Sus gastadas manos han trabajado desde el amanecer urgando la tierra y lavando la arena en la batea para finalmente sacar los granos de “oro verde”, el metal precioso con sello ecológico internacional gracias a que su proceso de extracción sigue la tradición de los primeros esclavos negros llegados a Colombia durante la colonia española.
Sus gastadas manos han trabajado desde el amanecer urgando la tierra y lavando la arena en la batea para finalmente sacar los granos de “oro verde”, el metal precioso con sello ecológico internacional gracias a que su proceso de extracción sigue la tradición de los primeros esclavos negros llegados a Colombia durante la colonia española.
Luis Américo Mosquera, de 52 años, habitante de Tadó, en la provincia de Chocó (suroeste), repite los gestos transmitidos a lo largo de siglos por sus mayores, y separa el oro de la tierra que lo envuelve con una mezcla de plantas.
La diferencia con respecto a sus antepasados esclavos es que ahora, en Tadó, cada uno es su propio jefe.
Sus prácticas ancestrales, respetuosas del medio ambiente, cautivaron a la organización no gubernamental colombiana Oro Verde, que en asociación con los habitantes de Chocó crearon este sello ecológico.
Las familias que deciden usarlo obtienen un precio de venta 2% superior al del mercado más una prima de un 13% de las ventas que se dedica a proyectos de desarrollo local.
Luis Alfredo Hurtado, de la Asociación Campesina del Alto San Juan, verifica que los criterios de extracción sean respetados: no utilizar productos tóxicos ni mercurio, restablecer la capa de tierra removida, rellenarla de modo que quede apta para volver a sembrar, y no acabar con las especies acuáticas.
En total, 194 familias de la región han adherido hasta ahora a este programa, de las cuales 112 viven en Tadó, el pueblo de Mosquera.
La extracción de oro le reporta unos 250.000 pesos (134 dólares) mensuales a cada familia. Con ese ingreso compran lo que no les da la granja, y además asisten a otros vecinos dedicados al comercio.
“De aquí dependen muchos. Nosotros trabajamos y con la producción ayudamos al de la tienda, a los que venden el calzado y la ropa, porque para todo eso nos da la producción. Hay mucha gente que no trabaja directamente (en la extracción de oro) y está recibiendo un beneficio”, explica Mosquera.
Sus prácticas contrastan con las que predominan en otras zonas de Colombia, donde se ha disparado la fiebre del oro, alentada por el aumento de los precios, que llevó la cotización al récord de 1.260 dólares por onza a mediados de junio.
No bien se descubre una nueva veta, empresarios inescrupulosos, a veces financiados por grupos armados ilegales, se presentan con decenas de retroexcavadoras que remueven la tierra y desvían el curso de los ríos.
Para extraer el oro utilizan mercurio, con lo que se contaminan las aguas de los ríos.
Las consecuencias son visibles en la zona de Zaragoza, cerca del puerto de Buenaventura (suroeste), donde los daños han llegado a ser tales que recientemente se declaró el estado de emergencia ambiental.
Según Arturo Quirós, director de la Asociación de Mineros Colombianos, esos empresarios “contratan mano de obra sin declarla, incluso niños, y destruyen el medio ambiente”.
Oro Verde (http://www.greengold-oroverde.org) ganó en 2009 el premio internacional Seed, destinado a proyectos de desarrollo sustentable, apadrinado por Naciones Unidas y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El proyecto colombiano, asociado a una decena de otros similares en Sudamérica, logró además ingresar en la lista internacional de sello ecológico de la fundación Fairtrade (comercio justo).
El sello será lanzado inicialmente en Gran Bretaña, donde el objetivo es obtener el 5% del mercado de joyas en un lapso de 15 años.
En todo caso, los 14 kilos de oro conseguidos por los mineros de Oro Verde ya se distribuyen en once países, entre los que destacan Canadá, Estados Unidos, Francia, Dinamarca y Alemania.
Suerte en sus inversiones…