“Hay un golpe de Estado financiero en el mundo, gestionado por los políticos”

Sobre la crisis económica española, y si hay distintas salidas, estas podrían ser algunas.

1) De fondo, una globalización económica, neoliberalmente gestionada, que ha podrido especulativamente todo el sistema financiero y social, porque el dinero no tiene que pasar por la producción para ganar dinero, sino que lo hace con ventaja incomparable en un mercado de capitales, único, opaco y sin control serio. La autorregulación no ha funcionado hasta que la enfermedad especulativa lo ha infectado todo y era incurable. Están queriendo rebajar la fiebre, sin cortar el mal de fondo, y no pueden. Saben pero no pueden sin reconocer las causas de esos efectos y “los grupos sociales enriquecidos” que los protagonizan con ventaja.

2) Para lograr ese objetivo de paliar los efectos, sin abordar el mal de fondo, hay un golpe de estado financiero en el mundo, con especial efecto en los eslabones más débiles del sistema de los ricos, (España, claramente, con sus peculiaridades económicas y políticas de los últimos años), y subordinación de las democracias de esos lugares, y de los gestores políticos momentáneos (PP-PSOE/CIU-PNV), al poder financiero.
Esos gestores políticos pueden entender lo que pasa, – de hecho lo saben -, y hasta algunos preferiren otras soluciones más justas, – quizá todos ellos -, pero les va en ello su supervivencia profesional y/o sus intereses corporativos, y lo soportan todo con realismo político extremo. Entre tú y yo, yo. Luego, con sentido común y sinceridad, poco cabe esperar de su gestión que no sea administrar ese golpe de estado financiero y preservar el estatus de la macroestructura política. Se dice que golpe de estado financiero incruento, pero no, también de esto hay que hablar.

3) La respuesta alternativa, distinta al menos, a lo que está suponiendo la gestión de los partidos políticos mayoritarios, y en particular, a la del gobernante español, el PP, tiene como condición varias pautas iniciales. Las cito no por su orden. Una, impedir socialmente lo que algunos están llamando el fascismo social, es decir, que cada sector de población acepte todo lo que sea contra los derechos de los demás, con tal de que no nos afecte a nosotros. Sálvese quien pueda, que siempre se ha dicho. Es lo que está ocurriendo de facto y lo que sostiene al gobernante actual, pues pareciendo que aquí hay café para todos, no es así; fiscalmente (impuestos y presupuestos) no es así.

La otra, conocer fiscalmente (impuestos y presupuestos públicos) cómo se está repartiendo el esfuerzo entre todos y valorar si la administración pública en su parte más política es la más sacrificada; (- si ella se salva a sí misma, no es creíble; el pueblo no puede confiar en serio en ellos; un ejemplo: reducir el salario del gobierno y de la monarquía en un 7.5% es un engaño; sin ir más al fondo, le falta proporción, y sin proporción, no hay justicia mínima -); conocer la estructura de la propiedad en España y la situación patrimonial de sus titulares, aplicando un tratamiento fiscal homologable con las mejores democracias; acabar con las ventajas fiscales del impuesto de sociedades para las grandes empresas y con esas ventajas, más la opacidad fiscal, de los profesionales más cualificados de la vida económica y social. Sin una reforma fiscal, presupuestaria y política en profundidad no hay salida en la solidaridad imprescindible hoy.

La tercera, convenzámonos, no hay salida sin el control “social-democrático” del sistema económico y financiero internacional y nacional, en su opacidad, desregulación, acumulación y “soberanía expropiada”. Se dice que esto es teoría y que el gobernante no puede esperar al efecto de estas medidas. Pero esos gobernantes del G20 lo dijeron al comienzo de la crisis, – y la DSI-CiV-Benedicto XVI, se sumó con entusiasmo-, “refundar el capitalismo, regular el sistema financiero internacional, acabar con los paraísos fiscales, desarrollar la tasa Tobin”, y, ¿no son los mismos de entonces?, ¿qué ha cambiado?, ¿las condiciones del problema? No, la correlación de fuerzas, y, subsiguientemente, la servidumbre política a las finanzas internacionales; a los mercados y sus sujetos financieros, que tienen nombre y apellido y que todo el mundo conoce. Así no hay democracia. Es la obediencia a un golpe de estado financiero.

Y última clave, el decrecimiento en el desarrollo para vivir todos con menos y bien, es imprescindible para hablar de salida justa y duradera. Es tan claro como dificultoso políticamente, pero necesario a corto plazo, sin duda. Ni los recursos en tantos mercados (alimentos, agua, aire, vida, energía, etc), ni el ecosistema general de la vida, nos dan mucho tiempo en esta carrera alocada por salir de la crisis, creciendo. El recuento de víctimas de esta estrategia es tan cruel en todos los “sures”, y para tantos inocentes, que no es serio lo de los derechos humanos, en la moral laica, ni la fraternidad en Dios, en la moral religiosa. Son convicciones, culturales y religiosas, condicionadas en su valor efectivo a los intereses políticos más injustos que cabe imaginar.

J.I.Calleja..

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