El próximo domingo los españoles decidiremos quién va a dirigir nuestra nación los próximos cuatro años, no sólo quién va a dirigirnos, también quién va a ser el que tome las decisiones pertinentes para sacar a nuestro país de la desastrosa situación en la que se encuentra.
La semana pasada estuve hojeando un artículo escrito por José Miguel Ayerza, Secretario General de los empresarios guipuzcoanos. En dicho informe se desmenuzaba el funcionamiento del mercado laboral danés y su sistema de relaciones laborales, que parece que está basado en el principio de la flexiseguridad.
Pues resulta que la delegación guipuzcoana volvió muy satisfecha de lo realizado. Resulta que lo que más les llamó la atención fue que todo este tinglado que en nuestro país resulta casi como un nudo gordiano, está basado en el clima de acuerdo que se respira, la complicidad entre los agentes implicados y la colaboración entre los agentes sociales, vamos como aquí.
En el artículo se mencionaba que los daneses, plantean los problemas en términos de acuerdo y colaboración, de todos ganamos, y no, como hacemos nosotros en términos de confrontación y de tengo que ganar para que tú pierdas, en este principio tan simple se basa el sistema danés. El norte que marca la brújula danesa es el acuerdo y la colaboración, y con ese norte claro, se encuentran soluciones a los problemas.
Claro que a esa cultura del acuerdo no se llega de la noche a la mañana. Llevan, los daneses un siglo creando lazos de confianza, trabajando la empatía, profundizando en la transparencia absoluta, cultivando el compromiso, todos ellos valores compartidos y seguidos por todos, lo que ha posibilitado tener un sistema efectivo, y que ha dado como resultado un mercado de trabajo ágil que crea empleo para todos.
La consecuencia directa de buscar el acuerdo por encima de todo, de pensar en términos de soluciones válidas para todos, de primar la eficacia y competitividad de las empresas y de las personas que la hacen posible, ha sido lograr la flexibilidad casi total para la empresa, en la que el empresario organiza la empresa, establece las condiciones de trabajo y las modifica. En las empresas son los empresarios y los sindicatos quienes las fijan, teniendo en cuenta las particulares circunstancias, de forma sencilla y eficiente. Pero como de lo que se trata es de que ganen todos, el trabajador tiene la seguridad de recibir unas prestaciones de desempleo generosas y unas eficientes políticas activas de empleo que le posibilitan una rápida y adecuada recolocación, de manera que los desempleados acceden a un nuevo empleo con gran rapidez. Es decir, el sistema danés se soporta en un triángulo cuyos soportes serían: la flexibilidad para la empresa, la seguridad para el trabajador de que va a recibir unas prestaciones de desempleo optimas y las políticas de empleo activas. Las tres partes son imprescindibles. Son la llave del sistema, y lo paradójico del asunto es que la base de este sistema es del siglo XIX y se demuestra eficaz en el siglo XXI. Nosotros, más modernos, tenemos un sistema cuyas raíces están ancladas en el siglo XX, que no mira para nada al siglo XXI y con algunos agentes con prácticas propias del siglo XIX.
¿Deberíamos copiar el sistema danés? Pues no, pero si que creo que deberíamos, bueno deberían los mandamases, inspirarse en lo fundamental del sistema danés, la empatía, el acuerdo, la colaboración, el compromiso, la transparencia, es decir trabajar por un sistema de relaciones laborales mucho mejor, un sistema que facilite una mayor capacidad de adaptación de las empresas a las circunstancias cambiantes del entorno y una mayor seguridad a los trabajadores. Si el probable relevo de Gobierno hace lo mismo que el anterior, nada cambiara.
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Salud y suerte en las inversiones, las vamos a necesitar