Por... BEATRIZ DE MAJO
Peng Liyuan es hoy una mujer que da mucho que hablar. Cualquiera que comparta la vida con el hombre más poderoso de China presenta razones suficientes para ser observada minuciosamente por el conglomerado de la potencia asiática y por el resto del mundo. Pero es que la Sra. Peng, en sus cincuenta años, brillaba ya con luz propia cuando su marido se hizo cargo de la jefatura de la gran nación.
Su estampa era común a sus connacionales ya que su presencia en la televisión la había popularizado. La dama era una cíélebre intíérprete de canciones de corte patriótico en las que se presentaba con su uniforme militar aunado a una muy prolija imagen de modelo de pasarelas. Esta inclinación artística puede haberle dado el brillo inicial necesario para que su labor fuera más perifoneada y visible. Reputada igualmente por las campañas que ha encabezado en favor de causas de salud en su país, la Organización Mundial de la Salud la había distinguido con su designación como su embajadora en la batalla contra la tuberculosis y el sida.
Con la Sra. Peng se abre una nueva era de participación de la esposa del Jefe del Estado en los asuntos oficiales en un sitial de relevancia. Rara vez las mujeres de Deng Xiaoping y Jiang Zemin aparecían en público durante sus mandatos y ninguna de ellas lo acompañaba al exterior en sus viajes. El primer paso en este sentido lo dio la esposa de Hu Jintao, quien se hacía presente en los periplos al exterior del máximo líder de China, calladamente.
El contraste de Liyuan es grande al compararla con esposas de otros mandatarios chinos del siglo pasado. Los chinos son reluctantes a la aparición pública prominente de primeras figuras femeninas, ya que en su pasado, reciente y remoto, cuentan con unos cuantos episodios deplorables de sexo y crimen en las altas esferas gubernamentales, dignos de avergonzar a los más liberales de los occidentales: desde sangrientos asesinatos "a la carte" ordenados por esposas celosas en la china imperial hasta los muy recientes escándalos por envenenamiento encabezados por la esposa de Bo Xilai el secretario del ilustre Partido Comunista. Si bien la discreción es una virtud inherente a la figura femenina en la moralizadora sociedad china, la ambición es una cualidad que parece estar presente con más frecuencia de lo deseable.
No es, pues, de extrañar que los gobernantes se cuiden de acercar demasiado a sus mujeres a los centros de poder.
La gran pregunta es cómo Xi se manejará con una primera dama que trae en su morral un buen activo de popularidad.
China es cada día más visible en los círculos internacionales y ello la obligará a estar con frecuencia en primera fila, algo a lo que se le puede extraer oficialmente un buen partido. Donde hay que manejarse con prudencia es en torno a la favorabilidad que Liyuan despierta hacia adentro, de manera que ella no se desborde inconvenientemente. De hecho, ya el primer buscador chino de internet tiene un mandato de bloqueo sobre el nombre de la Sra. Peng. El pueblo recibirá información sobre su primera figura femenina, de manera altamente dosificada