Bloomberg
Simon Wren Lewis, economista de Oxford, descubrió recientemente en su blog que Francia está practicando una gran austeridad fiscal; mucha más de la que tiene sentido dada la situación macroeconómica. Señaló, empero, que Francia ha eliminado su díéficit primario estructural principalmente elevando impuestos en lugar de recortar el gasto.
Y Olli Rehn, comisionado de asuntos económicos y monetarios de la Unión Europea (UE), quien debería estar alabando a los franceses por su responsabilidad fiscal y su disposición a desafiar la macroeconomía de los libros de texto a favor del evangelio de la austeridad, está furioso, declarando que la restricción fiscal debe venir a travíés de recortes en el gasto.
Tal como lo indicó el Sr. Wren Lewis, el Sr. Rehn muy claramente se está pasando de sus límites: Francia es una nación soberana, con un gobierno debidamente elegido y, por cierto, no está buscando ningún tipo de ayuda especial de la Comisión Europea. Así que de ninguna forma tiene por quíé decirle a los franceses quíé tan grande debe ser su gobierno.
Pero el punto más general aquí, sin lugar a dudas, es que el Sr. Rehn ha dejado que se le caiga la máscara. La cuestión no tiene nada que ver con la responsabilidad fiscal; nunca lo fue.
Siempre se trató de usar hipíérbolas sobre los peligros de la deuda para desmantelar al Estado benefactor. ¿Cómo se atreven los franceses a tomarse literalmente los supuestos peligros de los díéficits, negándose al mismo tiempo a reconfigurar su sociedad sobre líneas neoliberales?
La gloria por venir
Una reacción muy tardía al artículo de Steven Erlanger publicado en The New York Times sobre la decadencia francesa, sobre los temores de que la orgullosa nación estíé cayendo a un estatus de segundo nivel: un punto que siempre deberíamos notar en este caso viene del columnista Roger Cohen; los franceses han estado malhumorados desde hace díécadas, y aún así el país sigue siendo un muy buen lugar para vivir. ¿Tal vez es justo descontar un poco a esos temores?
Pero hay otro punto que casi nunca veo que se mencione: hay una cosa que los franceses siguen pudiendo hacer y que otras naciones ricas europeas (Alemania, en particular) no lo hacen bien; principalmente, tener hijos.
Si asumimos que las principales naciones europeas tendrán niveles similares de producto interno bruto per cápita, lo que parece razonable, entonces para mediados de siglo Francia, y no Alemania, será la economía europea más grande, vía fuerza pura de los números. Si la UE sigue unida, esto podría significar que Francia será el líder de una de las grandes potencias económicas del mundo. ¡Bienvenido al nuevo imperio francíés!
Está bien, tal vez es ir muy lejos. Pero me sorprende que la relativa ventaja demográfica de Francia dentro de Europa no reciba más atención.