Los fondos de inversión no confían en España. La crisis económica, unida a la falta de una hoja de ruta clara y a la inseguridad jurídica que esa situación provoca, ha generado una profunda desconfianza en la economía de nuestro país.
Su desencanto se ha dado de bruces en áreas, interesantes para ellos y claves para España, como el mercado energíético y el banco malo con el que el Gobierno aspira a restablecer el favor de los mercados para que el sector financiero capte fondos y reabra el grifo del críédito.
Los grandes inversores internacionales han hecho llegar al propio presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, varias cartas en las que advertían de que si la reforma energíética no resultaba satisfactoria para sus intereses, los fondos no apoyarían el plan de infraestructuras, ni las privatizaciones previstas (Aena, Canal de Isabel II o Loterías).
El pulso elíéctrico
La tensión ha llegado a tal extremo, que el ministerio de Economía y Competitividad reaccionó esta semana con una nota sobre las garantías que estaban dispuestos a dar a las inversiones de estos fondos en energías renovables.
Los grandes grupos lograron frenar el golpe mortal que hubiese supuesto un impuesto del 19 por ciento a la fotovoltaica, pero los problemas se han mantenido con la energía termosolar.