El Ayuntamiento de Barcelona dictó 24 órdenes de cese para 35 apartamentos turísticos ilegales. Es el primer gran golpe tras las protestas de las últimas semanas, pero según adelantó el regidor, Xavier Trias, no será el último. La patronal hotelera denuncia que hay aún medio millón de pisos irregulares.
La reacción del Ayuntamiento de Barcelona es la más significativa desde la multa de 30.000 euros que la Generalitat impuso a la multinacional norteamericana Airbnb por publicar anuncios de apartamentos ilegales. Y aunque estamos a finales de la temporada, en el sector creen que podemos estar ante un cambio de actitud. Las protestas vecinales en lugares como Barcelona han sido muy notorias, y la presión para legislar empieza a ser muy fuerte. Y necesaria. Los expertos del sector se quejan de que hay un serio problema con la regulación. Hay municipios que la tienen avanzada y más o menos clara; otros, que no; y lugares en los que, de un lado al otro de la calle, cambia. Por eso piden más coherencia que prisa y escuchar a las partes.
¿Es un problema el auge de estos pisos? Para los viajeros, no, pues en los últimos años se ha disparado la oferta, tanto de los reglados como de los regulares. Para la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat), uno enorme. Y_para la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos (Fevitur), depende.
Según los cálculos de Cehat, hay medio millón de viviendas vacacionales ilegales. El usuario, al contratar por internet, no sabe la situación del piso, y se puede ahorrar entre un 30 y un 50% del corte en algunos casos en las zonas más solicitadas.
En la presentación de un manifiesto hecho público el mes pasado, en el que denunciaban la situación actual, el presidente de la patronal de hoteleros, Joan Molas, precisaba que si bien en nuestro país hay 1,4 millones de plazas regladas, en internet se anuncian y ofrecen más de dos millones. Un desajuste que a su parecer destroza los ingresos del sector y afecta a las cuentas públicas.
Molas, apoyándose en datos de Frontur, ve sospechoso que de los 23 millones de turistas que llegaron a España entre enero y mayo, un 17% se quedara en «viviendas de amigos y familiares». Molas, y su organización, creen poco probable que los visitantes «tengan tanto amigos» aquí.
Pablo Zubicaray, presidente de Fevitur, la Federación Española de Asociaciones de Viviendas y Apartamentos Turísticos, ve las cosas de forma muy diferente. Para empezar, denuncia que «nadie tiene un número concreto porque no hay un estudio bien hecho», por lo que las estimaciones de los hoteleros les «parecen demagógicas». Si tuviera que dar una cifra, señala tras muchas dudas, «no pasan en ningún caso de 150.000. Y en esa cantidad habría que incluir decenas de miles en las que el periodo de ocupación es muy corto, de pocas semanas al año, por lo que ni entraría en consideración en algunas de las regulaciones que se barajan».
Fevitur coincide en quejarse de los ilegales, pero asegura que «decir que nadie paga es tremendamente demagógico. Donde se han dado las condiciones normativas para licencias, el porcentaje altísimo de los que están pagando todo es una realidad». Para ellos, el verdadero problema es que el lobby hotelero quiere poner unas barreras de entrada para nuevos competidores. Y defiende que para los pisos, debería bastar con la licencia de primera ocupación o la cíédula de habitabilidad. «Para obtener esos documentos se piden muchas normativas. Y_si es seguro para una familia española, ¿por quíé no va a serlo para una de veraneantes?».
Almudena Ucha, del portal Rentalia, explica que «hay ayuntamientos que no dan licencias, así que aunque los propietarios de viviendas quieren regularizar, no pueden». Ucha cree que se está poniendo como máximo culpable al lugar donde se aloja el turista desnudo que entra en un supermercado. A pesar de que nadie sabe dónde se queda esa gente. «Los mayores conflictos son por el turismo masificado. Barcelona tiene 1,6 millones de habitantes y recibe ocho millones de turistas en su tíérmino municipal. í‰se es el problema, no dónde duermen», añade.
