Por... Juan Josíé Perfetti Del Corral
Tradicionalmente, las autoridades económicas le han dedicado ingentes esfuerzos al problema de la estabilización de los precios de los bienes agrícolas. Aunque por diferentes motivaciones, este asunto ha sido del interíés tanto de los países desarrollados como de los en desarrollo. Igualmente, las naciones democráticas y los regímenes dictatoriales lo han tenido como una de sus principales preocupaciones y áreas de intervención prioritarias.
Para los países desarrollados interesa intervenir los mercados agrícolas no sólo para garantizarles a sus productores unos determinados niveles de ingreso sino tambiíén por razones de seguridad alimentaria. En este caso seguridad alimentaria se entiende no sólo como el adecuado abastecimiento a la población sino tambiíén como, en un caso extremo, arma de dominio y control militar. En el momento en que se repitan eventos como los acontecidos en el mundo a principios del siglo pasado, la nación que disponga de suficientes reservas de alimentos tiene en sus manos un inmenso poder, pues la posibilidad de sobrevivencia del mundo dependerá de ella.
A travíés de la historia de la humanidad, las alzas exageradas en los precios de los alimentos, que generalmente han ido acompañadas de escasez y hambruna, han sido motivo de revueltas, guerras y derrocamiento de todo tipo de regímenes. Esto ha motivado a los gobiernos a crear diversos mecanismos tendientes a garantizar la oferta de alimentos y, por ende, a estabilizar sus precios.
Los mecanismos utilizados para estabilizar la oferta y los precios de los alimentos han sido variados. Entre ellos sobresalen las compras gubernamentales, el almacenamiento de reservas y el establecimiento de fondos de estabilización de precios.
Aunque hasta hace algunos años las intervenciones públicas eran muy generalizadas, en el presente las mismas han disminuido ostensiblemente. Diversas razones explican este hecho. Por ejemplo, los altos costos asociados a la compra y al almacenamiento gubernamental de alimentos, amíén de los hechos de corrupción que se generaban a su alrededor, han llevado a que los Estados dejen de intervenir y prefieran que, a travíés de mecanismos de mercado, se garantice el abastecimiento alimentario de la población.
Los fondos de estabilización de precios agrícolas, que se han aplicado a diversos productos, aunque en muchos casos han tenido como objetivo el autosostenimiento del fondo a travíés de la aplicación de instrumentos de retención de recursos en las íépocas de alzas de precios y de liberación en las de precios bajos, la realidad es que la gran mayoría de ellos han terminado liquidándose o requiriendo que el Estado les provea de recursos frescos para cubrir sus díéficits operativos.
El alza sistemática que han presentado los precios agrícolas a nivel mundial durante los últimos años, la mayor variabilidad en los mismos, la consolidación del fenómeno del cambio climático que hace más incierta la producción agrícola, y los mayores riesgos de presencia de hambrunas como la que viene ocurriendo en la zona del Cuerno de ífrica, han puesto sobre la mesa, de nuevo, la necesidad que tienen la comunidad internacional y los países individualmente considerados de aplicar mecanismos de intervención en los mercados con el propósito de garantizar la oferta y el abastecimiento de alimentos a nivel mundial.
Pareciera que, de nuevo, los países y las autoridades agrícolas van a tener que repensar la intervención en los mercados y los mecanismos más adecuados para, en casos de emergencia alimentaria o de situaciones extremas que afecten la producción de alimentos, se garantice una pronta regulación del flujo de los mismos.
La discusión que sigue muy seguramente deberá examinar si lo que debe prevalecer es una acción coordinada entre países o se deja que cada país tome su propia iniciativa. Igual, deberá definirse quíé mecanismos de mercado son los más adecuados y hasta dónde debe intervenir el Estado.