajes ni sobornos, reclamar derechos y asumir responsabilidades. No en vano se viene defendiendo desde antiguo el valor educativo del deporte.

En este sentido ha nacido la íética del deporte, que se enfrenta a estos temas de tanta envergadura: en quíé medida el deporte es una actividad competitiva, que educa para derrotar adversarios en la lucha por la vida, o más bien un quehacer cooperativo, un trabajo en equipo, en que el adversario ayuda a sacar lo mejor de cada uno, y deberí­a incluirse en cualquier currí­culum escolar; si el dopaje deberí­a estar prohibido, porque quiebra la igualdad de oportunidades, o si, por el contrario, es la naturaleza la que hace a las personas desiguales y los fármacos tienen un efecto igualador; si los deportistas deberí­an intentar ser ejemplares en los aspectos importantes de la vida, porque son personajes públicos a los que los jóvenes imitan; si es de recibo un fenómeno que genera esos hinchas violentos, esos hooligans, que son gamberros salvajes y delincuentes; si no ha habido una ancestral discriminación entre mujeres y varones en el deporte. Y si no se está corrompiendo al utilizarlo para ganar votos y dinero, con el consentimiento del público.

Una actividad social, como el deporte, cobra sentido de perseguir metas que le son propias y para lograrlo necesita tambiíén medios, como el dinero, pero cuando los medios suplantan a los fines se corrompe y empieza a oler mal. Algo muy alejado de lo que soñó el Barón de Coubertin al recrear en 1894 el espí­ritu de los Juegos Olí­mpicos, que, con sus luces y sus sombras, han venido celebrándose cada cuatro años con el empeño decidido de fortalecer la convivencia y la paz entre las naciones.

* Catedrática de í‰tica y Filosofí­a Polí­tica de la Universidad de Valencia (España). Artí­culo del Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS).


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...