Por… Dalibor Rohac
Luego de una larga interrupción, la Comisión Europea está nuevamente multando a la empresa Microsoft. Esta vez, una penalidad de 561 millones de euros fue impuesta sobre el gigante de software por una supuesta violación de un acuerdo previo con los reguladores, la que requería que a los usuarios de Windows se les ofrezca la opción explícita de elegir entre Microsoft Internet Explorer y navegadores alternativos de Internet.
Desde 2009 cuando se hizo el acuerdo, la porción de mercado de Explorer ha caído por debajo del 30 por ciento. “No tenía idea que todavía estaban haciendo un navegadorâ€, un usuario anónimo de Twitter bromeó luego de que se tomó la decisión a principios de este mes. Por lo tanto, algunos observadores ven la decisión de Comisión como un movimiento estratíégico en sus negociaciones en desarrollo con Google, demostrando que los reguladores de competencia de la UE todavía tienen un fuerte peso.
Cualesquiera que sean los motivos de los reguladores, la decisión de penalizar a Microsoft con una multa onerosa por lo que la empresa dice que es un fallo tíécnico es perturbadora por varias razones. Principalmente, el hecho de que la porción de mercado de Explorer ha estado en declive durante años ilustra el hecho de que las estrategias tradicionales a la política de competencia no funcionan bien en el siglo XXI —particularmente en el área de software y tecnologías de información y comunicación. Explorer ya no es visto como un producto importante por los consumidores, quienes lo están abandonando —sin importar si se les ofrece una “pantalla de opción†explícita como lo requiere la Comisión Europea.
Los mercados de tecnologías de información y comunicación, incluyendo las plataformas de software y en línea, se han convertido increíblemente dinámicas —más que cualquier otra industria en la historia de la humanidad. El ciclo de innovación en esta área es tan rápido que las empresas son capaces de sostener su liderazgo tecnológico por periodos de tiempo cada vez más cortos —haciendo que el compromiso con una tecnología estándar en particular sea cada vez más un problema irrelevante.
Por otra parte, el ingreso a la industria de software e Internet es prácticamente gratuito —ciertamente en comparación con otras industrias como la de energía o la del transporte, que requieren de enormes costos fijos y que por lo tanto han sido el enfoque tradicional de la política de competencia tradicional.
Los gigantes del software y el Internet han ido y venido. Estos días, muy pocas personas jóvenes recuerdan a Word Perfect o al navegador Netscape —otrora el procesador de palabras y el navegador de Internet dominantes, respectivamente— o sitios como Geocities o Altavista. De esto se deriva que las medidas estáticas del poder de mercado, utilizadas por los reguladores europeos, son engañosas y subestimarán el grado real de competencia que existe en el mercado. Peor aún, las intervenciones en este ambiente económico dinámico probablemente sean contraproducentes.
En un estudio publicado en 2008, durante el día en que la cruzada de la Comisión Europea contra Microsoft estaba en todo su apogeo, los economistas reguladores Bob Hahn y Peter Passell escribieron que estos casos fueron, “según la interpretación más benigna, una manera de mantener a los abogados bien remunerados y, probablemente, una barrera significativa al cambio productivo.
Uno se pregunta si la decisión más reciente de la Comisión Europea significa que los reguladores europeos están planeando ser severos nuevamente con empresas aparentemente dominantes en el área de tecnologías de información y comunicaciones. Si es así, los europeos deberían preocuparse. Los acadíémicos ven a la incertidumbre respecto de las políticas públicas como un importante obstáculo en el camino hacia la recuperación. Nótese que, aunque la ley de competencia europea es muy detallada, ningún criterio transparente ha sido ofrecido para fijar la cantidad final de la multa. Si más empresas en Europa podrían encontrarse en violación de los estatutos de competencia y enfrentarse a penalidades no especificadas, ciertamente considerarán mudar sus empresas a otros lugares.
Utilizando las herramientas de la política de competencia para penalizar a los líderes tecnológicos durante —o incluso despuíés— los periodos breves en los que gozan de liderazgo de mercado perjudica el surgimiento y difusión de nuevas tecnologías en el continente. La política de competencia por lo tanto amplifica el efecto de las leyes de privacidad y expresiones de odio de Europa, que son mucho más estrictas al otro lado del Atlántico.
En el año 2000, los líderes europeos prometieron convertir al continente en “la economía más competitiva, dinámica y basada en el conocimiento del mundoâ€. Lo que pudo haber sonado alguna vez como un objetivo ambicioso de política pública hoy día suena como una mala broma. Pero no tiene que ser así —los problemas del continente son completamente auto-infligidos. Pero, si los formuladores de políticas europeos deciden continuar en su camino actual, hay mucha menos esperanza de que un nuevo Microsoft nazca en un garaje en Múnich o en Lyon.
Suerte en sus vidas…