Por... Juan Mayr Maldonado
La crisis japonesa ha prendido todas las alarmas a nivel mundial. La terrible tragedia de las víctimas del tsunami ha pasado a un segundo plano ante la preocupación que han despertado los daños en los reactores de la planta nuclear de Fukushima. El mundo está alerta ante una eventual catástrofe nuclear, y sus impactos políticos además de los económicos, ya empiezan a verse.
En el debate global la energía nuclear ha sido considerada por muchos gobiernos como uno de los sustitutos a los combustibles fósiles, principales causantes del cambio climático global. Sin embargo, esta posibilidad debe ser cuidadosamente evaluada. Fukushima ha revivido la tragedia nuclear de Chernóbil en 1986, cuando la explosión de uno de sus reactores generó una contaminación que se extendió por varios países europeos y cerca de 135.000 personas tuvieron que ser evacuadas en un área de 155.000 km² alrededor de la planta. Los suelos y alimentos fueron contaminados y el cáncer de tiroides, particularmente en la población infantil, en Rusia, Ucrania y Bielorrusia se elevó a cifras nunca antes vistas.
En la actualidad existen a nivel mundial 443 reactores nucleares en operación y 220 más están en proceso de ser construidos. Francia cuenta con 58 plantas nucleares que surten el 82% de la energía total de ese país, mientras China, que ha aumentado su demanda de energía en 320% desde 1971 y es hoy en día el mayor consumidor a nivel mundial y principal emisor de gases efecto invernadero, cuenta con 13 plantas y tiene planeada la construcción de 77 más en los próximos años. Estados Unidos ha construido 104 plantas que surten tan solo el 8% de su demanda energíética y tiene prevista la construcción de dos más. Este tipo de tecnologías se inició hace cerca de cuarenta años y ha sido mejorada a lo largo del tiempo; sin embargo, accidentes como los de Chernóbil y ahora el de Japón ponen una vez más sobre la mesa los enormes riesgos de este tipo de soluciones. Además del debate energíético, el debate militar y de seguridad global ante un posible conflicto nuclear no debe ser subestimado. Recordemos las grandes fricciones con Corea del Norte e Irán, quienes a pesar de las permanentes advertencias y sanciones, continúan avanzando en la construcción de sus plantas nucleares.
La crisis en Japón ha traspasado las fronteras y despertado todo tipo de reacciones políticas en los países que utilizan este tipo de energía. En Alemania, por ejemplo, los efectos políticos ya se han hecho sentir en las recientes elecciones regionales donde el Partido Verde ha dado un duro golpe en Baden-Wurtemberg, uno de los Estados industriales más prósperos de Alemania, al partido de Unión Cristianodemócrata de la Canciller Angela Merkel, que ha controlado el poder desde 1953. Este cambio en la preferencia de voto se ha dado por las grandes diferencias políticas en cuanto al uso de la energía nuclear y la moratoria de tres meses que Merkel impuso a algunas de las plantas alemanas en reacción al accidente de Fukushima, algo que para muchos ha sido una jugada oportunista que contradice su posición pro nuclear. Los Verdes, en cambio, siempre se han opuesto a este tipo de energía. En el campo político no han valido los importantes resultados logrados por Merkel en la superación de la crisis económica y la reducción de las tasas de desempleo a niveles de 1992.
En Japón, tal vez el país con mayor preparación para afrontar todo tipo de crisis, el desastre en Fukushima ha dejado al descubierto la incapacidad del gobierno, pero tambiíén de la comunidad internacional, para el manejo y solución del problema. Allí seguramente el actual Primer Ministro y su gabinete se caerán. En otros países el debate sobre la seguridad que debe tener este tipo de energías ya es parte de la agenda política.
Esta nueva tragedia nuclear nos recuerda, no solo lo vulnerables que somos, sino tambiíén lo impredecible que es el mundo en que vivimos.