La crisis mundial: La caída de Bear Stearns
New York - Le llaman el último culpable. Alan Schwartz, ex CEO del banco que JP Morgan compró a precio de remate, es la nueva cara del crack financiero. Ejecutivo brillante, vendió sus propias acciones de la entidad poco antes del derrumbe.
En Wall Street lo conocen como "Mr. Smooth", o "señor tranquilidad". De muy amplia trayectoria en la Meca de las finanzas, Alan Schwartz, CEO del ahora malogrado banco de inversión Bear Stearns, era uno de los popes de la elite de los mercados mundiales. Un "dealmaker" histórico que se caracteriza por su tono delicado, pero firme, a la hora de negociar y ganar clientes. Un ejecutivo "suave" en las formas y modales, pero con un estilo y una efectividad que le forjaron fama de implacable. Tanto que, hace pocas semanas, Microsoft le pagó millones para que los asesorara sobre la oferta hostil que el gigante del software le hizo a Yahoo! en su afán por destronar a Google. Esa operación fallida fue un verdadero revíés para un banquero acostumbrado a cosechar muchos más íéxitos que fracasos. Pero ese no sería el único cimbronazo que sufriría, ni el más importante.
Schwartz quedó en el ojo del huracán de uno de los mayores rescates a una entidad financiera privada que realizó el gobierno norteamericano. Es que la Reserva Federal de ese país comandó y dio los avales para que el JP Morgan Chase se quedara con Bear Stearns a cambio de u$s 236 millones, o una centíésima parte de su valor bursátil de hace un año. O sea, una oferta de fin estación en el helado invierno neoyorquino.
Si bien la caída de Bear Stearns está enmarcada en el contexto de la crisis financiera global y la falta de confianza de los mercados crediticios, Schwartz se convirtió en el blanco de todos los dardos, sobre todo porque en enero auguró que el 2008 sería un buen año para Bear Stearns. Con todo, pocos dudan que seguirá dando que hablar con sus negocios y su estilo particular: varias entidades de primera línea ya se disputan para tenerlo entre sus filas. Mientras tanto, y aunque la redención pueda llegarle rápido, en Wall Street los fracasos suelen tener nombre y apellido.
DE REMATE. El 8 de enero de 2008, apenas 77 días antes de la venta, Schwartz se hizo cargo de
la conducción del banco de inversión, una verdadera brasa caliente. James "Jimmy" Cayne, el histórico CEO de Bear Stearns, dejaba el mando de la compañía. "Alan es un buen amigo y uno de los ejecutivos más capaces en Wall Street. Le tengo mucha confianza", dijo Cayne.
"Bear Stearns tiene un futuro brillante", aseguraba, a su vez, Schwartz. "La compañía es sólida gracias al liderazgo de Jimmy; inversores, clientes y empleados no deben esperar ningún cambio brusco en este período. Aunque el contexto ha sido difícil, comenzamos el 2008 con el pie derecho. Estamos entusiasmados con nuestro core equity, con los negocios bancarios y de renta fija y con nuestras iniciativas internacionales de expansión", se entusiasmaba. Si entonces la declaración fue señalada como poco feliz, dada la situación crítica del mercado y la de la propia empresa, cuando estalló la bomba y la FED tuvo que socorrer al banco de inversión, varios analistas recordaron el bluff del CEO, y no faltó quiíén los definiera como una irresponsabilidad.
Por eso, la noche de domingo 16 la lujosa sala donde se reúne
el directorio de Bear Stearns era una caldera. Schwartz, en la cabecera, aguantaba los gritos de directores y algunos de los principales accionistas del que hasta algunas pocas horas era uno de los cinco principales bancos de inversión de los Estados Unidos, con una historia de 85 años. Si bien la crisis subprime jaqueó al banco desde que se disparó, a mediados de 2007, la falta de liquidez para financiar operaciones y la negativa de respaldo de otras entidades aceleraron los tiempos. Las inversiones en hipotecas de riesgo y otros títulos que fueron perdiendo valor pusieron al banco al borde del abismo. Por eso los gritos: era inadmisible aceptar la oferta del JP Morgan de pagar u$s 2 dólares por acción.
Bear Stearns nació en 1923. Hasta mediados de 2007 contaba con 15.000 empleados, activos por u$s 385.000 millones y un valor bursátil de u$s 17.000 millones. Sus acciones se desplomaron con la crisis: de casi u$s 170 por título a comienzos del 2007 a los u$s 2 que terminó pagando JP Morgan.
"No hay otra salida", dijo el CEO y ordenó la redacción del comunicado oficial con el que, pocas horas despuíés, se anunciaría la venta. Allí aseguró que "la semana pasada fue increíblemente difícil para el Bear Stearns. Esta transacción representa el mejor resultado para todos nuestros accionistas en circunstancias actuales. Estoy orgulloso de nuestros empleados y creo que ellos continuarán agregando valor a la nueva empresa", dijo Schwartz. Lejos quedaban los tiempos muy cercanos en los que la prensa especializada de los Estados Unidos elogiaba su estilo "smooth".
A diferencia de su antecesor, uno de los tenedores de acciones más importantes de la firma, y de la cultura corporativa que alentaba a los empleados a invertir en la compañía, Schwartz se caracterizó por su baja participación accionaria. Este estilo, signado por negociar altos salarios y, sobre todo, jugosos bonus anuales, lo llevó a registrar ingresos por más de u$s 160 millones entre 1993 y 2007. Por eso, y según New York Magazine, su gestión iba a estar caracterizada por un "estilo menos impulsivo" que Cayne a la hora de cerrar negocios. Ahora, Cayne sufre en carne propia la crisis del banco: pasó de ser dueño de una fortuna personal que superaba los u$s 1.000 millones a ver que su cuenta se reducía a menos de u$s 30 millones. Claro no sólo el ex CEO la pasa mal. "Llevo 11 años en Bear y siento ganas de vomitar" y "mi vida se fue a los caños", fueron algunos de los testimonios recogidos en la vereda del lujoso edificio de la avenida Madison donde funciona la sede del banco. Tampoco faltó el bromista que reclamó sus u$s 2 por "la" acción que tiene de la compañía.
Según indica The New York Times, hubo señales de algunos de los ex o actuales directivos de la firma. Alan Greenberg, antecesor de Cayne, vendió u$s 50 millones en acciones desde comienzos de 2007, y Jeffrey Mayer, principal ejecutivo de renta fija del banco, vendió u$s 9 millones en diciembre, cuando la acción valía u$s 89. El propio Schwartz se deshizo de papeles por u$s 6 millones ese mes.
NUEVO DUEí‘O. En JP Morgan, en tanto, descorchan champagne. "JP Morgan Chase está detrás de Bear Stearns", dijo Jamie Dimon, presidente y CEO de la entidad. "Los clientes y accionistas tienen que sentirse seguros. Esta transacción proporcionará valor para los accionistas de JP Morgan. Esta adquisición reúne nuestros criterios clave: tomamos un riesgo razonable, construimos un margen razonable de riesgo, reforzamos nuestro negocio y tenemos la habilidad para ejecutarlo", expresó.
Luego de cerrar la operación, la FED abrió aún más el paraguas –bajó la tasa de interíés oficial de 3% a 2,25%-– y puso paños fríos que por el momento contuvieron corridas y evitaron la aparición de más bancos a los que rescatar.
DEL BATE AL BANCO. Schwartz nació en Brooklyn e ingresó a Bearn Stearns en 1976, tras una prominente carrera como jugador profesional de bíéisbol –que se frustró luego de una lesión en uno de sus brazos– y su paso por la universidad de Duque. Su carrera comenzó en el departamento de investigación de Bear Stearns, lideró la división Investment Banking, en 1985, y en 2001 se convirtió en presidente y co-COO.
Su carrera la forjó asesorando a clientes en fusiones y adquisiciones. Una de sus últimas gestiones, ya como CEO del banco, fue asesorar al CEO de Microsoft, Steve Ballmer, en la oferta hostil a Yahoo! (ver recuadro). Con anterioridad hizo lo propio con Michael Eisner, ex CEO de Disney, en la compra de Capital Cities/ABC, en 1996; con la familia Dolan, dueños de Cablevision, el gigante del cable de Nueva York; y con el presidente de Time Warner, Richard Parsons.
Claro, la inestabilidad del mercado y los riesgosos negocios del banco, le pusieron fin a su corta gestión. Según recogen los medios norteamericanos sobre las acusaciones de pasillo que señalan los culpables de la caída de la compañía, Schwartz se lleva gran parte de los laureles por no haber sabido atraer capitales adicionales que solventaran las inestables finanzas de la entidad. Pero en el ranking de los culpables no está sólo: Warren Spector, que fue co-presidente hasta 2007, es señalado como el responsable de que dos de los hedge funds de la entidad tuvieran que ser rescatados, algo que sumó inseguridad e hizo que otros bancos se abstengan de invertir en Bear Stearns.
Sin embargo, la estabilidad laborar del ejecutivo parece garantizada. Hasta el propio JP Morgan está analizando retenerlo entre sus filas. Si bien no trascendieron detalles sobre los planes que tiene la entidad sobre los ex ejecutivos de Bear Stearns, la idea de los compradores es nombrar al políémico "Mr. Smooth" como vicepresidente. No parece poco consign{o para Fortuna Sebastián Catalano.
http://www.impulsobaires.com.ar/nota.php?id=44789