Por… David E. Santos
Umar Farouk Abdul Mutallab transformó para siempre la optimista presidencia de Barack Obama.
El nigeriano de 23 años que estuvo a poco de hacer explotar un avión en pleno vuelo con 289 personas el día de Navidad, arrinconó al mandatario del país más poderoso del mundo y lo dejó en una posición tan incómoda que todo su mandato podría ahora fracasar.
Puede que la frase suene hiperbólica. Que resulte exagerado decir que la esperanzadora presidencia está en la cuerda floja, pero es cierto.
Obama salió a descanso de un primer año de mandato con la ilusión de una reforma sanitaria que avanzaba en el Senado, con grandes expectativas para 2010 y con el interíés de dar un golpe contundente en la guerra en Afganistán.
Sin embargo, el “terrorista burguíés†como han llamado algunos medios al nigeriano, desordenó la agenda exterior estadounidense y, por añadidura, descolocó los logros internos en esa nación.
En momentos coyunturales en los que los republicanos buscan exponer a Obama como un mandatario díébil, el error cometido por los sistemas de seguridad aeroportuarios cayó como un baldado de agua fría en las toldas demócratas y obligó al Presidente a reconocer públicamente un error que para muchos es inaceptable.
El año que podría ser el de la consolidación de una ilusión, con pasos agigantados en la recuperación económica, el establecimiento de una buena reforma al sistema de salud, el cierre definitivo de Guantánamo y logros militares en Afganistán, pasó a ser ahora un calendario confuso.
En un nuevo dolor de cabeza, la guerra contra el terrorismo abrió otro frente: el aislado y pobre Yemen.
Los tentáculos de Al Qaeda hicieron una apuesta fuerte y casi logran completar un atentado que hubiera sido desastroso para el ánimo mundial. Si el avión estalla, hoy el mundo estaría viviendo un infierno muy similar al que dejó el 11 de septiembre de 2001. Si bien la magnitud era mucho menor, un nuevo atentado en avión era una cachetada de plomo a la seguridad de Estados Unidos.
Obama recibió dos guerras y ahora se le suma una más. El cartucho del error por principiante lo quemó y de la peor manera e internamente sus opositores hacen una fiesta. No hay que olvidar que el 2010 es un año electoral y las fuerzas pueden pasar de nuevo hacia el lado republicano.
La ilusión se ha estrellado de frente con la realidad palpitante del terrorismo y Obama, un hombre tradicionalmente altivo y de discurso esperanzador, tuvo que agachar la cabeza en la primera semana del año en el que pensaba materializar la esperanza. No es algo bueno para Estados Unidos. Tampoco lo es para el resto del mundo.
Suerte en su vida y en sus inversiones…