Por... STEVEN R. HURST
WASHINGTON -- Una catástrofe financiera fue evitada cuando el Congreso aumentó el límite de endeudamiento del gobierno, con un acuerdo que mantendrá solvente a Estados Unidos hasta inicios de 2013.
Eso cumple una demanda del presidente Barack Obama, quien no quiso que el desastroso asunto volviera a presentarse durante su campaña de reelección.
Sin embargo, permanece afligido por partes de la ley aprobada que prometen peleas incluso más duras sobre el papel del gobierno, batallas que se reanudan este otoño y que pondrán al desnudo y harán más grande la amarga parálisis en la política moderna estadounidense.
Con el gobierno dividido -los republicanos vuelven a tener el control de la Cámara de Representantes- las iniciativas políticas de Obama permanecerán atadas de manos por el enorme poder que tiene el Tea Party, el ala conservadora del partido opositor.
Y estas son algunas razones:
Despuíés de semanas de sangriento combate político, el Congreso finalmente aprobó una iniciativa justo antes de que se venciera el plazo del 2 de agosto para aumentar el techo autoimpuesto de la deuda. Estaba en 14,3 billones de dólares. El acuerdo permite lo suficiente para endeudarse más -un total, por etapas de entre 2,1 y 2,5 billones de dólares- hasta principios de 2013, más allá de las elecciones presidenciales y legislativas de noviembre de 2012.
A cambio de esos incrementos, una acción de rutina en el pasado fue eliminada del presupuesto: los legisladores aceptaron 914.000 millones de dólares en recortes al gasto en una primera etapa. Luego un comitíé especial del Congreso, formado por seis demócratas y seis republicanos, deberán recortar entre 1,2 y 1,5 billones adicionales para finales de noviembre.
La idea es mantener el nuevo límite de endeudamiento en balance con las reducciones en el gasto, recortes que luego podrían complicar la reducción del díéficit del gobierno en una díécada.
Si el comitíé especial no puede llegar a un acuerdo para finales de noviembre, eso dispararía en automático los recortes al gasto por 1,2 billones de dólares, afectando al Pentágono y a otros programas nacionales.
Algo que agravará la monumental tarea de encontrar un terreno común entre los que probablemente serán equipos políticos de extremos opuestos del espectro, serán las elecciones por venir.
Los republicanos del Tea Party, elegidos bajo la promesa de reducir al gobierno y bloquear cualquier aumento en los impuestos, se enfrentarán con demócratas que insisten en que se debe aumentar la recaudación para anular los huecos existentes que benefician a los grandes corporativos y petroleras, así como a los estadounidenses más ricos.
Mientras los opositores políticos se preparan para reanudar la guerra de trincheras, los pronósticos para los próximos meses parecen incluir todavía más del rencor que ha dominado a Washington durante meses. Las dificultades económicas sólo solidificarán la parálisis.