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Autor Tema: UNA SUPERPILDORA QUE CURA TODO  (Leído 350 veces)

Scientia

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UNA SUPERPILDORA QUE CURA TODO
« en: Noviembre 24, 2016, 07:58:34 pm »
http://www.ay-va.pareymedia.com/news/health/noticia-una-superpildora-que-cura-todo.html#.WDcuo7T2GhA


¿UNA SUPERPILDORA QUE CURA TODO?
¿Tomarí­a usted una pí­ldora para prevenir todas las enfermedades? Y, ¿que pasarí­a si le dijíéramos que tiene un efecto similar al producido por un estilo de vida saludable?


Llaman a su puerta. Es el servicio de mensajerí­a, que le trae un paquete con ese pedido que tanto espera: Un bote blanco con 60 pastillas, proveniente de la empresa Elysium Health.

Son justas las necesarias para cubrir la dosis de todo un mes. Su precio, unos 50 dólares, no parece algo excesivo si realmente logran cumplir aquello que ofrecen: Frenar de manera efectiva nuestro envejecimiento.

The New York Magazine se hací­a eco este mismo mes de este “maravilloso” fármaco, desarrollado por el cientí­fico Leonard Guarente, director del Center for Science of Aging Research del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), cuya comercialización ya se ha iniciado, siendo anunciado como “el primer producto de salud celular de la historia”.

Hasta aquí­, todo muy prometedor...

Pero, investigando más a fondo, pronto nos topamos con una gran políémica e, incluso, la gran posibilidad de que sea una estafa: Leonard Guarente, uno de los más eminentes investigadores en este campo, al que ha dedicado más de 30 años de estudio, se hizo famoso por ser el responsable de uno de los más grandes fiascos en la ciencia del rejuvenecimiento, el Resveratrol.

Tambiíén conocido como “la molíécula de la juventud”, el compuesto acaparó las cabeceras de todos los medios de comunicación del planeta, que alababan todas sus bondades, mientras que en las farmacias los estantes se llenaban con productos, cremas y cosmíéticos con este antioxidante como base.


La eficacia, demostrada in vitro en las pruebas con levadura y moscas, unida a que la composición de este derivado estaba basaba en productos naturales como la uva o los cacahuetes, hicieron que su comercialización se convirtiera en un gigantesco acontecimiento, casi imparable, y que sus ventas subieran como la espuma.

Sin embargo, este producto no cuentan aún con ningún test o ensayo clí­nico en seres humanos y los resultados prometidos jamás han sido sometidos a una prueba minuciosa para saber si tienen o no efectos secundarios. Y, más aún, ningún laboratorio del mundo ha logrado replicar en estudios independientes las grandes ventajas que el mismo prometí­a.

Para Manuel Collado, jefe del Laboratorio de Cíélulas Madre en Cáncer y Envejecimiento del Instituto de Investigación Sanitaria de Santiago de Compostela, cuando nos hablan de este tipo de pastillas mágicas nos encontramos ante una elaborada y precisa maquinaria de marketing.

La misma, funcionarí­a más o menos de esta manera: Un cientí­fico realiza estudios rigurosos sobre un determinado compuesto, comprueba que funciona en laboratorio con modelos como la levadura, las moscas o los ratones y, aprovecha toda esa ciencia, para desarrollar un gran producto comercial.

Y, si alguien le pregunta por los resultados, este le muestra sus estudios en levaduras. Si la Agencia Estatal del Medicamento le pregunta por su peligrosidad, les explica que todos sus componentes son naturales y se asegura de describirlo como un suplemento vitamí­nico o dietíético, prometiendo que lo indicará en la etiqueta. En letra muy pequeña, eso sí­.

A continuación, acude a la infaltable entrevista con una publicación de gran tirón mediático, como The New York Magazine, a ser posible acompañado por otros cientí­ficos de renombre, a fin de anunciar a bombos y platillos que tiene la pastilla definitiva contra la vejez, la fuente de la vida, el primer paso hacia el sueño dorado de la inmortalidad…

Pero, volviendo al principio, el mensajero llama a su timbre. Usted recibe el paquete, lo abre y encuentra, por fin, su ansiado pedido: Un frasco de vitaminas que ofrece poco más de lo que conseguirí­a comiíéndose una simple banana, pero a precio de oro…

Los antiguos griegos nos legaron una palabra que hoy suena exótica y mitológica: “Panacea”. Por su parte, los árabes tuvieron su exeer al-hayat o elixir de la vida; los alquimistas medievales, sus pociones; los cantares de gesta, sus curas milagrosas; y hasta el cíélebre Don Quijote se desveló durante varios capí­tulos buscando el bálsamo de Fierabrás.

Desde tiempos inmemoriales el ser humano, frágil pero incansable y curioso, se ha enfrascado en la difí­cil empresa de encontrar una cura para todos y cada uno de los males que le aquejan. La búsqueda de un maravilloso remedio para todo (pan–akos), posiblemente interminable, se remonta milenios atrás en la historia y, por supuesto, aún continúa en nuestros dí­as.

Y, si tenemos en cuenta que la esperanza media de vida en la Antigua Grecia se situaba en torno a los 30 años y que en la actualidad la media mundial ya ha superado los 70 años, incluso 80 en muchos paí­ses, bien podrí­amos decir que vamos por el buen camino.

Vivimos más del doble que aquellos que compartieron tiempos con Galeno e Hipócrates y, aún así­, seguimos lejos aún de alcanzar aquello que se pretendí­a nombrar con el tíérmino panacea… Aunque, en determinados campos de la medicina, quizá no tanto.

Pero empecemos de forma menos metafórica y seamos prácticos, lo que nos obliga a analizar primero el problema antes de llegar al remedio. O lo que es lo mismo, preguntíémonos de quíé nos morimos los humanos.

Según el Instituto Nacional de Estadí­stica español, su población suele fallecer por problemas cardiovasculares, tumores, procesos neurodegenerativos y complicaciones respiratorias: Más del 65% de las defunciones que ocurren en ese paí­s se deben a alguna de esas causas, siendo las cardiovasculares las que tienen una mayor prevalencia.

A escala mundial, la Organización Mundial de la Salud señala, con muy pocas diferencias, los mismos culpables: enfermedades del corazón, hipertensión, infartos, infecciones respiratorias y enfermedades pulmonares… Todos muy comunes en la vejez.

A continuación, podrí­amos preguntarnos por quíé envejecemos. La pregunta es sencilla, pero la respuesta es más complicada. El cíélebre bioquí­mico español, Carlos López Otí­n, solí­a decir que envejecemos por la “píérdida de la armoní­a molecular”. Una frase, si se quiere poíética, pero que en muchos aspectos se ajusta perfectamente a la realidad.

El propio mecanismo de la vida soporta una serie de errores y de daños para los cuales, si bien estamos preparados, se van acumulando con el tiempo y llega un momento en que el mismo nos causa un grave desequilibrio, molecular y de sistema, que impide que podamos mantener el organismo correctamente.

“Es cierto que ese deterioro cada vez llega más tarde porque tenemos una mejor alimentación, mejor higiene, mejores tratamientos míédicos. Todo ello ha permitido controlar muchos de esos desequilibrios”, explicaba el bioquí­mico.

Y afirmaba: “Pero si consiguiíésemos entender mejor los mecanismos básicos de ese proceso de envejecimiento podrí­amos desarrollar un tipo de compuesto que nos permitiera ralentizar el proceso, o incluso revertirlo fomentando la reparación y la regeneración”.

Para Collado, la idea de una quimíérica “pastilla de la eterna juventud”, le parece una excelente ocasión para repasar los avances reales que se están realizando en nuestros dí­as.

“Más que una pastilla para vivir eternamente, o para vivir mil años como pretenden algunos, lo que la mayorí­a de investigadores realmente estamos buscando es una forma de llegar en buen estado de salud, tanto fí­sica como mental, a edades avanzadas”, explica.

No obstante, ello plantea una curiosa paradoja a la hora de investigar terapias que combatan el envejecimiento: “El problema es que, como todo en medicina, necesitamos ensayos clí­nicos bien controlados, extensos... Y envejecer no se considera una enfermedad, por lo que ahora mismo no existe ningún organismo regulatorio en el mundo que nos permita realizar estudios clí­nicos serios a fin de comprobar si algo tiene un efecto positivo sobre ese proceso”

Una de las investigaciones más prometedoras en esta materia arrojó como resultado final la Metformina, un compuesto utilizado para la diabetes, que se administra por toneladas en todo el mundo, y que está incluido en la lista de Medicamentos Esenciales para la Humanidad de la Organización Mundial de la Salud.

“Existen numerosas investigaciones que han demostrado que el mismo es capaz de extender la vida en ratones hasta en un 20%, lo que trasladado a humanos podrí­a suponer el alcanzar cumplir 140 años”.

Efectivamente, la Agencia del Medicamento Estadounidense (FDA) no permite ensayos clí­nicos en seres humanos ya que la vejez no está considerada una enfermedad. Sin embargo, hecha la ley, hecha la trampa. Y, como la Metformina es un fármaco que se administra a pacientes con diabetes, un equipo de investigadores logró convencer a la FDA de permitirles llevar a cabo las pruebas que les permitan estudiar de manera colateral los posibles efectos rejuvenecedores en este tipo de pacientes.

Actualmente se está llevando a cabo el primer ensayo clí­nico en humanos y, sus conclusiones, nos darán las primeras pistas de si la Metformina realmente puede funcionar tan bien en las personas como lo hace en los ratones.

Otro candidato prometedor es la Rapamicina, un compuesto utilizado tras los trasplantes, por sus propiedades inmunodepresoras y antitumorales.

“Su uso se encuentra muy extendido para evitar posibles rechazos en pacientes a quienes se les ha trasplantado un órgano. Pero, diversas investigaciones, apuntan a que tambiíén detiene el envejecimiento”, comenta.

La ventaja de este medicamento, testado sólo en ratones, es que además existen una serie de estudios, como los publicados por la revista Nature, que indican que puede administrarse en ratones ya adultos con muy buenos resultados. Por lo que el tratamiento no dependerí­a de la edad y podrí­a administrarse en personas de edad ya avanzada.

Todos estos trabajos han conseguido unos resultados notables en la mayorí­a de los modelos más utilizados, como la levadura, en la mosca de la fruta o en roedores. Por supuesto, queda un largo camino para saber si esas ventajas se pueden trasladar y ser igualmente eficaces en los humanos, pero nos permiten ser cada vez más optimistas en un campo que hasta hace unas díécadas parecí­a ciencia-ficción.

Quizá entonces el primer escalón para lograr la panacea sea simple y llanamente reunir en uno solo varios fármacos que ya tratan con eficacia diversas enfermedades. Si usted se pregunta quíé puede llegar a caber en una sola pastilla, es el momento de presentarles la “Polypill”.

Puede sonar a quimera, pero esta superpastilla es una idea que lleva rondando en la cabeza de algunos laboratorios desde hace ya bastantes años.

Y, como hemos adelantado, cuanto mayores nos hacemos, más probable es que padezcamos alguna de las diversas dolencias caracterí­sticas de la edad: Cardiopatí­as, diabetes, colesterol, artritis… El tratamiento de todos esos padecimientos suele acarrear un enorme cóctel diario de pastillas, que es incómodo y difí­cil de seguir a rajatabla.

Según la Universidad de Harvard, casi la mitad de los mayores de 50 años toman cinco o más pastillas todos los dí­as. Además, añade, no lo llevan muy bien. Se olvidan con frecuencia, se les acaba alguna de ellas o simplemente no las toman en las dosis y horarios prescritos por sus míédicos.

El efecto de estos medicamentos radica en atajar una enfermedad que sí­ se puede prevenir, para curar otra afección para la que no tenemos tratamiento. Actualmente, las enfermedades para las que más se utilizan son las de tipo cardiovascular y el Alzheimer.

Hasta ahora, la candidata más prometedora a “superpastilla” es una combinación de un grupo de fármacos para la presión arterial (Ramipril, Tiazida, Atenolol), unidos a una estatina para el control del colesterol (Simvastatina) y, finalmente, la muy socorrida aspirina como antiagregante plaquetario y prevención frente a ataques cardí­acos.

Como en algunas ocasiones, dos más dos no son cuatro, y la principal cuestión que surge es: ¿Funcionarán juntos estos medicamentos tan bien como lo hacen de manera individual? Las respuestas se siguen analizando. Puesto que, a pesar de que algunos de esos estudios han arrojado resultados favorables, aún quedan muchas cuestiones pendientes.

Según las conclusiones de un estudio aleatorio y de doble ciego, en el que ni el paciente ni el investigador saben quíé tipo de tratamiento se les aplica a los participantes, realizado por el Servicio de Nefrologí­a del Hospital Universitario Vall d’Hebron, de Barcelona, la estatina ha conseguido disminuir el colesterol, los tres antihipertensivos han reducido los valores de la presión arterial, y la aspirina disminuyó la acumulación plaquetaria.

En un primer momento, el origen de la Polypill fue tratar a pacientes diagnosticados con varias afecciones, algo que resultarí­a muy útil en pacientes con enfermedades crónicas, obligados, además, a ingerir un alto número de pastillas cada dí­a.

Con el tiempo, la idea de una sola pastilla para múltiples enfermedades se ha ampliado con otros fines como la prevención de riesgos en personas sanas o su administración en las zonas más pobres del planeta a las que no llegan suficientes medicamentos.

Por supuesto, no todo son buenas noticias y el camino de la policápsula está siendo bastante arduo. Además, han surgido voces muy crí­ticas, como el director de la Revista Argentina de Cardiologí­a, que opinan que la ilusión de medicar a toda la población sana con una sola pí­ldora sigue siendo algo políémico, puesto que sus componentes no han demostrado una eficacia real como elementos especí­ficamente preventivos.

Además, tambiíén debe enfrentarse a cuestiones cruciales como la posible aparición de efectos secundarios. Por ahora, los estudios no han mostrado un aumento significativo del riesgo, pero aún es pronto para asegurar nada.

Añadiendo, además, la dificultad que comporta el saber cuál de los componentes podrí­a estar causando esos efectos indeseados. Por no hablar de que, si se desarrolla algún problema con uno de ellos, por ejemplo los posibles dolores musculares causados por la estatina, se deberí­a detener inmediatamente la ingesta del medicamento, con lo que tambiíén se dejarí­a de tomar el fármaco para la presión arterial y el corazón…

Todaví­a queda trecho para la polipí­ldora, pero quizá no tanto. Seguimos a la espera.



lauramsagra

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