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Autor Tema: El sí­ndrome prepago...  (Leído 234 veces)

OCIN

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El sí­ndrome prepago...
« en: Diciembre 19, 2010, 12:46:42 pm »
Por...  Elbacíé Restrepo

No. No es lo que están pensando. Dejemos quietas a esas muchachas y ocupíémonos hoy de otro tema bien distinto, aunque tambiíén muy doloroso.

El sí­ndrome prepago, o mejor quíé pago, es el conjunto de sí­ntomas caracterí­sticos de la enfermedad más común de todas cuantas se conozcan: la "limitación monetaria permanente", tambiíén conocida como estrechez, necesidades básicas insatisfechas, penurias y pobreza extrema, en el lí­mite de la miseria. El malestar es tanto fí­sico como emocional y suele incrementarse el dí­a del pago. La manifestación más común es la indecisión: ¿mercar o pagar los servicios?

El sí­ndrome es sufrido en Colombia por aproximadamente cuatro millones de trabajadores que devengan el salario mí­nimo, siempre bienvenido, obvio, pero no aumenta, no estira, no alcanza y no hace milagros.

Tambiíén afecta, y muy duro, a la clase media. No lo sufren porque no les pagan, pero agonizan sin remedio, los que viven más tirados que a la jura, porque no pertenecen a la nómina de ninguna parte.

Son inmunes los altos ejecutivos de las grandes compañí­as, que no tienen que pensar en minucias; los mafiosos y los negociantes ilegales, que les llueve a diario, y no precisamente agua.

Duele y deprime la impotencia de no saber cómo ni con quíé solucionar las necesidades apremiantes. El "paciente" experimenta una sensación de angustia que se manifiesta en la boca del estómago y produce desaliento. Se amarga la saliva y las palabras no fluyen. La sonrisa no aparece y el ceño fruncido se congela. El cerebro procesa todo el tiempo obligaciones vs capital disponible, pero el resultado siempre arroja saldo en rojo y la mirada denota una preocupación directamente proporcional a la diferencia.

El sueldo mensual tiene que repartirse entre muchos gastos fijos: el mercado, el arriendo o la cuota de la casa; los pasajes; los servicios públicos; los abonos a las deudas, porque ah poquitos que no las tienen; la educación, la recreación, que no deberí­a ser un lujo; y los imprevistos, que no faltan. Entonces se compra menos leche, mucho arroz, cero frutas y? ¡recuerdos a la carne!

El incremento del salario mí­nimo -quíé risa- es una payasada que deberí­a obviarse. El tutainazo decretado para la clase trabajadora nunca sube, y nunca subirá, del inicuo 3 por ciento, por razones económicas y tíécnicas que un corazón angustiado no puede entender, pero sí­ entiende que esta sociedad está diseñada para producir riqueza y acumularla en manos de quienes ya la tienen.

A propósito del tutainazo, se me atraviesa una espina en la garganta: ¿quíé razón hay detrás de la fecha de las negociaciones del mí­nimo? ¿Por quíé en diciembre? Debe ser porque los trabajadores están adormecidos con la prima, las vacaciones y el aguinaldo, pero cuando se acaba el dulce, que dura lo mismo que un estornudo, vuelven a poner los pies sobre la tierra y aparece otra vez la realidad con sus dolores, angustias y necesidades. ¿Y los representantes gremiales? Ah, bien, muy acomodados, gracias. Así­ no hay medicamentos que valgan ni sí­ndrome que se cure.

Suerte en su vida, la vamos a necesitar...


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...