MARíA RAMíREZ desde Bruselas
13 de septiembre de 2009.- EEUU está saliendo de la crisis y lo está haciendo con una economía más sana y esbelta. Esta afirmación, probablemente demasiado categórica e imprudente, podría basarse en las últimas cifras de paro, que sigue aumentando en EEUU, pero de manera más lenta que en el último año. O en los resultados de Wall Street al alza ( y en los bonus que ya están pensando en repartirse las grandes compañías. O en algún análisis de expertos en previsiones.
Pero, como de las conversaciones 'on the record' y 'off the record' con políticos y funcionarios en Nueva York o en Bruselas, la impresión que queda es una profunda incertidumbre, y ya que el juicio de los 'súper expertos' no suele ser significativamente más acertado que el de los aficionados, según un estudio de previsiones en las dos últimas díécadas del profesor de Berkeley Philip Tetlock, por quíé no probar otro tipo de análisis intuitivo y sin pretensiones.
El medidor se llama Calypso. Es una romántica tienda de suelos claros, vestidos de seda multicolor, chaquetas de cachemire y perfumes florales en el SoHo de Nueva York –o más precisamente en Nolita, North of Little Italy-.
Dada la flexibilidad de la economía estadounidense, en lo bueno y en lo malo, y el peso del consumo privado (unos dos tercios de la riqueza nacional), una tienda neoyorquina puede reflejar con exactitud asombrosa los vaivenes de la Bolsa o el PIB.
Así, en la última díécada, Calypso ha pasado de un par de tiendas a un pequeño imperio. En el último 'boom', e incluso tras el bajón del 11-S, no se había conformado con abrir más sucursales, incluida la de los Hamptons –donde el pijo 'manhattiano' veranea- y se había dedicado a las variantes de manera algo dispersa: Calypso Bebíé, Calyso Hombre, Calypso Joyas, Calypso Casa y, por supuesto, Calypso Vintage, esa manera de vender lo mismo, pero en una tienda de tarima envejecida y con etiquetas más elaboradas con unos cuantos ceros de más.
Pero, hace un año, el shock llegó tambiíén hasta la marca de aire provenzal que se salía del uniforme negro. Casi en cuestión de semanas, empezó a cerrar locales y a eliminar variantes. A principios de noviembre, en pleno pánico, Calypso Outlet ya vendía a cinco dólares las camisas que un par de meses antes se encontraban por más de 200. Una clienta algo indignada preguntó cómo podía otra (en este caso, yo) comprar a 99 centavos un cinturón de seda por el que ella había pagado 20 dólares la semana anterior convencida de haber atrapado una ganga. La respuesta de una dependienta: "Somos como Wall Street. Cuando baja la demanda, bajamos los precios".
Este verano, Calypso Outlet, como tantas otras, ha desaparecido. La tienda, una de las primeras, está cerrada, pero a su lado queda una más pequeña, con muchas menos cosas, y con un nombre en francíés, un toque que en EEUU suele significar precios más altos. Ya no hay versión vintage súper cara, pero tampoco outlet súper-barata.
La versión de "ofertas" ha vuelto a su modelo inicial de hace cuatro o cinco años, con precios más estables y más relacionados con los iniciales (lo que en el outlet costaba 20 dólares hace un año ahora cuesta 70, la mitad de su precio original en el Calypso no rebajado). "Hemos vuelto a como íéramos hace unos años, y tiene más sentido", explica una dependienta, nueva, como el espíritu de la tienda, menos expansivo, pero menos desesperado y más coherente con su negocio.
En Calpyso, como en la economía americana, se acabaron las rebajas salvajes, se ha reducido el capital y se retoma un modelo no tan exuberante como el del 'boom' de Internet o del críédito 'subprime', pero con menos posibilidades de que los clientes esperen un par de semanas para encontrar lo que quieren a 99 centavos. El 'Calypsómetro' es sólo una teoría. Pero, como tantas otras, podría ser cierta.