La crisis de Irlanda y, en menor medida, Portugal, le puede salir cara a España. Están en juego, en concreto, unos 130.000 millones de euros. O lo que es lo mismo, cerca del 13% del producto interior bruto (PIB). Esa es la cantidad que deben a España las dos economías amenazadas ahora por los mercados financieros.
Al contrario que en Grecia, donde los intereses españoles eran irrelevantes, en esta ocasión se trata de países con fuertes lazos económicos y financieros. En particular Portugal, donde España es acreedora por 110.000 millones de euros.
Se trata de una cantidad verdaderamente importante de la cual -según datos del Banco de Pagos Internacionales (BIS por sus siglas en inglíés)- unos 70.000 millones de euros han sido generados por el sector privado no bancario. El resto lo adeudan el sector público y las entidades financieras portuguesas. Los datos del BIS ponen de relieve que la exposición española a Portugal es, de largo, la más importante entre los países de la eurozona (el doble que Francia o Alemania). Algo que es coherente con sus tradicionales relaciones comerciales. El sector privado español ha financiado buena parte del desarrollo portuguíés durante los últimos años.
En el caso de Irlanda, el antiguo ‘tigre celta’ debe a España cerca de 20.000 millones de euros, de los que la mayor parte son del sector privado. La integración del mercado de bonos europeo tras el nacimiento de la moneda única explica en buena medida que los inversores decidieran diversificar sus riesgos, pero esa estrategia tambiíén conlleva peligros, como se ha puesto de manifiesto en los últimos meses.
Esta enorme exposición a lo que suceda en Portugal o Irlanda -al margen de la situación interna- puede explicar en parte los ataques contra España, cuya prima de riesgo soberano se relajó ayer algo, hasta situarse por debajo de los 200 puntos básicos. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que según datos del BIS, la exposición de la banca europea a España ascendía hasta el pasado 30 de junio a 727.000 millones de euros. De esa cantidad, las dos terceras partes se adeuda a acreedores de Francia y Alemania: 248.000 millones de euros en el primer caso y 202.000 millones en el segundo.
Los mercados están descontando que tanto como Portugal como Irlanda no sean capaces de pagar sus deudas, y por eso piden mayor rentabilidad para comprar sus emisiones. De ahí que muchos inversores hayan dado por hecho que habrá reestructuración financiera. Y eso significa que los bonistas sólo podrán recuperar con un descuento difícil de evaluar. Pero descuento al fin y al cabo.
Dos países en apuros
La situación económica de ambos países es verdaderamente angustiosa. En el caso de Irlanda por culpa de su quebrado sistema financiero, que ha obligado a Dublín a capitalizar sus tres principales bancos por una cantidad desmesurada. Nada menos que 31.000 millones de euros, de los que 25.300 millones irán a parar al quebrado Anglo Irish Bank, como explica esta nota del Gobierno irlandíés. Esto supone que el díéficit público en 2010 se disparará hasta un increíble 32%, frente al 14,4% anunciado ayer por Bruselas para el año 2009.
Para hacerse una idea de lo que significan esas cifras hay que tener en cuenta que los inyectado por los poderes públicos representa casi el 20% del PIB de Irlanda. O lo que es lo mismo, es como si el Gobierno español hubiera tenido que destinar unos 200.000 millones a salvar el sistema financiero.
El problema básico de Irlanda -salvando las distancias en cuanto al tamaño de las economías- es muy parecido al de España, toda vez que su abultado díéficit público no tiene sólo que ver con un aumento de los gastos, sino tambiíén con la escasa capacidad del Estado para recaudar. En concreto, los ingresos representan apenas el 34,5% del PIB, dos díécimas menos que España, cuando sus gastos rozan el 49% del producto interior bruto. Su deuda pública –año 2009 y antes del saneamiento de su sistema financiero- se situaba en el 65,5% del PIB, frente al 53,2% de España.
Ese 34% de ingresos respecto del PIB supone diez puntos menos que la media de la eurozona, lo que da idea de las dificultades del Gobierno irlandíés para recaudar y enderezar su maltrecha situación fiscal.