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Autor Tema: Vivir en barrios económicamente diversos ayuda a los jóvenes latinos a ser más..  (Leído 46 veces)

OCIN

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CityLab



Un estudio en Denver demostró que, cuando los hispanos de bajos ingresos conviven con personas de más altos recursos, tienen más probabilidades de rendir mejor en sus estudios.
 
Desde que el sociólogo William Julius Wilson examinó la pobreza creciente en vecindarios urbanos afroestadounidenses en su revolucionario libro de 1987 — The Truly Disadvantaged o Los verdaderos desamparados—, los acadíémicos han estudiado ávidamente los efectos de la geografí­a en los residentes pobres de ciudades. Investigaciones recientes sobre un programa de vivienda pública en Denver agrega más datos a este conjunto de estudios, al ofrecer conclusiones sobre los beneficios de diversidad económica en vecindarios para los jóvenes afroestadounidenses y latinos de bajos ingresos.

Junto a sus coautores, George Galster —profesor de Asuntos Urbanos en la Universidad Estatal Wayne— seleccionaron al programa de Denver porque asigna familias de bajos ingresos a una variedad de vecindarios. “La mayorí­a de las jurisdicciones colocan la vivienda pública en edificios de departamentos construidos a gran escala [y ubicados en] vecindarios necesitados”, dice Galster. “Denver tiene un poco de eso, pero es más probable que se asignen a familias a otras zonas, desde suburbios ricos a todas las zonas entre esos extremos”.


Esto significó que Galster y sus colegas pudieron obtener una idea de cómo diferentes ambientes afectan a los residentes jóvenes. Examinaron elementos de los vecindarios como el nivel de ingreso, la tasa de empleo y la prevalencia del crimen, y condujeron entrevistas extensas con los beneficiarios del programa.

Aunque los hallazgos muestran variaciones en cuanto a beneficios para los jóvenes afroestadounidenses frente a los jóvenes latinos, Galster asevera que, teniendo todo en cuenta, estos jóvenes benefician de vivir en vecindarios económicamente diversos. “Está claro que los jóvenes latinos y afroestadounidenses tienen mejores resultados en varias medidas cuando los rodean personas de un estatus laboral más alto”, dice.

Entre estas medidas que mejoran están el desempeño acadíémico en la escuela primaria y secundaria, tal como el promedio escolar y la probabilidad de que tengan que repetir un grado. Por ejemplo, un estudio encontró que los adolescentes de raza negra y latinos que viven en vecindarios con un estatus laboral más alto tienen menores probabilidades de abandonar los estudios. Esto fue particularmente cierto para latinos. Otro estudio demostró que en tales vecindarios, adultos jóvenes —particularmente afroestadounidenses— tienen menores probabilidades de recibir asistencia pública.

Los hallazgos de Galster tambiíén demuestran que la desgregación de clases socioeconómicas tiene más fuerza que la desgregación racial para mejorar las vidas de jóvenes afroestadounidenses y latinos. “Eso no quiere decir que la segregación racial no sea importante”, dice. “La dinámica racial tambiíén funciona para crear ambientes inferiores. Pero concentraciones de privación entre cualquier raza es el mayor enemigo”.

Las investigaciones de Galster tienen una importancia particular porque discrepan de muchos estudios con el tema de “mudarse hacia la oportunidad”. Estas últimas se basan en datos del programa gubernamental de 1994 del mismo nombre, el cual les dio vales especiales a familias viviendo en algunas de las planificaciones urbaní­sticas más pobres de Baltimore, Boston, Chicago, Los íngeles y Nueva York. Con esos vales, esas familias pudieron mudarse a zonas de menor pobreza durante un año.

Muchas de estas investigaciones encontraron poca correlación entre la mudanza y los resultados para jóvenes en cuanto a educación y luego el empleo (sin embargo, estudios más recientes muestran resultados educativos y laborales positivos a largo plazo para niños que se mudaron a un vecindario de baja pobreza antes de la edad de 13).

Los estudios de Galster tambiíén tienen implicaciones para las polí­ticas de vivienda. Por ejemplo, íél dice que el programa de vales de sección 8 —el cual provee vales a las familias de bajos ingresos para que puedan conseguir mejores departamentos en lugares de su elección— no les da a estas familias suficiente motivación para mudarse a zonas bajas en pobreza.

“Las personas se mantienen cerca de sus vecindarios originales debido a sus redes sociales, las cuales a menudo proveen cuidado de niños o porque necesitarí­an un auto [si se mudaran a] otro vecindario y no lo pueden costear”, dice Galster. “Podemos aliviar estas cargas al agregar incentivos como un auto usado o vales para el cuidado infantil profesional”.


Galster agrega que el Low Income Housing Tax Credit o Críédito Fiscal de Vivienda para Personas de Bajos Ingresos —una herramienta utilizada por el gobierno federal para construir vivienda asequible a lo largo del paí­s— con frecuencia se dirige hacia vecindarios más pobres (a pesar que la Corte Suprema falló en 2015 que el críédito no se puede usar solamente en comunidades de bajos ingresos o en comunidades mayoritariamente de minorí­as). “La vivienda asequible se dirige hacia los vecindarios pobres bajo la creencia errónea de que esas áreas tienen la mayor necesidad”, dice Galster. “Sí­, ¿pero es recomendable limitar obligatoriamente a las personas a esa geografí­a? Yo pienso que no. Debemos cambiar la dirección”.

Sin embargo, estos cambios potenciales de polí­ticas —por muy basadas en investigaciones y argumentadas convincentemente que estíén— enfrentan una ardua batalla para ganar terreno con la nueva administración y Congreso. Por ejemplo, mi colega Kriston Capps reportó en enero que probables reducciones en tasas impositivas corporativas ya han causado a inversionistas a limitar sus inversiones en el Lower Income Housing Tax Credit, lo cual significa que menos unidades asequibles sumamente necesitadas serán construidas. En tales circunstancias restringidas, es probable que los esfuerzos de ajustar la dirección del críédito quedarán en segundo plano despuíés de simplemente luchar por sostener el programa como tal.


Además, Capps recientemente reportó que documentos presupuestarios preliminares indican que la administración Trump quizás corte drásticamente el presupuesto del Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano (HUD por sus siglas en inglíés): la reducción será de unos 6,000 millones de dólares, dando por resultado un 14% menos del nivel actual de financiamiento. Si bien esto es una oportunidad para que Ben Carson, secretario del HUD, luche por el departamento y para los programas que ayudan a mantener a las familias pobres a tener un techo, las opiniones de Carson sobre la desigualdad de vivienda no prometen mucho.

“Carson no cree en la geografí­a de la oportunidad. En cambio, íél suscribe a la idea de que todos pueden levantarse por sí­ solos con trabajo arduo, sin importar donde vivan”, dice Galster. “No será muy solidario que digamos con los tipos de ideas que se encuentran en mis investigaciones”.


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