Desde la Segunda Guerra Mundial la economía global no vio una recesión tan fuerte y rápida como la ocurrida durante el 2009. Si bien la crisis financiera estalló en setiembre del 2008, con la caída del banco de inversión Lehmann Brothers, fue el presente año —principalmente durante el primer semestre— cuando el vendaval de la recesión afectó a las economías occidentales más estables.
Según el informe anual del Fondo Monetario Internacional, el PBI mundial retrocedió durante el último trimestre del 2008 y el primero del 2009 en 6%, con un impacto mayor para las economías avanzadas a causa del estríés financiero y del deterioro de los mercados de vivienda.
Los países con una marcada dependencia de las exportaciones de manufacturas, como los de Asia oriental, Japón, Alemania y Brasil se vieron vapuleados por la caída de la demanda en sus principales mercados. Por su parte, ífrica, Amíérica Latina y el Oriente Medio sufrieron a causa del colapso de los precios de las materias primas, la caída de la demanda por sus exportaciones, la disminución de las remesas y de las entradas de capital extranjero.
Según el Banco Mundial, la respuesta de los gobiernos fue rápida, pero no logró contener la caída, por lo que se tuvieron que desplegar estrategias innovadoras para suministrar liquidez a las economías: Alemania, China, Corea, EE.UU., Japón y el Reino Unido emprendieron ambiciosos programas de estímulo fiscal a fines del 2008, cuyos impactos reciíén se empezaron a sentir en el segundo y tercer trimestre del 2009.
Para países como Francia, Alemania y Japón, la recuperación llegó entre abril y junio. Por su parte, EE.UU. reciíén obtuvo un crecimiento de 0,7% en el tercer trimestre, lo que le permitió anunciar que la economía ya habría tocado fondo. Sin embargo, la suerte no acompañaría aún a economías como Grecia y España, cuya recuperación aún no está tan próxima y podría generar un retroceso en los demás países. Según el Banco Mundial, la incógnita deberá resolverse a mediados del 2010.