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Autor Tema: ¿Somos hoy todos keynesianos?...  (Leído 299 veces)

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¿Somos hoy todos keynesianos?...
« en: Junio 12, 2011, 10:02:13 am »
Por...  Adrián Ravier


Las ideas de John Maynard Keynes surgieron en el marco de la gran depresión de los años treinta. Entre los años 50 y 60 muchos economistas coincidí­an en afirmar "ahora somos todos keynesianos". Incluso Milton Friedman llegó a decirlo en 1965.
 
La nueva crisis revitalizó el pensamiento de Keynes y The Economist colocó a dos prestigiosos economistas a responder la gran pregunta: ¿Somos hoy todos keynesianos? De un lado Brad De Long, del otro Luigi Zingales.

¿Quíé respondieron?

 
La respuesta de Brad De Long
 
Se suponí­a que Brad De Long iba a defender la postura, pero pidió disculpas y afirmó que ya no, "hoy no somos todos keynesianos".
 
Por ejemplo, leyendo The New York Times encuentra que William Poole, ex presidente de la Reserva Federal de St Louis, considerando  que: "El gasto del gobierno no puede liderar el camino hacia una recuperación sostenida, debido a que su efecto de estí­mulo se verá compensado por anticipado con impuestos más altos y con la necesidad de financiar el díéficit".

En 1970 William Poole fue un keynesiano que daba por sentado que la polí­tica de díéficit y el gasto fiscal tení­an un papel adecuado y eficaz en la lucha contra las recesiones. Pero Poole no está solo.
 
Robert Barro, de Harvard University, dijo sobre la propuesta de estí­mulo fiscal de Obama: "Este es probablemente el peor proyecto de ley que se ha presentado desde la díécada de 1930. No síé quíé decir. Quiero decir que está perdiendo una enorme cantidad de dinero, que tiene una teorí­a simplista que no creo que funcione … No creo que vaya a expandir la economí­a … Va más en la lí­nea con tirar el dinero a la gente … Creo que es basura".
 
John Cochrane, de la Universidad de Chicago, agrega: "Nadie ha enseñado esto a estudiantes de postgrado desde 1960 … Son los cuentos de hadas que se han demostrado falsos. Es muy reconfortante en tiempos de crisis volver a los cuentos de hadas que escuchábamos cuando eramos niños, pero esto no los hace menos falsos". Cochrane agrega que "el gobierno emitirá bonos para pedir prestado, lo que significa que los inversores al comprar bonos del Tesoro de EE.UU. dejarán de invertir en acciones o productos, anulando el efecto de estí­mulo".
 
Edward Prescott, de la Arizona State University, quien ganó un premio Nobel de Economí­a en 2004 por su estudio sobre los ciclos económicos, hizo esta contribución: "Los economistas en el campo están profundamente divididos sobre la cuestión del estí­mulo federal … No síé por quíé Obama dijo que todos los economistas están de acuerdo en esto. Ellos no lo están".
 
Eugene Fama, de la Universidad de Chicago, declaró: "los rescates y planes de estí­mulo son financiados mediante la emisión de más deuda pública (¡el dinero debe venir de alguna parte!). La deuda, agregó, absorbe los ahorros que de otro modo irí­an a inversión privada,.. a pesar de la existencia de recursos ociosos, los rescates y planes de estí­mulo no agregan nada a los recursos actuales en uso. Acaban de mover recursos de un uso a otro".
 
De Long concluye que "el argumento de los señores Fama, Prescott, Cochrane, Barro, Poole y compañí­a es lo que los economistas llaman la Ley de Say. Es la afirmación de que las decisiones de aumentar el gasto, ya sea que vengan del gobierno o de cualquier otra persona, no pueden estimular la economí­a y aumentar el empleo y la producción porque la demanda debe ser creada por la oferta. Si el gobierno gasta, alguien más debe recortar sus gastos".
 
[…] "Así­ que ahora, no puedo decir que somos todos keynesianos. Lo más que puedo decir es que deberí­amos serlo".

 
La respuesta de Luigi Zingales
 
Y quíé podemos tomar de lo dicho por Luigi Zingales, quien se suponí­a defenderí­a una posición opuesta a la de De Long:
 
Se pregunta: "¿Quíé significa ’ser keynesiano’? Simplemente creer en el papel de los componentes de la demanda en la determinación de la producción total es una caracterización insuficiente. Un verdadero keynesiano difiere, en tanto que íél tambiíén cree que: 1) La polí­tica monetaria no es la herramienta más eficaz para estabilizar la economí­a y puede ser completamente ineficaz en algunas circunstancias (trampa de liquidez), 2) la polí­tica fiscal es eficaz y el gasto del gobierno es la herramienta preferida, 3) la intervención del gobierno funciona y las consecuencias a corto plazo son más importantes que las de largo plazo".
 
"Con esta definición en mente, hay cuatro formas en las cuales la afirmación ‘todos somos keynesianos’ puede ser interpretada. Propongo que la declaración es falsa en tres de cuatro de estas interpretaciones".
 
"La primera interpretación es que la profesión económica ha llegado a un consenso sobre las posiciones keynesianas. Esta declaración es definitivamente falsa. Si usted navega a travíés de los artí­culos publicados en la revista lí­der de la American Economic Association en 2008, verá que sólo uno de los 12 artí­culos que se ocupan de las cuestiones macroeconómicas (Código JEL E) soporta (aunque muy indirectamente) la idea de una polí­tica fiscal de expansión como una herramienta polí­tica. Un desequilibrio aún mayor está en el pináculo de nuestra profesión. Entre los 37 ganadores del premio Nobel de Economí­a en los últimos 20 años, cuatro recibieron el premio por sus contribuciones a la macroeconomí­a. Ninguno de ellos podrí­a ser considerado keynesiano. De hecho, es difí­cil encontrar trabajos acadíémicos que apoyan la idea de un estí­mulo fiscal".
 
"La segunda interpretación posible es que existe un consenso entre los economistas en que las causas de la crisis actual es keynesiana. Incluso en esta interpretación la declaración es falsa. No creo que ningún economista se atreverí­a a decir que la actual crisis económica de EE.UU. ha sido causada por subconsumo. Con cero de ahorro personal y un gran díéficit presupuestario del gobierno de Bush hemos tenido una de las polí­ticas keynesianas más agresivas en la historia".
 
"La adhesión a los principios de Keynes no sólo no evitaron el desastre económico actual, sino que incluso han contribuido enormemente a la causa. El deseo keynesiano de gestionar la demanda agregada, haciendo caso omiso de los costos a largo plazo, impulsado por Alan Greenspan y Ben Bernanke a mantener las tasas de interíés extremadamente bajas en 2002, impulsaron el consumo excesivo de las familias y la asunción de riesgos excesivos por parte del sector financiero. Más importante aún, ha sido la formación keynesiana de nuestros responsables polí­ticos lo que les ha llevado a ignorar el papel que desempeñan los incentivos en las decisiones económicas. La principal diferencia entre Keynes y la economí­a moderna es el íénfasis en los incentivos. Keynes estudió la relación entre los agregados macroeconómicos, sin ninguna consideración por los incentivos subyacentes que conducen a la formación de estos agregados. Por el contrario, la economí­a moderna basa todos sus análisis sobre los incentivos. En 1998, cuando el co-Fed coordinó el rescate de Long Term Capital Management, no se preocuparon por el impacto que esta decisión tendrí­a sobre los incentivos para asumir riesgos y la liquidez adecuada de precios. Cuando el señor Bernanke diseñó el rescate de Bear Stearns, no se preocuparon por el impacto que esta decisión tendrí­a sobre los incentivos de los otros bancos de inversión para aumentar el capital social a precios bají­simos. Cuando cambió de posición dos veces en el espacio de dos dí­as, dejando que Lehman caer, pero rescatando a AIG, no se preocuparon por el impacto que tendrí­a en la confianza de los inversores y los incentivos para invertir. Este es el comportamiento errático que ha asustado al mercado y ha creado la actual crisis económica: en una encuesta reciente el 80% de los estadounidenses declaran que tienen menos confianza de invertir en el mercado como consecuencia de la forma en que el gobierno ha intervenido”.
 
“Si los principios keynesianos y la educación son la causa de la depresión actual, es difí­cil imaginar cuál puede ser la solución. Por lo tanto, incluso la tercera interpretación que deben seguir las recetas keynesianas para combatir la actual crisis económica—es falsa. No discuto la idea de que algún tipo de intervención del gobierno puede aliviar las condiciones económicas actuales, y que una polí­tica económica keynesiana puede hacerlo. Con un díéficit de cuenta corriente que en 2008 fue de 614 mil millones dólares, un díéficit presupuestario que fue 455 mil millones dólares y los gastos militares de 731 mil millones dólares, es difí­cil argumentar que el gobierno no está estimulando la demanda lo suficiente. La crisis actual no es una crisis de demanda, es una crisis de confianza. El mal gobierno corporativo, junto con las polí­ticas del mal gobierno ha destruido al sector financiero, asustando a los inversores y congelando los príéstamos. Es como si una bomba nuclear hubiera destruido todas las carreteras de EE.UU., y afirmaran que para mitigar el impacto económico de un evento semejante, deberí­a invertir en los bancos. Es posible que con el tiempo haya un efecto goteo. Pero si el problema es de los caminos, lo que necesitamos es reconstruir los caminos, no subsidiar al sector financiero. Y si el problema es el sector financiero, se deseará solucionar este problema y no la construcción de carreteras”.
 
“La única interpretación en virtud de la cual la declaración en cuestión es cierta es que ‘nosotros’ el pueblo estadounidense y sus representantes elegidos sean todos keynesianos. El keynesianismo ha conquistado los corazones y las mentes de los polí­ticos y las personas comunes y corrientes, ya que proporcionan una justificación teórica para el comportamiento irresponsable. La ciencia míédica ha establecido que uno o dos vasos de vino al dí­a son buenos para su salud a largo plazo, pero ningún míédico recomienda a un alcohólico en recuperación seguir esta receta. Lamentablemente, los economistas keynesianos hacen exactamente esto. Le dicen a los polí­ticos, que son adictos a gastar nuestro dinero, que los gastos del gobierno son buenos. Y quíé decir a los consumidores, que se ven afectados por problemas graves de gasto, que el consumo es bueno, mientras que el ahorro es malo. En la medicina, tal comportamiento tendrí­a que ser expulsado de la profesión míédica; en economí­a, le ofrece un trabajo en Washington”.
 
Un 37 % de los lectores de The Economist que votaron en la encuesta afirmaron que Sí, que "hoy somos todos keynesianos". Un 63 % dijo que NO, que esta afirmación carece de sentido


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