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Autor Tema: ME NIEGO A QUE LOS NUEVOS TIEMPOS IMPONGAN DESIGUALDADES...  (Leído 114 veces)

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ME NIEGO A QUE LOS NUEVOS TIEMPOS IMPONGAN DESIGUALDADES...
« en: Diciembre 15, 2013, 01:29:40 pm »
Por…    VíCTOR CORCOBA HERRERO



Es evidente que el mal existe, pero tambiíén el bien, como el fuego vive, pero no sin frotar cuerpos, o el mismo dí­a sin la noche. Todo tiene su punto y su espacio, su expresión y su silencio, su explosión y tambiíén su caí­da. Por lo pronto, no hay que acomodarse o dejarse vencer por la primací­a de una economí­a devoradora de la polí­tica o por una polí­tica corrompida, devastadora del estado social. Tenemos que saber discernir lo que nos conviene, utilizar bien los sentidos, mirar y saber ver más allá de las pasiones de otro tiempo, trabajar por gestionar menos burocráticamente una cultura al servicio del ser humano. Nada hay más importante que la persona. Esta es la premisa que debemos tener clara. Lo subrayo como principio de actuación.

Cuesta entender, por consiguiente, que para una buena parte de los intelectuales de hoy en dí­a, su principal preocupación sea conseguir dinero, y no reivindiquen la justicia social o la libertad de creación para la manifestación de sus ideas, ni inventen cosas nuevas para avivar el entusiasmo por la belleza, que como decí­a Platón es el esplendor de la verdad.

Naturalmente, los nuevos tiempos, tal y como se vienen concibiendo, imponen desigualdades, sobre todo aumentando la injusticia de castigar más al que menos tiene. Para ello, se genera una incertidumbre que descapitaliza al más díébil, como si fuera el responsable de todos los males actuales. La falsedad, que por otra parte es tan antigua como el árbol del paraí­so, nos gobierna a jornada completa. No descansa. Y está en red. Tampoco la verdad mal intencionada, que es la peor falsedad, nos deja libres de sus zarpazos. Te la puedes encontrar de manera virtual en cada amanecer.

En el mundo de la contradicción todo es posible, que las nuevas generaciones vivan peor que las pasadas, que el mercado despedace el imperio de la ley, o que los ciudadanos se conviertan en marionetas de unos gestores sin identidad, pero que están ahí­, moviendo los hilos de la subsistencia a su antojo.

Ante este tipo de tropelí­as inhumanas, es menester poner orden con la construcción de nueva institución. Lo que debemos es producir más ilusión con el futuro, tener más sintoní­a con los que gritan, congelar cualquier exclusión, e indagar hacia otras opciones más solidarias. Los desastres de esta falta de conciencia ya los sufrimos, a travíés de las tormentosas relaciones de unos para con otros, puesto que a veces tenemos problemas internos muy grandes que, la misma gente que nos circunda, no entiende.

El mundo de las contrariedades y de las contradicciones vuela sobre cada uno de nosotros, con influencias diversas, casi siempre crecidas de maldad, de juramentos en falso, que nos conducen a comportamientos absurdos, a divisiones que debemos sanar cuanto antes. Los ciudadanos no pueden convertirse en enemigos de sí­ mismos. Llevamos siglos elaborando maldades que nos destruyen y nos hunden como especie. Tenemos que decir basta. No es algo sobrehumano, es cuestión de activar la moralidad como aliento y la verdad como sustento.

El bienestar y la esperanza de los pueblos no podrá llegar de la mano de la esclavitud, de la inseguridad, lo sabemos, pero hacemos bien poco por cambiar. Es hora de que los agentes de gobernanza, medien, concilien y reconcilien vidas perdidas, vidas arrebatadas, vidas comercializadas, vidas aplastadas en definitiva.

Son muchos los seres humanos que no han conocido otra vida, más que la del sufrimiento, aunque vivan en lugares de paz. Sabemos que los desposeí­dos y los desnutridos han aumentado en los últimos tiempos, viven con la promesa de una nueva vida, y esperan de nosotros que ejerzamos como personas, no como bárbaros.

Ciertamente, no necesitarí­amos levantar tantas vallas, como la que separa Melilla de Marruecos, si en verdad borrásemos la cultura discriminatoria que nos invade. Todos los seres merecen vivir, no pueden ser descartados porque son semejantes a nosotros, merecen una oportunidad, una única oportunidad, pero la merecen, y máxime cuando son ví­ctimas de sistemas injustos y excluyentes. Para ello, se necesita menos caridad y más justicia social, menos palabras y más compromiso social, menos limosnas y más inversión para los pobres.

Acaso puedo sentirme bien, permanecer indiferente, decir que soy libre, viendo (o conviviendo) con personas encadenadas a la pobreza más extrema, al comercio más denigrante. ¿Es que no las vemos? ¿O es que no las queremos ver? El enfoque de la mano tendida en la lucha contra la pobreza ha de distinguirse por avivar las polí­ticas de empleo, para que cualquier ciudadano pueda desarrollar su propia vida acorde con sus aspiraciones. Estoy convencido que el problema de las tremendas desigualdades será el nuevo cáncer de la civilización moderna.


•... “Todo el mundo quiere lo máximo, yo quiero lo mínimo, poder correr todos los días”...
 Pero nunca te saltes tus reglas. Nunca pierdas la disciplina. Nunca dejes ni tus operaciones, ni tu destino, ni las decisiones importantes de tu vida al azar, a la mera casualidad...