Por... BEATRIZ DE MAJO
Este es un momento crucial de la pujanza china desde el punto de vista demográfico. Es, a la vez, el momento de corregir entuertos. Ningún otro país del mundo exhibe cifras tan envidiables como las chinas: tres de cada cuatro de sus ciudadanos se encuentra en edad laboral. Pero apenas en dos díécadas una gigantesca masa de jubilados chinos superará en número a toda la población de Europa occidental junta. Y es bueno registrar que a mediados de este siglo estarán en edad de retiro 480 millones de chinos.
La explosión de natalidad que el país conoció en los años 50 y 60 dio origen al bono poblacional que impulsó un vertiginoso crecimiento económico cuando estos niños alcanzaron sus años productivos antes del fin del siglo pasado. Pues bien, estas inmensas masas poblaciones llegan a su tercera edad en esta y la próxima díécada y los expertos vaticinan que mientras la población global se mantendrá casi estable en las tres próximas díécadas, la población activa china se encogerá en ese mismo periodo.
¿Cómo hablar de productividad a futuro con una fuerza laboral en proceso de acelerado envejecimiento y cómo hacer para corregir radicalmente esta poderosísima distorsión que ha sido agravada de manera deliberada por las propias autoridades al mantener la política de "un solo hijo"? Desde hacen años las cifras de mano de obra están disminuyendo debido al colapso del índice de nacimientos. Y nada hay más cierto, que una sociedad que adolece de la confluencia de menos trabajadores con menos empleados jóvenes enfrenta severos problemas sociales.
La desaceleración de la economía del inmenso imperio chino en este momento se ve inevitable mientras el modelo de desarrollo siga sustentándose en una premisa que a la corta ya no será más válida: el suministro a la economía de vastos contingentes de mano de obra barata. Es el caso que a esta fecha, la población activa del gigante asiático ha pasado de crecer casi un 2 % anual a reducirse un 1 %, lo que inevitablemente se reflejará en el decrecimiento de la tasa de expansión de la economía y se sumará a otros factores que tambiíén hacen anticipar desaceleración.
El otro gran drama para esa sociedad es que hasta el día de hoy el gobierno comunista no ha considerado prioritario desarrollar ni un sistema universal de jubilaciones, ni una red de seguridad social, ni tampoco ha instaurado un sistema general de cuidado para los ciudadanos mayores. De allí que la pesada carga que soportan los hombros de los más jóvenes resulta un potente factor de alienación y desestímulo, al verse en la obligación de no solo esforzarse para producir para la educación de los hijos sino además de servir de soporte a padres y abuelos de salud precaria y en edad improductiva.
Lo que se ve en el panorama es que la perversa evolución demográfica que enfrentará inercialmente el gigante asiático hará imperativo, en el futuro inmediato, la puesta en marcha de una dramática reestructuración económica que haga de la productividad una parte vital de la dinámica nacional. El envejecimiento poblacional, que para un país desarrollado es un problema sustantivo, para un país que aún mantiene a 900 millones de almas excluidas del bienestar, es un colosal drama.