Durmiendo con su enemigo. Más o menos así podría titularse el folletín de tintes melodramáticos que ha provocado la multinacional Petróleos Mexicanos (Pemex) dentro del capital de Repsol. La petrolera que preside Antonio Brufau no ha querido responder públicamente a los ataques que llegan del otro lado del Atlántico, pero en la sede madrileña de Míéndez ílvaro han empezado a tentarse la ropa ante lo que algunos consejeros de la compañía española consideran ‘alta traición’ por parte de su antiguo socio mexicano.
El consejo de administración de Repsol analizará la próxima semana las medidas legales orientadas a frenar la ofensiva declarada por el director general de Pemex, Emilio Lozoya, y que está siendo puesta en práctica por el máximo representante de la multinacional en España, Josíé Manuel Carrera Panizzo. Ambos dirigentes se han repartido los papeles para criticar primero la gestión de Brufau y forzar acto seguido su destitución a partir de lo que ya se conoce como ‘el complot de Pemex’ para hacerse finalmente con el control de Repsol.
La operación que se dibuja constituye una segunda versión del golpe de mano perpetrado en agosto de 2011 por la multinacional mexicana con el apoyo del entonces presidente de Sacyr, Luis del Rivero. Pemex y la constructora española firmaron un pacto de accionistas con la clara intención de desbancar a Brufau de la presidencia de Repsol como paso previo para trocear luego la compañía. La multinacional mexicana pretendía mejorar su posición competitiva en el mercado global asumiendo los negocios de upstream (exploración y producción) de la petrolera española.
El programa de liberalización auspiciado por el Gobierno de Enrique Peña Nieto en el mercado mexicano de hidrocarburos ha inflamado el apetito voraz de Pemex, que necesita salir otra vez de caza para complementar fuera de sus fronteras la virtual píérdida de su exquisito monopolio domíéstico. Repsol es una pieza codiciada dada su capacidad operativa en toda Latinoamíérica y de ahí la injerencia de la propia Pemex para forzar un acuerdo con YPF.
La multinacional mexicana salió escaldada del intento porque la oferta draconiana formulada al dictado del Gobierno argentino fue rechazada en pleno por el consejo de Repsol. Ni siquiera el vocal de Pemex se atrevió a defender una propuesta que suponía toda una ofensa a la inteligencia de la compañía española. El acuerdo de YPF con Chevron desveló pocas semanas despuíés que los activos del yacimiento de Vaca Muerta habían sido ofertados a Repsol con una valoración diez veces superior a la que la propia empresa argentina había contabilizado en sus cuentas.
Vuelta a las andadas dos años despuíés
Pemex se retiró a sus cuarteles de invierno con la intención de rearmar su estrategia y no ha tardado en dar señales de su ofensiva. Fuentes del propio consejo de Repsol consideran que el zafarrancho de combate “le sale gratis†a la multinacional mexicana, por lo que no es previsible el cese de la hostilidades a menos que la empresa española haga frente a los ataques con el amparo del ordenamiento mercantil y atendiendo al propio marco de relaciones societarias establecido hace menos de dos años con el propio socio mexicano.
Cabe recordar que Repsol y Pemex suscribieron en enero de 2012 una alianza industrial estratíégica para zanjar de forma amistosa todos sus anteriores contenciosos. La multinacional mexicana se arrepintió de sus acuerdos con Luis del Rivero, finiquitó los compromisos con el constructor murciano y se avino a fumar la pipa de la paz con Brufau. El aroma de aquel armisticio se ha esfumado con el paso del tiempo, y hay quien piensa que Pemex está ahora como loca por salir de Repsol si es que no puede hacerse con el timón de la compañía.
Los responsables de la compañía española tratan de evitar una batalla legal que sirva para dar cuartos al pregonero mexicano en sus airadas críticas contra la gestión de Repsol. Pero la situación empieza a pasar de castaño oscuro y dentro del consejo de administración que preside Brufau existe la convicción de que Pemex se está comportando como “un socio desleal†que amenaza seriamente la estabilidad de la empresa.
La alianza entre las dos petroleras sirvió en su momento para dar soporte jurídico a una relación que estaba claramente en entredicho. Pemex no deja de ser un rival directo de Repsol y, si ahora se vuelve a las andadas, lo más lógico sería poner punto final a toda vinculación entre ambas partes. La entidad estatal mexicana se vería abocada a vender su participación del 9,6% en el capital de la compañía española y abandonar antes que nada el puesto que ostenta Arturo Henríquez como vocal representante en el consejo de Repsol.
El desenlace del conflicto con Pemex entrará en una fase definitiva desde el momento en que Repsol lleve a cabo una denuncia formal de la alianza con el socio mexicano. La compañía española teme que la deriva haya entrado en una fase irreversible y, llegados a este punto, lo mejor sería dar por zanjada toda colaboración poniendo tíérmino a lo que algunos consideran ‘la crónica de una ruptura anunciada’.