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Autor Tema: Bancocracia: de la repíºblica de Venecia a Mario Draghi y Goldman Sachs...  (Leído 255 veces)

OCIN

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Por...  Eric Toussaint 




Desde el siglo XII hasta comienzos del siglo XIV, la Orden de los Templarios, presente en una gran parte de Europa, se convirtió en banquero de los poderosos. Contribuyó a financiar varias cruzadas. A comienzos del siglo XIV, se habí­a convertido en la principal acreedora del rey de Francia Felipe el Hermoso. Frente al peso de una deuda que gravaba sus recursos, Felipe el Hermoso se libró de sus acreedores y, de la misma, de su deuda, demonizando la Orden de los Templarios, acusándola de múltiples crí­menes |1|. La Orden fue prohibida, sus jefes ejecutados y sus bienes confiscados. La Orden de los Templarios carecí­a de un estado y de un territorio para hacer frente al rey de Francia. Su ejíército (15.000 hombres, de ellos 1.500 caballeros), su patrimonio y sus críéditos con los dirigentes no la protegieron de la potencia de un estado decidido a eliminar a su principal acreedor.
 
En la misma íépoca (siglos XI-XIV), los banqueros venecianos financiaban tambiíén cruzadas y prestaban dinero a los poderosos de Europa, pero maniobraron mucho más hábilmente que la Orden de los Templarios. En Venecia, se apoderaron de la cabeza del estado dándole la forma de una república. Financiaron la transformación de Venecia, ciudad-estado, en un verdadero imperio que comprendí­a Chipre, Eubea (Negrepont) y Creta. Adoptaron una estrategia imparable para enriquecerse duraderamente y garantizar el reembolso de sus críéditos: fueron ellos quienes decidieron endeudar al estado veneciano con los bancos que poseí­an. Los tíérminos de los contratos de los príéstamos fueron definidos por ellos puesto que eran a la vez propietarios de los bancos y dirigentes del estado.
 
Mientras Felipe el Hermoso tení­a interíés en librarse fí­sicamente de sus acreedores para liberarse del peso de la deuda, el estado veneciano devolví­a hasta la última moneda de la deuda a los banqueros. í‰stos tuvieron por otra parte la idea de crear tí­tulos de la deuda pública que podí­an circular de un banco a otro. Los mercados financieros comenzaban entonces a ponerse en pie |2|. Este tipo de príéstamo es el precursor de la forma principal de endeudamiento de los estados tal como se conoce en el siglo XXI.
 
Siete siglos despuíés del aplastamiento de la Orden de los Templarios por Felipe el Hermoso, hoy los banqueros de Europa, igual que sus predecesores venecianos o genoveses, no tienen manifiestamente que estar inquietos por los gobiernos actuales.
 
Los estados nacionales y el protoestado que es la Unión Europea de hoy son quizás más complejos y sofisticados que las repúblicas de Venecia (o de Gíénova) de los siglos XIII al XVI, pero son con igual crudeza los órganos de ejercicio del poder de la clase dominante, el 1% opuesto al 99%. Mario Draghi, antiguo responsable de Goldman Sachs en Europa, dirige el Banco Central Europeo. Los banqueros privados han colocado a sus representantes o a sus aliados en puestos clave en los gobiernos y las administraciones. Los miembros de la Comisión Europea están muy atentos a la defensa de los intereses de las finanzas privadas, y el trabajo de lobby que los bancos ejercen ante parlamentarios, reguladores y magistrados europeos es de una eficacia temible.
 
Que un puñado de grandes bancos capitalistas ocupe el primer plano estos últimos años, no debe ocultar el papel de las grandes empresas privadas de la industria y del comercio, que usan y abusan de su proximidad a las estructuras del estado de forma tan hábil como los banqueros. La interconexión y la imbricación inextricables entre los estados, los gobiernos, los bancos, las empresas industriales y comerciales, y los grandes grupos privados de comunicación constituyen, por otra parte, una de las caracterí­sticas del capitalismo, tanto en su fase actual como en las precedentes.
 
Efectivamente, desde la victoria del capitalismo como modo de producción y como formación social dominante, el poder es ejercido por los representantes de los grandes grupos privados y sus aliados.
 
Desde un punto de vista histórico, la New Deal iniciada por el presidente F. Roosevelt en 1933 y los treinta años que siguieron a la II Guerra Mundial aparecen como un paríéntesis durante el cual la clase dominante tuvo que hacer concesiones, ciertamente limitadas pero reales, a las clases populares. Los grandes patronos tuvieron que disimular un poco su dominio sobre el estado. Con el giro neoliberal emprendido a finales de los años 1970, abandonaron la discreción. Los años 80 ponen en un primer plano una clase dominante completamente desinhibida que asume y proclama con cinismo la carrera por la ganancia y la explotación generalizada de los pueblos y de la naturaleza. La fórmula, tristemente cíélebre, de Margaret Thatcher “There is no alternative” marca hasta hoy el paisaje polí­tico, económico y social, a travíés de los ataques violentos a los derechos y conquistas sociales. Mario Draghi, Angela Merkel, Silvio Berlusconi (gran patrón italiano), Josíé Manuel Barroso, aparecen como figuras emblemáticas de la prosecución del proyecto thatcheriano. La complicidad activa de los gobiernos socialistas (de Schrí¶eder a Hollande, pasando por Tony Blair, Gordon Brown, Papandreu, Zapatero, Socrates, Letta, Di Rupo, y muchos otros) muestra hasta quíé punto se insertaron en la lógica del sistema capitalista, hasta quíé punto forman parte del sistema igual que Barack Obama del otro lado del Atlántico. Como afirmaba el multimillonario americano Warren Buffet, “es una guerra de clases, y es mi clase la que va ganando”.
 
El sistema de la deuda pública tal como funciona en el capitalismo constituye un mecanismo permanente de transferencia de riquezas producidas por el pueblo hacia la clase capitalista. Este mecanismo se ha reforzado con la crisis comenzada en 2007-2008, pues las píérdidas y las deudas de los bancos privados han sido transformadas en deudas públicas. A una gran escala, los gobiernos han socializado las píérdidas de los bancos a fin de permitirles continuar haciendo beneficios que redistribuyen a sus propietarios capitalistas.
 
Los gobiernos están directamente conchabados con los grandes bancos y ponen a su servicio los poderes y las arcas públicas. Hay un va y viene permanente entre los grandes bancos y los gobernantes. El número de ministros de finanzas y de economí­a, o de primeros ministros, que provienen directamente de los grandes bancos o que van a ellos cuando abandonan el gobierno no deja de aumentar desde 2008.
 
El oficio de la banca es demasiado serio para ser dejado en manos del sector privado, es necesario socializar el sector bancario (lo que implica su expropiación) y colocarlo bajo control ciudadano (de los asalariados de los bancos, de los clientes, de las asociaciones y de los representantes de los actores públicos locales), pues debe estar sometido a las reglas de un servicio público |3| y las rentas que su actividad genera deben ser utilizadas para el bien común.
 
La deuda pública contratada para salvar a los bancos es definitivamente ilegí­tima y debe ser repudiada. Una auditorí­a debe determinar las demás deudas ilegí­timas y/o ilegales y permitir una movilización tal que una alternativa anticapitalista pueda tomar forma.
 
La socialización de los bancos y la anulación/repudio de las deudas ilegí­timas deben inscribirse en un programa más amplio |4|.
 
Como durante la república de Venecia, hoy en la Unión Europea y en la mayorí­a de los paí­ses más industrializados del planeta, el estado está en ósmosis con la gran banca privada y paga dócilmente la deuda pública. El no pago de la deuda ilegí­tima, la socialización de la banca así­ como otras medidas vitales serán el resultado de la irrupción del pueblo como actor de su propia historia. Se tratará de poner en pie un gobierno tan fiel a los oprimidos como los gobiernos de Merckel y Hollande lo son a las grandes empresas privadas. Tal gobierno del pueblo deberá hacer incursiones en la sacrosanta gran propiedad privada para desarrollar los bienes comunes a la vez que respeta los lí­mites de la naturaleza. Ese gobierno deberá igualmente realizar una ruptura radical con el estado capitalista y erradicar todas las formas de opresión. Una autíéntica revolución es necesaria.
 
 
Notas
 
1| Ver David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economí­a, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp ; Thomas Morel et Franí§ois Ruffin, Vive la Banqueroute!, Paris, Fakir Editions, 2013.
 
|2| Fernand BRAUDEL, Civilisation matíérielle, íéconomie et capitalisme. XVe-XVIIIe sií¨cle. Paris, Armand Collin, 1979 ; David Graeber, En deuda. Una historia alternativa de la economí­a, Editorial Ariel, Barcelona, 2012, 714 pp
 
|3| El sector bancario deberí­a ser enteramente público con excepción de un sector cooperativo de pequeña talla con el que podrí­a cohabitar y colaborar.
 
|4| Ver Damien Millet y Eric Toussaint, Europa, ¿quíé programa de urgencia frente a la crisis? http://cadtm.org/Europa-Que-programa-de-urgencia. Ver tambiíén Thomas Coutrot, Patrick Saurin y Eric Toussaint, Anular la deuda o gravar al capital: ¿Por quíé elegir? http://cadtm.org/Anular-la-deuda-o-gravar-al . Finalmente, ver ¿Quíé hacer con la deuda y el euro?, http://cadtm.org/Que-hacer-con-la-deuda-y-el-euro publicado el 30 de abril de 2013.


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