AMSTERDAM - En el futuro, probablemente se hable de la Gran Crisis de la Tortilla Mexicana como el momento en que el etanol comenzó a perder fuerza.
Sea o no cierto, en ese momento se empezó a achacar a los biocombustibles el aumento en los precios de los alimentos. El uso de maíz para hacer combustibles en lugar de harina, y el consiguiente aumento de los precios de la harina, pusieron a las tortillas fuera del alcance de los sectores más postergados de Míéxico.
Dos años despuíés, se está buscando la forma de que el maíz vaya a parar a los estómagos de la gente y no a los tanques de gasolina. Los biocombustibles del futuro probablemente no deriven de alimentos, sino del cíésped que crece a los costados de las carreteras, así como de los tallos que quedan luego de las cosechas de los cereales, los basurales y los sobrantes de las comidas.
La pequeña empresa productora de biocombustibles de Carlo Bakker, World Mobile Plants, ha dejado de usar vegetales alimenticios. Dice que su diminuta refinería, montada sobre un camión, recorre Sudáfrica haciendo biocombustibles a partir de aceite de cocina descartado, semillas de girasol o una mata llamada jatropha, que crece en tierras baldías y requiere poca agua. Bakker dice que piensa usar en el futuro los desechos orgánicos de las viviendas.
La refinería móvil de Bakker puede producir más de un millón de litros (260.000 galones) por año, que vende a casi un dólar por litro, el mismo precio del diesel.
"No competimos con la cadena de alimentos", declaró Bakker durante una conferencia sobre biocombustibes en Amsterdam. "Buscamos la oportunidad no sólo de ganar dinero sino de ayudar a la gente".
Numerosos gobiernos promovieron el uso de combustibles alternativos en los últimos años para aliviar la dependencia del petróleo importado. Pero ahora se está analizando más detenidamente el uso de productos alimenticios para hacer combustibles. Despuíés de todo, los productores de biocombustibles tambiíén se vieron afectados por el aumento de los precios de los granos.
"Se quemaron. No quieren volver a vivir una experiencia como esa", declaró Vicky Sharpe, directora de Sustainable Development Technology de Canadá, que administra los mil millones de dólares que el gobierno canadiense destina a tecnologías limpias.
Universidades y laboratorios están invirtiendo millones de dólares en la búsqueda de formas de aprovechar maderas o excremento de animales para producir etanol, lo que eliminaría su dependencia del volátil mercado de alimentos.
"Se pasará a una segunda generación de biocombustibles, que use desechos. Dejará de existir el debate alimentos vs. combustible", sostuvo Sharpe. "Son cosas que, de otro modo, hubieran sido desperdicios".
La tecnología para la segunda generación de biocombustibles es muy nueva y Sharpe dice que pasarán años antes de que sea usada por plantas comerciales.
Los precios de los alimentos subieron marcadamente en los últimos tres años, hasta alcanzar su techo en junio. Antes de que empezasen a ceder, el Banco Mundial dijo que los precios del maíz se habían triplicado desde enero del 2005.
Algo parecido sucedió con el arroz y el trigo.
Los pobres de todo el mundo protestaron, diciendo que pasaban más hambre que nunca. Estallaron disturbios en 18 países, desde Bangladesh hasta Haití. Unos 75.000 mexicanos desfilaron en la capital, acusando al gobierno de robarles sus tortillas. Algunos países prohibieron la exportación de granos para acumular existencias.
La cosecha mundial de granos llegó a un nivel sin precedentes el año pasado, 2.300 millones de toneladas. Pero la demanda siguió aumentando, no solo para su uso en biocombustibles sino tambiíén para alimentar animales y satisfacer una dieta que cada vez incluye más carne en la India y en China.
El impacto de los biocombustibles en los precios de los alimentos es algo debatible. El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos dijo que los biocombustiles generaron un aumento de solo el 3% en los precios de los alimentos mundiales. Agregó que el verdadero causante de los incrementos fueron los precios del petróleo, que ocasionaron aumentos en los costos de los fertilizantes y de transporte, combinados con una agua caída en el valor del dólar.
En el otro extremo, el Banco Mundial emitió un informe en junio según el cual entre el 70 y el 75% del aumento de los precios fue causado por los biocombustibles y su impacto en las existencias de granos, las vetas a la exportación y la especulación.
"La baja de los precios en los últimos meses es escaso consuelo para los millones de personas que todavía deben pagar precios altos y reducir la cantidad de alimentos nutritivos que consumen", señaló otro informe del BM en octubre.
Las políticas energíéticas incidieron en todo esto. La Unión Europea dispuso el año pasado que para el 2020 el 10% de los combustibles contengan mezclas de origen biológico, en tanto que Estados Unidos se fijó el objetivo de producir 36.000 millones de galones (140.000 millones de litros) de etanol para el 2022, comparado con los 6.500 millones de galones del año pasado, que consumieron una cuarta parte de la cosecha de maíz que hubo en el país.
La UE está reconsiderando su orden y tambiíén hay campañas para replantear los objetivos de Washington.
Algunos productores dicen que se comete un error al agrupar a todos los biocombustibles como si fueran iguales.
"Hay que analizarlos separadamente", afirmó Uwe Jurgensen, presidente de la Asociación de Productores de Biocombustibles de Holanda.
La gigantesca industria de etanol brasileña, por ejemplo, usa caña de azúcar cultivada en el 1% de la tierra fíértil del país y tiene limitado impacto en el precio del azúcar.
El biodiíésel, el biocombustible preferido en Europa, deriva mayormente de colza cultivada en tierras en desuso, según Jurgensen. Solo el 40% de la colza es convertida en biodiíésel y el resto en utilizado para alimentar animales.
Responsabilizar a los biocombustibles por el aumento de los precios de los alimentos "fue algo fácil. Uno come o maneja. Pero si uno analiza el tema más detenidamente, eso no es así", afirmó Jurgensen.
Peter van der Gaag, director de la firma BER-Rotterdam, está de acuerdo. La empresa está construyendo una planta para convertir 350.000 toneladas de trigo al año en gas y etanol.
Van der Gaag dijo que solo el 2% a 3% de la producción mundial de trigo es destinada al etanol. ¿Quíé impacto puede tener en los precios del pan?, preguntó.
"Los biocombustibles no son los culpables de la pobreza, pero es fácil para los ambientalistas hablar mal de los biocombustibles", señaló.
De hecho, los ambientalistas tienen sus dudas incluso de los biocombustibles que no derivan de alimentos y que consumen poca agua, pero a veces usan plantas cultivadas en tierras fíértiles.
"Si los combustibles derivan de plantas cultivadas en tierras infíértiles, eso sería algo bueno. Pero hay que analizar el tema con cautela", dijo Frauke Thies, militante de Greenpeace que lucha por fuentes de energía renovables. "No nos oponemos a los biocombustibles por principio, pero las prácticas actuales no son sustentables", aseguró.
Los científicos que trabajan en la segunda generación de biocombustibles dicen que seguirán usando cultivos alimenticios por mucho tiempo, porque tienen subsidios gubernamentales