Os cuelgo la columna de Relaño de hoy en As:
Consiste en equivocarse como conviene.
La gente del Chelsea está en armas. La prensa inglesa está en armas. No se repetirá la final inglesa Chelsea-Manchester y las miradas furiosas se dirigen a Henning y su original arbitraje en Stamford Bridge. Según a quiíén se pregunte, indultó entre dos y cinco penaltis en el área del Barí§a, hecho excepcional, sobre todo si admitimos la cota más alta. (Para mí fueron tres). Más excepcional aún si se piensa que todos los penaltis fueron en el área visitante, donde siempre es más fácil pitarlos. Y más raro aún considerando que desde hace díécadas los arbitrajes europeos tienden a ser, por sistema, caseros. Muy caseros.
Se habla en Inglaterra de conspiración, de intriga para evitar la repetición de la final del año pasado, y sustituirla por un más atractivo Barí§a- Manchester, con mucho más 'punch' televisivo, no sólo en España, sino en todas partes. (La cuota de Inglaterra la asegura el Manchester por sí sólo). ¿Conspiración? No lo creo. No hay por quíé. Lo que siempre he creído, y frecuentemente he escrito, es que los árbitros que llegan a los más altos niveles no son tanto los que se equivocan poco o nada, sino los que saben equivocarse como conviene al sistema, a la organización, a sus jefes, que son quienes les designan.
No es nuevo, es de hace mucho. Nunca en un Mundial se equivocan contra Brasil, Alemania o el equipo local. Si son caseros en la Champions es porque conviene, para que no haya líos. Si Henning no lo fue, si se midió tanto para pitar un penalti a favor del Chelsea (tanto tantísimo que dejó pasar tantas ocasiones) no sería porque se lo dijera nadie. Sería, más bien, porque si ha llegado ahí es porque ya sabe cómo son las cosas, y que para seguir para arriba conviene lo que conviene. Quizá se pasó, pero por mala suerte. ¿Cuándo antes en su vida se habría encontrado con tantos penaltis que no convenía pitar?