Por… BEATRIZ DE MAJO C.
El espacio económico que China ocupa en el mundo de hoy es evidente. No lo es tanto la estratíégica gravitación militar que el gigante asiático intenta consolidar en el mundo entero. Silenciosamente, este coloso ha comenzado a hacerse de mayores espacios en este terreno, tejiendo una red de solidaridades con países de menor desarrollo y emergentes de manera que el equilibrio que se ha estado produciendo en el área macroeconómica entre las naciones líderes del planeta tenga un equivalente en el grado de influencia militar global.
Para sentarse en las primeras filas de lo militar, junto a los grandes del planeta, es preciso contar con una fortaleza armada y nuclear propia y esa ya la ha adquirido el país asiático. En atención a ello sesiona con otros de talla equivalente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Allí China ha estado pisando duro. Una reciente muestra de su capacidad de influencia en temas de la paz global fue la de vetar junto con Rusia cualquier solución que pusiera en minusvalía a la Siria de Bashar Al Assad, aun despuíés de que se pusiera de bulto el atroz uso de armas químicas por parte de Damasco que produjo la muerte de más de 1.400 ciudadanos sirios.
Otra forma menos visible pero sin duda determinante, para llevar voz cantante en materia de seguridad planetaria, es el armarse de un entramado de solidaridades militares en la escena global, desarrollando estrechas relaciones bilaterales desde Beijing con terceros países a travíés de la venta de armas y de la asistencia tecnológica que está asociada con el uso de las mismas.
Esta determinación China de penetrar mercados en países con capacidad de influencia regional ha comenzado a generar urticaria por parte de otros países de talla en el campo de la seguridad estratíégica mundial y en particular por los miembros de la OTAN. La semana pasada un contrato por cerca de 3.440 millones de dólares para la compra de un sistema de defensa con misiles y radares ya adjudicado por el gobierno turco a empresas chinas fue el objeto de gestiones diplomáticas de Washington frente a Ankara, acciones estas que lograron la paralización de la compra a los chinos y la apertura de un nuevo concurso en el que participarían empresas europeas y americanas.
Así es como en los tiempos que corren, por distintas vías la diplomacia del dragón se está asociando a una estrategia de penetración militar con el propósito de consolidar nuevos estadios de influencia. Por ejemplo, en algunos acuerdos de libre comercio entre países latinoamericanos y China actualmente en negociación, los asiáticos sujetan la concesión de tratamiento favorable a la exportación de productos a China a que las compras de armas provenientes del país asiático tambiíén gocen de tratos preferenciales.
Países como Siria, Pakistán, Irán, Libia, Turquía, Sudán y en nuestro continente, Argentina, Bolivia, Ecuador, Perú, Venezuela, Guyana y Míéxico han formado parte de acuerdos de provisión de armamento, algunos ya ejecutados, otros en proceso de ejecución, que además de reportar importantes ingresos para los fabricantes chinos, actúan como catalizadores de las relaciones diplomáticas en íépocas de paz y pueden llagar a configurar alianzas estratíégicas muy trascendentes para China en caso de conflictos.
Suerte en sus vidas…