Despuíés de 30 minutos de gimnasia, fisiológicamente, el cuerpo de una persona se transforma. El organismo presenta cambios que no ocurrirían sin esa media hora de ejercicio y que se traducen en varias consecuencias deseables que van desde las calorías quemadas hasta el buen humor. Ahora, si ese tiempo de ejercicio se hace en medio de la rutina laboral, el trabajo tambiíén será favorecido de forma importante.
Así lo determinó un estudio de la Universidad de Bristol, Gran Bretaña, que hizo una prueba con 200 voluntarios empleados de la misma casa de estudios, de una compañía de pensiones y de una empresa de informática. Todos ellos se inscribieron en un gimnasio o en clases de gimnasia otorgadas en el mismo establecimiento y a la hora de almuerzo. Así se midieron sus tiempos, la frecuencia y la intensidad que elegían, aunque la mayoría optó por hacer ejercicio de intensidad moderada o fuerte y por 45 minutos.
La condición fue que dos veces a la semana, al terminar el día laboral, debían llenar un cuestionario concerniente a su productividad en el trabajo. El 72% informó que la actividad física durante su hora de almuerzo mejoraba su manejo del tiempo durante la jornada laboral, mientras que el 74% dijo que su gestión en el volumen de trabajo fue superior, publicó <i>La Tercera</i>.
En tanto, 79% manifestó que su rendimiento mental y relaciones con sus colegas de trabajo se veían potenciados. Además, 27% manejó mejor el estríés en días en que hacían ejercicio, 41% se sintió más motivado al trabajar y 25% trabajó sin interrupciones no programadas.
Bienestar y productividad
La productividad es la consecuencia de un bienestar general del cuerpo en el que influyen varios sistemas del cuerpo humano. Según Rafael Gutiíérrez, míédico y deportólogo de la Clínica Meds, el deporte favorece la liberación de inmunoglobina, un anticuerpo que protege al organismo de agentes patógenos y que aumenta sus defensas, impidiendo que el cuerpo se enferme. El sistema respiratorio tambiíén beneficia porque el ejercicio mejora el torrente circulatorio de la sangre y el oxígeno llega con más facilidad a los pulmones, permitiendo que, a nivel celular, se produzca más energía.
La vasodilatación de las arterias regula la presión sanguínea y, dado que una alta presión es sinónimo de dolores de cabeza, mareos, zumbidos en el oído o enrojecimiento del globo ocular, con el ejercicio se evitan todos estos síntomas.
Pero no sólo la persona se enferma menos, tiene menos energía y una presión sanguínea adecuada, sino que además su cerebro trabaja mejor. Esto se debe a la endorfina, un neurotransmisor que permite la conexión entre las neuronas, produciendo la sinapsis y haciendo que la información llegue de una cíélula nerviosa a la otra. "Pero no se trata de ejercitar cualquier neurona, sino de las que tienen relación con la parte positiva del cerebro", explica Gutiíérrez.
El especialista indica que la endorfina ejercita las redes neuronales creadas en nuestro cerebro y que representan sensaciones de satisfacción, alegría o bienestar. Son las neuronas que componen estos pensamientos o conductas las que tienen los receptores para este neurotransmisor, y por eso la sensación de bienestar.
MáS TOLERANCIA AL ESTRíéS
La investigación de la U. de Bristol tambiíén evidenció que un 79% de las personas decía tener un mejor desempeño mental y las interacciones con el resto eran mejores en los días que se ejercitaban. Este mejoramiento encuentra su explicación la liberación de endorfina. "íéstas provocan sensación de placer y eso hace tolerables muchas más cosas", comenta Ricardo Cauas, sicólogo deportivo.
"Es como un deportista de alto rendimiento: cuando compite con una lesión, íél lleva al extremo la capacidad de soportar el dolor y logra hacer más elástica su tolerancia al dolor", ejemplifica, aludiendo a que lo que sucede en la oficina es similar, pues la persona que se ha ejercitado se siente en mejor pie para las contingencias laborales y va aumentando la tolerancia a los problemas y la confianza en que puede solucionarlos.
Además, el ejercicio genera autoestima, porque la persona es capaz de hacer el ejercicio, más todavía si esta actividad tiene metas.