Por... Beatriz De Majo C.
Brasil ha conseguido en los recientes años un puesto de respeto en el comercio global, al haber alcanzado armar, a fuerza de eficiencia productiva, una participación creciente para sus exportaciones manufactureras. Por ello, al gigante brasilero le impacta más que a otros países latinoamericanos la competencia desigual y desleal que le hacen los productos chinos en la escena internacional, y mucho más le incomoda en su mercado interno. Es ello lo que explica la paradoja que en el momento en que el país suramericano está recibiendo la mayor cantidad de inversiones de la potencia asiática, es cuando Brasil ha iniciado la mayor cantidad de demandas antidumping contra China.
La realidad chino-brasilera alcanza otros problemas, igualmente. Y es que China se ha transformado en una de las más importantes fuentes de recursos de capital fresco para ser aplicados a actividades económicas brasileras, siguiendo el mismo patrón que Japón siguió hace cuatro díécadas.
Este año, el dragón asiático superó a Estados Unidos en inversiones dentro de los sectores productivos de la potencia latinoamericana, desplazando a quien llevaba la batuta como aportante de capitales foráneos. China asignó algo más de 9.000 millones de dólares a estas actividades en los seis primeros meses del año mientras que en 2009 , en el mismo período, solo llegaron 83 millones de dólares.
La realidad es que China tiene bastante menos que ofrecer que Estados Unidos o que Europa a la industria brasilera en materia de know-how o de transferencia de tecnología, pero China está decidida a jugar a la apuesta brasilera con fondos frescos, bien sea para inversiones nuevas o para la adquisición de empresas ya existentes. La razón es obvia y no es otra que el hambre china por asegurarse materias primas, productos básicos e insumos para su consumo interno y sus industrias.
Brasil, mientras tanto, está haciendo lo necesario para direccionar el interíés inversionista chino hacia actividades generadoras de valor para cambiar la perversa ecuación según la cual la mayor parte de las exportaciones brasileras a suelo asiático las conforman comodities , mientras importan de su socio chino manufacturas baratas que lesionan su industria.
Es cuestión de simple inteligencia de negocios y que cada actor consiga un esquema "gana-gana" que los chinos no practican demasiado bien. Si Brasil ha conseguido que sus exportaciones a Estados Unidos y a Europa sean mayormente manufacturas, deben poder diseñar una fórmula con los chinos que le permita a cada actor extraer igualmente provecho económico. La clave reside en que el nuevo gobierno brasilero emprenda una decisiva acción diplomática y consiga orientar el interíés capitalista chino hacia actividades mutuamente provechosas y los primeros ejemplos pueden encontrarse en los sectores de refinación petrolera y de producción de aluminio en donde ya han suscrito convenios globales Hu Jintao y Luiz Inácio Lula da Silva. A estos sectores podrían aplicarse las líneas de financiamiento que China ha puesto al alcance de Brasil, que asciende a 10.000 millones de dólares y que aún no han sido utilizados.
Esta es una tarea reservada a Dilma Roussef. Lula nunca tuvo interíés activo en casarse eficientemente con China.
Suerte en sus inversiones...