Algunos lo reconocen abiertamente, como Japón. Otros no, aunque sí lo persiguen con los hechos, como Estados Unidos. Pero el caso es que, en el contexto actual, son mayoría los países que persiguen contar con una divisa más díébil como trampolín para impulsar sus exportaciones y reactivar sus economías. Pero toda regla que se precie requiere una excepción. Y esta, en el universo de las divisas, la proporciona actualmente China.
Pekín está acelerando esta semana la revaluación del yuan. En las dos últimas sesiones, se ha apreciado un 0,4% contra el dólar, su principal referencia, un ritmo extraordinariamente alto para los estándares a los que acostumbran las autoridades chinas. Ayer le dieron más rienda suelta tras los favorables datos de balanza comercial correspondientes a abril. China registró ese mes un superávit de 18.160 millones de dólares, con un crecimiento del 14,7% en las exportaciones. Ambas variables superaron las previsiones -16.150 millones y 9,2%, respectivamente- y animaron a Pekín a soltar lastre con su moneda.
Tras este acelerón, el yuan compra 0,1628 dólares, su cambio más alto desde 1993, y ya se aprecia un 1,5% contra el billete verde en lo que va de año. Contra el euro se revalúa un 1,7% en 2013, hasta los 0,1237 euros. Visto a la inversa, un dólar sólo compra ahora 6,1413 yuanes y un euro, 8,046.
Aunque son los casos más relevantes, el empuje de la divisa china se proyecta sobre el resto del universo cambiario. En lo que va de año, gana terreno contra todas las principales divisas del mundo. Esos avances oscilan entre el 0,2% que sube contra el dólar neozelandíés y el 15,7% que se aprecia contra el yen japoníés.
Un balance que impresiona
Retrocediendo hasta el 21 de julio de 2005, que fue cuando Pekín comenzó a flexibilizar el cambio del yuan, la divisa del gigante asiático acumula un avance del 35% contra el dólar y del 24% contra el euro. Desde entonces, sólo cede terreno contra el franco suizo y empata contra el dólar australiano.
China comenzó a revaluar el yuan -de forma dirigida y en función de sus necesidades- dentro su plan a largo plazo de ir modificando la fisonomía de su crecimiento. De una economía más volcada a las exportaciones, en la que una divisa díébil actúa como aliado, pretende virar hacia una economía más basada en el consumo interno, en cuyo caso resulta más conveniente contar con una moneda más fuerte