Por… Carlos Parodi
En las últimas semanas observamos en diversos países, como Brasil, Egipto y Perú que la gente “sale a las calles†a protestar por diversas razones relacionadas con el hecho de “no sentir†los beneficios del crecimiento económico. No observan mejoras significativas en educación, salud, seguridad, infraestructura rural, etc. Sin embargo, ¿quiíénes toman las decisiones al respecto? Desde luego, lo que llamamos “la clase políticaâ€, es decir, ministros, congresistas, funcionarios públicos, partidos políticos, entre otros.
¿Por quíé no toman las decisiones que la ciudadanía considera correctas? ¿Cómo se relaciona la economía con la política?
La relación entre ambas tiene una doble causalidad; por un lado, si la economía no va bien, los políticos que dirigen el país aparecen como los primeros culpables por que no tomaron decisiones correctas o si lo hicieron, fueron erradas; por otro, si la economía va bien, es natural esperar que vaya “bien†para las grandes mayorías y eso está relacionado con reformas claves en los servicios básicos, como educación y salud. Si las instituciones políticas “no funcionanâ€, entonces estamos lejos de legislar en torno de reformas claves.
Existen dos escenarios para implementar reformas: a travíés del consenso o de manera vertical. El primer camino es más largo, pero conduce a resultados más sostenibles y es el mecanismo normal de las democracias representativas. El segundo tiende a ocurrir en gobiernos con características autoritarias. La democracia es el gobierno del pueblo, pero como todos no pueden gobernar, los ciudadanos eligen a algunos de ellos para que los representen, tanto en el poder ejecutivo como en el congreso. Muchas veces ocurre que la “clase política†olvida dos cosas: por un lado, que “representa†a todos, por lo que no puede decidir lo que se le antoje; por otro, cuando cualquier persona paga impuestos, financia los ingresos de los “representantesâ€.
En otras palabras, los congresistas o representantes son los intermediarios entre la población y quienes deciden. Este escenario ideal funciona mejor cuando existen partidos políticos sólidos, de alcance nacional que canalicen las demandas de los ciudadanos. El problema es que cuando no funciona, se abre el camino a regímenes autoritarios. En tíérminos simples, los ciudadanos no se sienten representados por quienes eligieron. Lo que observamos es que no saben cómo lograr consensos (cada uno ve su propio interíés), promesas sin medir las consecuencias y solo con un afán electoral, escándalos de corrupción que hacen que los congresistas pasen el tiempo fiscalizándose unos a otros que discutiendo leyes a favor del desarrollo del país, etc. Y eso tiene un impacto sobre la economía.
Por un lado, no avanzan las reformas pues ni siquiera se discuten y es sabido que un país que no invierte bien en su propio capital humano, no tiene posibilidades de sostener el crecimiento futuro; por otro, la economía “crece menos que lo que podría crecerâ€, pues la incertidumbre y la sensación de caos generan que se posterguen inversiones nacionales y extranjeras. En el mediano plazo es muy complejo tener una “buena economía†con una “mala políticaâ€, pues no es sostenible la primera sin la segunda. La política no está divorciada de la economía, aunque parezca que sí.
Suerte en sus vidas…