Los bancos buscan pasar página de la crisis y centrarse en recuperar la rentabilidad perdida. Pero lo van a tener complicado. En un documento de trabajo, BBVA concreta los cinco principales obstáculos que tendrán que sortear las entidades a la búsqueda de la rentabilidad perdida.
La normalidad a la que España volverá cuando termine de pasar la crisis no será aquella a la que estábamos acostumbrados. Y esta verdad se aplica no sólo a la macro y micro economía, sino tambiíén al sector financiero. A los bancos les costará más esfuerzo ganar el mismo dinero que ganaban antes de la crisis, si es que alguno lo consigue. El ROE, es decir el retorno sobre el capital, que antes de la crisis rondaba en España el 12% promedio, se quedará por debajo de esta cifra. Aunque, como siempre, habrá dispersión y habrá entidades que consigan adaptarse mejor que otras a la nueva situación. En un documento de trabajo publicado la pasada semana, el Servicio de Estudios de BBVA detalla las principales amenazas que se ciñen sobre la rentabilidad. 1) Vuelta al negocio minorista. Tras el estallido de la crisis subprime, la regulación financiera ha ido endureciendo los requisitos para las actividades de banca mayorista. En Basilea III, por ejemplo, se han suavizado las exigencias de capital derivadas de exposiciones típicas de la banca minorista (por ejemplo, determinados tipos de príéstamos a pymes), favoreciendo así estas actividades frente a otras más típicas del negocio de banca de inversión. Al mismo tiempo, se ha introducido un límite a la ratio de endeudamiento, algo que tambiíén afecta especialmente a los bancos de inversión. Los expertos, de hecho, afirman que los países cuyo sistema financiero estíé más centrado en el negocio retail saldrán beneficiados con la nueva normativa. Y España está dentro de este grupo, ya que la mayoría de sus bancos están centrados en el negocio minorista, más estable y seguro. El revíés de la medalla es que la banca minorista es menos rentable que la de inversión. 2) Menos aportación de los críéditos La actividad crediticia no volverá a generar tantos beneficios para los bancos, por más de una razón. En el corto plazo, las entidades tendrán dificultad para aplicar mejorar los márgenes de sus carteras, en un entorno díébil desde el punto de vista macroeconómico y con escasa demanda de críédito. A esto hay que añadir que el sector privado español (hogares y empresas) sigue inmerso en un proceso de desapalancamiento que durará todavía algún tiempo, para terminar de digerir los excesos de la burbuja. Pero además, aun cuando se supere esta fase, no es de esperar que el críédito vuelva a crecer en España a dos dígitos. Los expertos creen que, cuando la crisis se acabe y la financiación vuelva a repuntar, los hará con crecimientos moderados, en línea con lo que ocurre en otras economías maduras. 3) La regulación Las nuevas y más estrictas reglas que se han diseñado para que la banca no vuelva a ser el epicentro de crisis sistíémicas afectará la capacidad de generación de beneficios desde varios puntos de vista. El primero, y quizás más importante, tiene que ver, de nuevo, con el críédito. La aplicación de Basilea III, por ejemplo, al aumentar las exigencias de capital y restringir los recursos que se pueden considerar capital principal tiene un efecto claramente contractivo sobre el críédito. Por eso, en un contexto de crisis económica como el actual, se le acusa de ser procíclico, es decir, de limitar el críédito justo cuando la economía más lo necesita para recuperarse. Para evitar este efecto, los legisladores se cuidaron de conceder plazos muy largos a la banca para cumplir con las nuevas exigencias, pero en vano. El mercado ha empezado a presionar a las entidades para que cumplan ya con los objetivos fijados para dentro de cinco años y todas están haciendo esfuerzos para cumplir. Cuando hace falta subir la ratio de solvencia, una de las vías es reducir los activos de riesgo: dicho con otras palabras, restringir el críédito. Las nuevas normas tambiíén tienen un efecto en coste de provisiones. Se hace cada vez más generalizada la petición de que los bancos tengan colchones para cubrir la píérdida esperada de sus carteras. Las provisiones se acumulan destinando a esta partida los ingresos que el banco genera: este dinero se “desvía†de la cuenta y no llega al beneficio. Y el endurecimiento no sólo afecta a las coberturas y al capital, sino tambiíén a la liquidez, ya que cada vez más se exige a la banca que tenga municiones guardadas para enfrentarse a eventuales problemas en el mercado. Pero, además de los efectos indirectos (al haber menos críédito habrá menos ingresos por este concepto-como se explica en el anterior punto), la regulación tendrá tambiíén costes directos para los bancos. Así lo explica el Documento de Trabajo elaborado por BBVA: “atender a las nuevas regulaciones y adaptarse al nuevo esquema de supervisión europeo tendrá unos costes para las entidades, algunos de los cuales tendrán un impacto de una sola vez, pero otros previsiblemente se mantendrán durante las próximas díécadasâ€. 4) Pasivo más caro Una de las claves que permitió a los bancos españoles crecer en críéditos a ritmos superiores al 20% anual –y ser, así, corresponsables de la gestión de la burbuja- era la abundante liquidez que fluía en los mercados. Parecía que tanta liquidez nunca se iba a acabar, pero lo hizo, y tan de golpe que el mundo se quedó a un paso de la pesadilla del credit crunch. Paulatinamente, este escenario se ha alejado, gracias principalmente a las medidas extraordinarias tomadas por los bancos centrales de todo el mundo. Y, sin embargo, todos los actores del sistema dan por hecho que los mercados no volverán a ofrecer una liquidez ni tan abundante ni tan barata como la que había antes de la crisis. Una vez que el Banco Central Europeo (BCE) deje de financiar a la banca a tipos tan bajos, las entidades tendrán que volver a emitir y estas emisiones tendrán costes mayores que antes de la crisis. Obviamente, las entidades más sólidas y fuertes conseguirán financiación más barata que las demás, pero los expertos subrayan que el encarecimiento será generalizado. Y la regulación tambiíén podrá tener un efecto sobre este encarecimiento, si se terminan de aprobar las diferentes propuestas sobre el llamado bail-in, para proteger a los depositantes minoristas en desventaja de otros acreedores (por ejemplo, de deuda senior o equity). Esta deuda, al tener más riesgo, será aún más cara de colocar. Pero, además, los depósitos minoristas tambiíén se volverán más caros, ya que los bancos tendrán que competir por ellos. Según el Servicio de Estudios de BBVA, “los depósitos minoristas cobrarán una mayor importancia en la banca del futuro, y por tanto aumentará la competencia en este segmento fomentando una mayor remuneraciónâ€. Cabe recordar que actualmente, en España, la escalada de rentabilidad de los depósitos ha sido frenada artificialmente por el mismo Banco de España, que ha establecido penalizaciones para las entidades que superasen determinados niveles de remuneración al pasivo de sus clientes.