La mayor queja de las pymes españolas -junto a la morosidad de las administraciones- será la única salvación de bancos y cajas en 2011: el cierre aún mayor del grifo del críédito y el aumento de los diferenciales sobre el Euribor que les aplican. Así lo reconocen varias entidades, que, además, señalan a la clientela empresarial como la única susceptible de "apretarle" con los intereses para recomponer los maltrechos márgenes del sector financiero español.
Esta política viene obligada por las dificultades para obtener financiación y su encarecimiento, que reduce todavía más unos márgenes que ya están en caída libre en 2010. En esas circunstancias, es impensable el crecimiento del críédito y, por tanto, sólo se puede tratar de aumentar el margen en la cartera actual. Además, a las entidades les interesa reducir el tamaño de su activo para incrementar sus ratios de capital y para reducir su dependencia de la financiación externa (el famoso desapalancamiento).
Esta reducción todavía mayor del críédito y la subida de los diferenciales del mismo fue ordenada por Banesto a su red hace un par de semanas, según informaba Cinco Días. Y el consejero delegado de Sabadell, Jaime Guardiola, reconocía en un encuentro con periodistas que es inevitable aumentar los diferenciales para defender los márgenes, aunque no se mostraba convencido de que fuera a ocurrir lo mismo con las comisiones por la presión competitiva entre entidades.
Como es sabido, los márgenes de la banca se han reducido al mínimo (y en algunos casos han entrado en negativo), por dos efectos simíétricos. Por el lado de los costes, la financiación del sector se ha disparado por las tensiones en los mercados mayoristas -que ya estaban bastante caros antes de la crisis de la deuda soberana y sólo permitían emitir a siete entidades españolas- y por la guerra de depósitos. Además, el interbancario, que se había reabierto en verano, tambiíén se ha encarecido en las últimas semanas. Y el BCE, el único recurso para muchos, quiere que se reduzca la apelación y poner fin a la barra libre.
En el otro lado, los ingresos no crecen, puesto que no se concede nuevo críédito y el Euribor se mantiene muy bajo, con lo que la única alternativa es cobrar un diferencial mayor sobre esta referencia. Porque los bancos y cajas necesitan generar beneficios como sea para hacer frente a una morosidad que no ha tocado techo -aunque se haya ralentizado- y a unos activos inmobiliarios en balance que empiezan a ser ingentes. Ambos se han 'comido' casi toda la provisión geníérica que las entidades habían acumulado en los buenos tiempos, y ahora hay que hacer frente a los activos problemáticos con los beneficios, antes de tener que 'tirar' del capital.
Y ahí aparece otro problema que obliga a restringir aún más el críédito. Ante la ajustada solvencia de muchas entidades, la falta de confianza de los mercados y la dificultad para conseguir capital por parte de las cajas -bancos como BBVA y Popular ya han realizado ampliaciones, el primero en el mercado y el segundo en la red-, la única solución para muchos es reducir el tamaño del activo (principalmente críédito). Las ratios de capital se calculan dividiendo íéste por el activo; si íéste baja, la solvencia aumenta.
No todo el mundo puede aumentar los diferenciales
Ahora bien, esta política no es tan fácil de llevar a la práctica. Cerrar el grifo del críédito sí está al alcance de cualquiera; de hecho, hasta las entidades más solventes se tientan mucho la ropa antes de dar un nuevo príéstamo. Pero no ocurre lo mismo con los diferenciales. Si no hay críédito nuevo, los mayores tipos deben aplicarse sobre el viejo que se renueva, y eso sólo se puede hacer con las empresas. En el caso de una hipoteca, no se puede tocar diferencial durante 30 años; y como en el boom se daban con diferenciales de 0,35 o incluso 0,35 puntos sobre el Euribor, el margen es pírrico en estos momentos (aunque están los famosos 'suelos', que ayudan).
Por tanto, las entidades que tienen el panorama algo más despejado son las que cuentan con una clientela mayoritariamente de pymes; y ahí saca pecho el citado Guardiola. Por el contrario, las que tienen un mayor porcentaje de hipotecas son las que tienen menos recursos para salir del atolladero, y ahí la palma es para Bankinter; de hecho, el hundimiento de su margen de clientes es lo que acabó con su anterior consejero delegado, Jaime Echegoyen.
Ahora bien, apretar todavía más las tuercas a las pymes puede ser pan para hoy y hambre para mañana. Puede resolver el hundimiento de los márgenes a corto plazo, pero puede poner todavía en más apuros a unas empresas que ya están en graves dificultades, lo que a su vez puede desatar la tan temida segunda oleada de morosidad. Y eso sería mortal para la banca.