Quíé difícil es arreglar el desaguisado que provoca la crisis en las cuentas públicas, y quíé escasa imaginación y valentía demuestran nuestros dirigentes a la hora de identificar soluciones. Ahora los ingresos no llegan para pagar todos los gastos en los que incurrimos. Alguien podría pensar que los poderes públicos deberían hacer como los buenos padres de familia y actuar en consecuencia: si disminuyen los ingresos, se reducen inmediatamente los gastos y ya está. Pero no, eso es muy difícil por que traducido al lenguaje de la política equivale a decir “retiro ayudas a mis amigos y elimino empleo a mis correligionarios†y, claro, eso es mucho decir. ¿Puede alguien enumerar cuántos organismos, entes, agencias, sociedades públicas, departamentos gubernamentales, forales o municipales, clusters, mancomunidades y demás, se han eliminado desde que no nos alcanza para pagar sus gastos de funcionamiento? ¿Tiene alguien la capacidad, el arrojo y el conocimiento suficientes para justificar la existencia y la necesidad social de todos ellos?
Otra solución consistiría en incentivar la demanda, conseguir mayor actividad y una ase imponible más extensa que permita recaudar más impuestos. Pero tampoco. Para eso hay que eliminar los corsíés administrativos que embridan la creación de empresas, apoyar socialmente a los empresarios, diseñar un espacio fiscal favorable, derribar las restricciones a la libertad y elimina la corrupción y las corruptelas que pululan alrededor. Total, demasiado esfuerzo, demasiado complicado, demasiada pereza.
¿Conclusión? Lo más fácil sigue siendo subir los impuestos. Nuestros dirigentes parten de la base, equivocada por cierto, de que la riqueza es un stock que se puede trocear a voluntad, así que les quitamos a unos (normalmente a los que la han generado) y la repartimos a nuestra conveniencia, sin molestar a nadir más. Ya sabemos que molestar a los que crean riqueza es indoloro políticamente, aunque quizás sea una actitud socialmente suicida. Pero, si lo fuera, es seguro que no se vería en la legislatura que le interese a quien lo decide, así que ¿por quíé preocuparse?
Por cierto, que conste que íéste comentario es multiusos. Lo mismo sirve para describir a Rajoy en el Gobierno central que a Urkullu en el vasco o a las diputaciones en sus respectivos territorios. Y lo mismo sirve en Zalla, Bizkaia, que en Vitigudino, Salamanca, o en Saint Píé d´Ardet, Haute Garona.