Por... Marek Tatala y Axel Kaiser
En septiembre de este año, el primer ministro polaco Donald Tusk anunció su intención de deshacer las reformas del sistema de pensiones. De implementarse, este plan conduciría a una nacionalización del fondo de pensiones al estilo de la Hungría de Victor Orban o de la Argentina de los Kirchner. La ley, basada en justificaciones demagógicas, terminaría con los logros de la transformación polaca desde 1989, posible gracias a la privatización y no a la nacionalización. La Comisión Europea (CE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI) se hacen de la vista gorda ante estos acontecimientos. Es preciso detener una potencial reacción en cadena o más nacionalizaciones.
Nacionalizar los fondos de pensiones polacos no conducirá a una consolidación fiscal sustentable y deshará los esfuerzos hechos por Polonia durante las dos últimas díécadas para convertirse en un exitoso caso de crecimiento y prosperidad.
El gobierno polaco busca nacionalizar directamente la mitad de los activos actuales del sistema privado de pensiones y presionará a los fondos de pensión a colocar su dinero en inversiones de corto plazo, lo cual indica que el gobierno querría reservar para sí la opción de tener la mitad restante de los activos involucrados.
Actualmente, el sistema de pensiones polaco tiene dos pilares: El primero es el de reparto de origen bismarckiano, financiado por contribuciones sobre nómina, mientras el segundo corresponde a los fondos privados de pensión. La propuesta de reforma del gobierno incluye un plan para introducir una opción predeterminada para los polacos con el propósito de que participen únicamente en el primer pilar del sistema de pensiones. Los polacos tendrán que incorporarse activamente al segundo.
La psicología conductual sugiere que la mayor parte de las personas no firmarán una declaración especial para incorporarse al sistema privado de pensiones. Esto llevaría a la marginalización y futura liquidación de los fondos de pensiones.
Incluso desde el punto de vista fiscal, la nacionalización no producirá mejoras estructurales en las finanzas públicas polacas, pero sí empeorarán el problema de deuda de Polonia: Apoderarse de las pensiones privadas sólo reducirá temporalmente la deuda pública e incrementará los pasivos no financiados en el largo plazo.
Según el economista y ex vice primer ministro Leszek Balcerowicz, los pasivos de pensiones no financiados ya superan en 193% el PIB polaco. Eliminar el pilar privado del sistema de pensiones hará crecer, precisamente, estos pasivos no financiados.
La actitud de la CE y del FMI es hasta ahora bastante sorprendente. Parece que la primera está aplicando doble estándares en las interacciones directas con los estados miembros de la Unión Europea (UE). Por un lado, ha elogiado a Letonia por aumentar las contribuciones al ríégimen privado de pensiones. Mientras tanto, por el otro, ha mantenido hasta ahora silencio ante la propuesta del gobierno polaco de nacionalizar los activos de los fondos privados de pensión.
Por su comportamiento al no mostrar la bandera roja al gobierno polaco y, así, detener el desarrollo de una segunda Hungría, la CE puede poner en peligro su propio papel como guardián fiscal.
Existe el peligro, si no se contrarresta, de que esta Orbanización de las políticas para el sistema de pensiones pueda extenderse por toda Europa. Los gobiernos de Europa Central y Oriental están bajo presión para retardar la consolidación fiscal o retroceder ante los estímulos fiscales. El mal ejemplo de Hungría y Polonia puede dar más poder y argumentos a las voces populistas de la región. Es por eso que debemos detener la propuesta del gobierno polaco ahora y defender los ahorros privados de pensiones de las personas.
