Por... Daniel J. Ikenson
Ningún país ha atraído más inversión extranjera directa (IED) que EE.UU. Alrededor del 17 por ciento del stock mundial de $22 billones de IED en la economía estadounidense —el triple del stock en el tercer destino más importante. Con la economía más grande del mundo, una fuerza laboral preparada, una cultura de innovación, y unos mercados de capitales profundos y amplios, EE.UU. tiene enormes ventajas en la cada vez más intensa competencia mundial para atraer inversiones de las mejores empresas del mundo.
Pero esas ventajas se han estado erosionando. En 1999, la proporción de EE.UU. del stock mundial de IED se encontraba en 39 por ciento —22 puntos completos más que hoy— y ha estado experimentando una caída continua desde ese entonces. El crecimiento económico, una fuerza laboral cada vez más preparada, una mayor transparencia empresarial, y la estabilidad política en las economías emergentes han hecho que se vuelvan destinos más atractivos para las inversiones. Mientras tanto, las regulaciones en crecimiento, la incongruencia entre las políticas públicas, y la persistente incertidumbre acerca de los negocios y el clima político han reducido el atractivo de EE.UU.
Ubicado como lo está en la frontera tecnológica, la economía estadounidense requiere de inversiones continuas para reponer la maquinaria, el software, los laboratorios, los centros de investigación, y las facilidades de manufacturas de calidad superior que emplean su capital humano, dan vida a las ideas nuevas, crean riqueza y mejoran la calidad de vida. A lo largo de los años, las empresas basadas en el extranjero han satisfecho una parte importante de los requisitos de esas inversiones, trayendo capital, conocimiento, ideas frescas, mientras que crean sinergias al establecer nuevas empresas y adquirir las empresas estadounidenses existentes. Estas filiales estadounidenses de empresas extranjeras —llamíémoslas empresas que contratan “hacia adentroâ€â€” han contribuido muy por encima de su peso, aportando de manera desproporcionada en EE.UU. a la producción, la compensación, la inversión de capital, la productividad, las exportaciones, el gasto en investigaciones y desarrollo, y a otros determinantes del crecimiento en EE.UU.
Como fue reportado en un nuevo estudio (en inglíés) publicado por la Organización para la Inversión Internacional (en inglíés), las empresas que contratan “hacia adentro†representan menos del 0,5 por ciento de las empresas estadounidenses con nóminas de pago, aunque constituyen 5,9 por ciento del valor agregado en el sector privado; 5,4 por ciento del empleo en el sector privado; 11,7 por ciento de las inversiones nuevas y no destinadas al sector residencial en el sector privado, y; 15,2 por ciento del gasto en investigaciones y desarrollo del sector privado. Estas empresas pagan 13,8 por ciento de todos los impuestos corporativos; obtienen 48,7 por ciento más de ingresos de su capital fijo que el promedio del sector privado en EE.UU., y; compensan a sus empleados con una prima de 22 por ciento por encima del promedio en el sector privado de EE.UU.
Las shock de competencia a las empresas domíésticas establecidas, los contagios tecnológicos, y la mezcla y evolución de ideas tambiíén resultan de la infusión de la inversión extranjera directa. Uno solo puede imaginarse si los productores de autos de Detroit todavía estarían produciendo autos como el Ford Pinto, el AMC Pacer, y el Chrysler K-Car si los productores de marcas extranjeras de autos no hubiesen empezado a invertir en EE.UU. a principios de la díécada de los 80, ayudando a revigorizar una industria domíéstica que se había quedado dormida en sus laureles. La competencia inspiró a los Tres Grandes para mejorar su calidad y oferta, y el subsiguiente reparto de tecnología dentro de la industria ha beneficiado tanto a productores como a consumidores. No debería sorprender que los políticos hablen mucho acerca de atraer más empresas que contraten “hacia adentro†a las costas estadounidenses.
A finales de octubre el Departamento de Comercio de EE.UU. realizó la primera Cumbre de Inversiones Selectas en EE.UU., que tiene como finalidad mostrar los beneficios de invertir en la economía estadounidense. Difundir las ventajas estadounidenses a los inversores potenciales es una jugada justa en esta competencia global, cada vez más intensa, por atraer y retener empresas sólidas, pero el producto en realidad debería venderse por sí solo.
Las empresas que buscan construir o comprar instalaciones para producir, centros de investigación, y laboratorios de biotecnología consideran una variedad de factores, incluyendo el acceso a los trabajadores calificados y a los insumos materiales esenciales; la facilidad en los procedimientos de aduanas; la fiabilidad de la infraestructura de transporte; la transparencia legal y empresarial, y; las cargas de cumplir con las regulaciones y con los impuestos, para nombrar algunos aspectos.
De acuerdo a varios índices respetados de percepción del ambiente de negocios, EE.UU. ha empeorado considerablemente durante la última díécada en varias áreas que afectan directamente las decisiones de inversión. De un total de 142 países evaluados en el índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial, EE.UU. se encuentra en la posición No. 24 en la calidad de infraestructura total; No. 50 en la percepción de que el capitalismo de compadres es un problema; No. 58 en la carga de las regulaciones estatales; No. 58 en los procedimientos de aduana; No. 63 en la carga tributaria y su efecto. Mientras tanto, la incertidumbre acerca de las políticas energíética, de inmigración, comercio, tributaria y regulatoria continúa desalentando las inversiones e incluso alienta a las empresas a enviar al extranjero operaciones que de otra forma podrían desempeñarse en EE.UU.
La Ley de Inversión Global en los Trabajos en EE.UU., que fue aprobada por el congreso el mes pasado, ordenaría al Departamento de Comercio a realizar una evaluación interinstitucional de las políticas federales para identificar maneras en las que se podría mejorar la capacidad de EE.UU. para atraer la inversión extranjera directa. Una revisión adecuada, seguida de reformas que remuevan los frenos a la inversión, podría ayudar a reversar la tendencia de declive de la última díécada y proveer nuevo combustible para el crecimiento económico y una mejor calidad de vida a futuro.