Por... Mauricio Castaño H.
Decapitado, San Dennis, corre tras su cabeza, la coge con sus manos y la exhibe al público despavorido. La leyenda habla de El Milagro de San Dennis, en París está su escultura que evoca el acontecimiento. La cabeza por fuera del cuerpo representa la memoria exteriorizada. Ya sin arrastrarnos en cuatro patas, bípedos, los seres humanos nos levantamos del suelo sostenidos sólo por dos pies, las dos manos fueron liberadas de la locomoción y ganadas para el agarre del alimento y de la herramienta, y en consecuencia, la boca se llenó de palabras y dejó lo sólo prensil. La mano se convirtió en una herramienta universal.
El lenguaje complejo particulariza al hombre, su recorrido en el tiempo deja huella perceptible en su memoria, y íésta a su vez, es soportada o almacenada en distintos formatos. Mencionamos la tradición oral de los griegos que luego fue escrita en su gran relato de la Odisea. He allí la cultura oral versus escrita, Aristóteles versus Platón.
La escritura tuvo su formato o soporte en Papiros, pieles de animales luego forma libros y más tarde la imprenta en los siglos XV y XVI, así se masificó el saber a travíés de la copiosa impresión. Por lo demás, la ciencia es hija de la imprenta. Un ejemplo que evidencia tal magnitud fue la reproducción de la Biblia, que cada quien la tuviera en sus manos para su libre interpretación, nada de intermediarios exclusivos, razón del religioso Martín Lutero, que luego desató el sismo católico, embrión de la futura democracia moderna.
La religión, la política, la pedagogía, la economía: nuestra civilización es hija de la escritura. Venecia se mundializó a travíés de la contabilidad con el comercio, con el Derecho, más tarde el capitalismo, la ciencia moderna, el cheque, el banco con las monedas o billetes acuñados transforma el comercio. Este símbolo abstracto de la moneda representa y resume complejas actividades del trueque.
No existe ningún ser vivo cíélula, animal o humano, incluso organismos como las mismas metrópolis que no almacenen información. En el mundo actual, el de la informática quien almacena información por nosotros es el ordenador, la computadora, nuestros cerebros están allí, exteriorizados, ellos recuerdan por nosotros, hacen operaciones complejas difícil de hacer para los humanos. La memoria externa se masifica, famosa es la frase del filósofo Monteine refiriíéndose al tema “más vale una cabeza bien hecha que bien llena».
Hoy la internet, la wikipedia aloja el conocimiento, miles y miles de libros en la red, la memoria por fuera de nosotros, ahí, en el ordenador, en la computadora que nos tiene a su frente, encorvados, trabajando, indiferenciados en las profesiones. Antes se reconocían las profesiones con sólo mirar su traje: el zapatero con su delantal, el laboratorista, el míédico con su batola, etc, ahora todos son indistintos en sus oficios, los hallamos iguales sentados trabajando frente a la computadora. Asistimos a un cambio, a una revolución cognitiva, imaginativa de la conducta humana.
La escritura de por lo menos 500 o mil años atrás es la primera gran revolución y con ello se cambian las ciudades, sobreviene la invención del Derecho, el Estado es hijo de la escritura, segunda es la moneda de bronce o cobre, resumen el trueque, la moneda es la representación abstracta, facilita el comercio.
Estamos globalizados, nuestra dirección es de la virtualidad: un correo electrónico, nuestro telíéfono móvil, vivimos en el espacio de las redes. Cambiamos de hábitos, de hábitat, antes habitamos el espacio geomíétrico, el espacio físico, hoy estamos en la selva, en terreno indiferenciado, los delitos en la red no están reglados como otrora no existía la ley en los bosques, los criminales eran dueños anárquicos del espacio. Antes tres facultades humanas: razón, imaginación y memoria. Hoy nuestra cabeza está fuera de nosotros como en San Dennis, la tenemos al frente, es el ordenador, estamos condenados a la invención como bien lo ha dicho Michel Serres en su conferencia que motiva estas líneas. El trabajo intelectual hoy día tiene que ser inteligente, y mejor aún inventivo, es el milagro de San Dennis.