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Autor Tema: Por dinero, hasta los niños más pobres van a la escuela en Períº...  (Leído 360 veces)

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Por...   Belíén Delgado

 Por ganar cien soles al mes (unos 35 dólares), las mujeres más pobres de Perú hacen que sus hijos acudan a la escuela y al centro de salud, y no dudan en recorrer hasta cuatro horas de camino para cobrar la esperada ayuda.

En la región de Huánuco, en la sierra central del paí­s, se esquivan “huaicos” o deslizamientos de tierra con tal de ganar ese donativo al que son acreedoras gracias a su documento nacional de identidad (DNI), relata Carmen Condezo, que lleva dos años recibiendo el apoyo del programa social “Juntos".

No basta con mostrar la documentación- para mantenerse en el programa, los hijos de Condezo y otras mujeres como ella deben pasar controles de salud todos los meses y no faltar a la escuela.

Creado en 2005, durante el mandato de Alejandro Toledo (2001-2006), el proyecto “Juntos” pretende reducir la pobreza extrema poniendo a disposición de las gestantes y las madres de hijos menores de catorce años recursos para su educación y alimentación.

Ataviada con una pollera o falda andina y con un sombrero de gladiolos, flores que ella misma cultiva, Condezo habla con orgullo de lo que significa tener la identidad que le otorga el documento y luchar contra la discriminación que soportan los “pobres de las alturas".

Lidera una de las 32 comunidades de la región y celebra que a partir de este año sólo tiene que viajar una vez cada dos meses para recibir doscientos soles de ayuda (unos setenta dólares), un buen pellizco para esta mujer acostumbrada a trabajar por diez soles diarios (3.5 dólares).

Hasta el pasado enero, 450,110 hogares y 1''034,007 niños peruanos se habí­an beneficiado del proyecto, la mayorí­a de ellos de las regiones pobres de Huánuco, Huancavelica y Apurí­mac.

Sin embargo, bajo condiciones de vida paupíérrimas, no todas las mujeres cumplen rigurosamente con sus obligaciones, y cuando eso sucede ven suspendida su ayuda durante meses.

Así­ le ha pasado a Delma Travesaño, que dice desconocer los motivos del “castigo” mientras espera, embarazada de su cuarto hijo, en la posta míédica del pueblo huanuqueño de Huácar.

Lo mismo comentan otras mujeres como Antonia Astueta, a las puertas de la escuela, o Antonia Campos, que permanece a la sombra de un toldo en la plaza de armas junto a su pequeña de cinco años.

El presidente del programa Juntos, Iván Hidalgo, asegura a Efe que sólo se retira la ayuda si no se cumplen los requisitos, evaluados por un grupo de “promotores” o funcionarios especializados, en su mayorí­a mujeres.

Para la representante del Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) en Perú, Melva Johnson, falta por mejorar la sensibilidad de estos trabajadores en el trato con las familias.

“Juntos”, que cuenta con el apoyo de la ONU y acumula una inversión de 510 millones de dólares, no es el único proyecto dirigido a los más pobres en Latinoamíérica- Míéxico puso en marcha el programa “Oportunidades” en 1997 y otros paí­ses como Colombia, República Dominicana o El Salvador se han sumado con programas
parecidos a la causa social.

En el caso peruano, destacan la organización y los resultados de una iniciativa tan reciente como la de “Juntos”, según Johnson.

Quedan desterrados mitos como aquel que decí­a que las adolescentes se quedaban embarazadas sólo para cobrar la ayuda, o que los hombres se gastaban el dinero en alcohol.

Pese a los avances logrados por el programa, la clave para reducir la pobreza en el paí­s pasa realmente por dar prioridad a la población nativa e indí­gena, la más marginados a juicio de Johnson.

En 2008, el í­ndice de pobreza se redujo hasta el 36,2% de la población, pero la intención del Gobierno es situarlo en el 30% en 2011.

El objetivo es factible siempre que se retome el alto ritmo de crecimiento económico y se mejoren las polí­ticas sociales, explica a Efe el coordinador residente de las Naciones Unidas en Lima, Jorge Chediek.

Por primera vez, destaca, el Estado ofrece algo a los más pobres a travíés de “Juntos”, que empezó a funcionar en Chuschi, el pueblo de Ayacucho donde Sendero Luminoso cometió su primer ataque terrorista.

Ahora, desde aquel lugar tristemente cíélebre, el programa de ayuda se va extendiendo por la compleja geografí­a peruana


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