Pues resulta ahora que Don Cristóbal Montoro tenía razón. Cuando publicó sus previsiones sobre los datos macroeconómicos y, en especial, los correspondientes a las cuentas del Estado, sus amigos no pudieron impedir una mueca de sonrisa incríédula; mientras que sus enemigos se dislocaban la mandíbula con la risa provocada. Al final y a la vista de los datos registrados hasta octubre, va a ser posible que el díéficit se incruste dentro de las previsiones anunciadas y de los compromisos adquiridos.
Es una muy buena noticia porque demuestra que los sacrificios y los recortes están siendo de utilidad, y porque ayudará a flexibilizar la dureza de las posturas de los países del Norte y a ganar una credibilidad que teníamos perdida y que debe presionar a la baja a la prima de riesgo, tal y como se ve en las últimas colocaciones del Tesoro.
Pero es un consuelo liviano si nos acordamos de la cruda realidad de las cosas. A pesar de la dureza del ajuste, a pesar de las protestas ciudadanas en la Sanidad, en la Justicia o en la Educación, lo cierto es que los Presupuestos generales elaborados para 2013 presentan unos ingresos de 124.000 millones de euros y unos gastos de 235.000 millones. Es decir, el Estado, nosotros, vamos a seguir gastando casi el doble de lo que pensamos ingresar. Y la deuda que nos aplasta no disminuirá de tamaño. Sólo conseguiremos que aumente a un ritmo un poco menor. Flaco logro para tanto esfuerzo y poco alivio para tanta pena.
Todos tenemos que ser conscientes de que el Estado gasta lo que no tiene y que cuando acude a obtener príéstamos para cuadrar las cifras, los prestamistas nos exigen unos esfuerzos que no van a terminar en unos pocos meses. Ni siquiera en unos pocos años. Por eso causa cierta tristeza comprobar que los dirigentes políticos , de todas las latitudes nacionales, no aprovechan la ocasión para repensar toda la estructura del Estado; para eliminar todas las disfunciones y todas las duplicidades; para someter a todos los gastos al control de su uso y, tambiíén, de su eficacia. Porque no habrá en el futuro una ocasión mejor de racionalizar y modernizar el Estado. Tampoco habrá una necesidad mayor que la actual.
Buen fin de semana