Brasil esconde las favelas del circuito
Manuel Franco | 07/11/2010
Son sólo dos edificios, pintados de blanco y con un par de franjas verdes, pero sirven para crear otra realidad. Igual que los carteles publicitarios. Cuentan que el presidente Lula, aún lo es porque Dilma Rousseff no ha sido investida, echaba la vista para otro lado cada vez que veía las favelas en los alrededores de Interlagos. No podía verlo. El hombre que ha conseguido el Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos de 2016 no ha logrado, sin embargo, erradicar esas casas amontonadas que crecen como plagas bíblicas en los barrios de las grandes ciudades. Y Sao Paulo es la mayor, con casi 19 millones de habitantes es la cuarta urbe del planeta tras Tokio, Ciudad de Míéxico y Nueva York. El tráfico ofrece la verdadera medida de la palabra atasco, se pueden tardar una hora en recorrer cinco kilómetros.
Desigualdad.
Y es una metrópoli de contrastes, donde conviven sin apenas distancia rascacielos infinitos y casas de cartón, la clase media es una utopía. La Policía está en todas partes, quieren evitar atracos como el que sufrió hace años la jefa de prensa de Toyota que llegó al trazado con los cristales rotos, el coche lleno de casquillos de bala y el corazón al límite. Ahora, en los semáforos, sólo hay vendedores ambulantes. La situación ha mejorado... pero poco.
Las favelas siguen existiendo. En uno de los programas de mejora de la vida social de Lula construyeron dos grandes edificios y algunos de los que sufrían la miseria cambiaron de casa. Pero detrás continúa la pobreza que crece como si de un virus se tratara. Interlagos es un barrio de clase baja, pero no el más miserable de Sao Paulo. Jardim Angela o Capao Redondo tienen ese lamentable título y el centro de la ciudad es un constante trasiego de fumadores de crack. Según la ONU, entre 2002 y 2010 se ha reducido en un 16% los habitantes de favelas en Brasil, ahora son seis millones. ¿Menos que antes? No, están ahí, tras los carteles. Pero ahora se ven menos.