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Autor Tema: La ilusión de una economí­a verde...  (Leído 218 veces)

OCIN

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La ilusión de una economí­a verde...
« en: Octubre 23, 2011, 08:55:24 pm »
Por...  Leonardo Boff


Todo lo que hagamos para proteger el planeta vivo que es la Tierra contra factores que le quitan su equilibrio y provocan, como consecuencia, el calentamiento global, es válido y debe ser apoyado. En realidad, la expresión «calentamiento global» esconde fenómenos como sequí­as prolongadas que diezman cosechas de granos, grandes inundaciones y vendavales, falta de agua, erosión de los suelos, hambre, degradación de 15 de los 24 servicios enumerados en la Evaluación de Ecosistemas de la Tierra (ONU), y que son responsables de la sostenibilidad del planeta (agua, energí­a, suelos, semillas, fibras, etc.). La cuestión central ni siquiera es salvar la Tierra. Ella se salva a sí­ misma y, si fuera preciso, lo harí­a expulsándonos de su seno. Pero ¿cómo vamos a salvarnos nosotros mismos y a nuestra civilización? Esta es la pregunta real, ante la cual la mayorí­a se encoge de hombros.

La producción de bajo carbono, los productos orgánicos, la energí­a solar y eólica, la mayor disminución posible de la intervención en los ritmos de la naturaleza, buscar la reposición de los bienes utilizados, el reciclaje, todo lo que viene bajo el nombre de economí­a verde son los procesos más buscados y difundidos. Y es recomendable que se imponga ese modo de producir. Así­ y todo no debemos ser ilusos y perder el sentido crí­tico. Se habla de economí­a verde para evitar la cuestión de la sostenibilidad, porque íésta se encuentra en oposición al actual modo de producción y de consumo, pero en el fondo aquella (la economí­a verde) se sirve de medidas dentro del mismo paradigma de dominación de la naturaleza. No existe lo verde y lo no verde. Todos los productos contienen en las distintas fases de su producción elementos tóxicos para la salud de la Tierra y de la sociedad. Hoy mediante el Análisis del Ciclo de Vida podemos exhibir y monitorizar las complejas interrelaciones entre las distintas etapas: la extracción, el transporte, la producción, el uso y el descarte de cada producto y sus impactos ambientales. Ahí­ queda claro que el pretendido verde no es tan verde como parece. Lo verde representa solamente una etapa de todo el proceso. La producción nunca es del todo ecoamigable.


Tomemos como ejemplo el etanol, considerado como energí­a limpia y alternativa a la energí­a fósil y sucia del petróleo. Es limpio solamente en la boca de la bomba de suministro. Todo el proceso de su producción es altamente contaminante: los productos quí­micos aplicados al suelo, las quemas, el transporte en grandes camiones que emiten gases, los lí­quidos efluentes y el bagazo. Los pesticidas eliminan bacterias y expulsan las lombrices que son fundamentales para la regeneración de los suelos; sólo vuelven despuíés de cinco años.
Para garantizar una producción necesaria para la vida, que no estrese ni degrade la naturaleza, es necesario algo más que la búsqueda de lo verde. La crisis es conceptual y no económica. La relación con la Tierra tiene que cambiar. Somos parte de Gaia y mediante nuestra actuación cuidadosa la volvemos más consciente y con más oportunidad de asegurar su vitalidad.
Para salvarnos no veo otro camino que el indicado por la Carta de la Tierra: «el destino común nos convoca a buscar un nuevo comienzo; esto requiere un cambio en la mente y en el corazón; demanda un nuevo sentido de interdependencia global y de responsabilidad universal» (final).
Cambio de mente: adoptar un nuevo concepto de Tierra como Gaia. Ella no nos pertenece a nosotros, sino al conjunto de los ecosistemas que sirven a la totalidad de la vida, regulando su base biofí­sica y los climas. Ella creó toda la comunidad de vida, no sólo a nosotros. Nosotros somos su porción consciente y responsable. El trabajo más pesado lo hacen nuestros socios invisibles, verdadero proletariado natural, los microorganismos, las bacterias y los hongos, que son miles de millones en cada cucharada de tierra. Ellos son los que sustentan efectivamente la vida desde hace ya 3,8 miles de millones de años. Nuestra relación con la Tierra debe ser como la que tenemos con nuestras madres: de respeto y gratitud. Debemos devolver, agradecidos, lo que ella nos da y mantener su capacidad vital.

Cambio de corazón: además de la razón instrumental con la cual organizamos la producción, necesitamos la razón cordial y sensible, que se expresa por el amor a la Tierra y por el respeto a cada ser de la creación porque es nuestro compañero en la comunidad de vida, y por el sentimiento de reciprocidad, de interdependencia y de cuidado, pues esa es nuestra misión.
Sin esta conversión no saldremos de la miopí­a de una economí­a verde. Sólo nuevas mentes y nuevos corazones gestarán otro futuro.
- Leonardo Boff es Teólogo/Filósofo

Suerte en su vida y en sus inversiones...


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