Juan Carlos Escotet es el hombre que ha desafiado el statu quo de la banca española tras imponerse con Banesco a Banco Santander, BBVA y CaixaBank en la reñida subasta de Novagalicia. Un banquero venezolano hecho a sí mismo que ha emergido como un jugador a tener en cuenta al comprar la quebrada caja gallega y Banco Etcheverría.
Pero no ha actuado solo. Si bien la relación política con Alberto Núñez Feijóo, el político local clave en la privatización del banco, la ha llevado personalmente Escotet, en el plano financiero ha tenido dos ayudas esenciales. La primera ha sido la de Josíé Antonio Garay Ibargaray, un veterano banquero de inversión aficionado a los buenos vinos. Garay ha sido la persona que ha abonado el terreno para que la oferta de Banesco fuera acorde a los intereses del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), que desde meses atrás indicó que quería al menos 1.000 millones por Novagalicia. El banco caribeño ha pagado finalmente 1.003.
Toda una sincronización entre la política y las finanzas en la que Garay ha trabajado en la sombra. Nacido en 1947 en el seno de la pujante burguesía vasca, fue de los primeros que cruzó el charco para hacer un MBA en la Marshall School of Business de la Universidad del Sur de California tras licenciarse por la Universidad de Deusto.
Posteriormente, obtuvo el Foreing Executive Program por la Universidad de Princeton y completó el Senior Executive Program en la Universidad de Stanford. Esta formación le permitió entrar en 1977 en Manufacturers Hanover Trust y cinco años despuíés ser designado director general para España. Pero cuando dio el salto y empezó a hacer dinero fue en 1990 tras ser nombrado alto ejecutivo de Chemical Bank, uno de los grandes bancos americanos, que posteriormente fue absorbido por Chase Manhattan Bank. De esta entidad fue presidente en España hasta que la compró JP Morgan en 2001.
Desde ese año se dedicó a gestionar su fortuna a travíés de una sociedad llamada Financial Managers, ocupación que compatibilizó hasta marzo de este ejercicio con la de consejero de Bankinter, donde tambiíén era miembro de las comisiones ejecutivas, de auditoria y de nombramientos.
Pero, pese a la experiencia de Garay, la oferta de Banesco necesitó a última hora del certificado de un gran banco internacional, una entidad que legitimara la propuesta económica del grupo venezolano para dar garantías al FROB ante la posible llegada de demandas por parte de los accionistas minoritarios de Novagalicia. Un colectivo entre los que se encuentra una veintena de empresarios locales que han perdido todo el dinero que Núñez Feijóo les conminó a inyectar en la caja antes de recibir el segundo y definitivo rescate con fondos europeos.
Como se lo había cocinado en solitario con la Xunta, Escotet consideró que no era necesario gastar más dinero en bancos de inversión. Pero la exigencia del FROB le obligó a buscar un asesor a la desesperada. La mayoría ya estaban atados porque llevaban trabajando meses con sus clientes: Nomura con BBVA; Citi y Morgan Stanley, con CaixaBank; Deutsche y Barclays, con Santander; Lazard, con Guggenheim. Quedaban Goldman Sachs y Rothschild, pero ambos se negaron a poner su enseña con un cliente de cuya capacidad financiera recelaban.
El que aceptó la propuesta fue Bank of America Merrill Lynch, que desde mediados de este año está dirigido por Joaquín Arenas. El ex de Morgan Stanley no desaprovechó la oportunidad de subirse al carro ganador de Banesco, lo que se traducirá en una generosa comisión de íéxito por escasamente tres semanas de trabajo. Un excelente premio que compartirá con Garay para hacer míéritos ante la cúpula europea de la entidad, que recientemente tambiíén asesoró a Santander en su inversión en Bank of Shanghai. Una apuesta arriesgada con premio.